Enero 31
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-¡Te dije que te apresuraras! – mi voz sonaba molesta, a pesar de que hablé entre dientes.
-Lo siento… – musitó con debilidad y se quejó cuando lo sujeté por el brazo.
Moví a Jonathan sin contemplaciones, colocándolo contra la pared y besándolo con fuerza; deseaba probar sus labios, delgados y suaves, así como su dulce sabor a cereza, por haber comido esa paleta que le entregué para observar como jugueteaba con ella, en el taller. Introduje mi lengua en su tibia cavidad, mientras bajaba las manos por sus costados, subiendo la tela de su camiseta con desespero, ansiando tocar su tibia piel.
-Necesito hacerlo – susurré contra sus labios, al alejarme un momento – quiero que me la chupes – sonreí con malicia, mirándolo a los ojos – quiero ensuciar tu rostro…
Él se estremeció y negó, mirándome con miedo – no debemos – dijo en un murmullo – si nos descubren, nos meteremos en problemas…
-¿Importa? – levanté una ceja y lo alejé para poder desabrochar mi pantalón – ahora hazlo – ordené, liberando mi sexo rápidamente.
Sus mejillas se tiñeron de un hermoso tono carmín, sus ojos verdes me observaban en una extraña mezcla de temor y deseo, brillando con intensidad, a pesar de que se escondían tras sus gafas.
-Rolando… – tembló – no tenemos tiempo…
-Nada ocurrirá – mentí – además, nadie viene a este baño a estas horas…
La timidez de Jonathan me fascinaba; sabía que un chico tan serio como él, a pesar de tener su lado pervertido, no pensaría en hacer esas cosas en la universidad, aunque fuese algo tarde. Aun así estaba excitado, no podía negarlo, menos cuando accedió a lo que le pedí; se hincó en el piso, frente a mí, acarició mi sexo con sus delgados dedos y respiró profundamente, antes de tratar de quitarse sus gafas.
-No te quites los lentes – mis manos acariciaron su rostro – quiero verte con ellos puestos mientras me la chupas…
No objetó, solo asintió sumisamente y acercó la boca a la punta de mi miembro; sus labios se abrieron lentamente, acariciando mi piel, mientras su lengua se movía juguetona. Se miraba tan tierno e inocente, que no podía esperar a que por sí mismo se aventurara a más.
Lo sujeté por el cabello y lo moví con fuerza, a mi entera satisfacción; quería que me hiciera sentir bien rápidamente, después de todo, durante la clase me había puesto caliente, aún sin hacer nada en realidad. Sabía que se ahogaba, sus ojos se pusieron llorosos e intentó alejarme, pero no lo logró; sin dudar, llegué hasta el fondo de su garganta y sentí como su cuerpo se estremeció. Su hermoso gesto de dolor hizo que mi sangre hirviera, así que no pude contenerme más; lo alejé y liberé mi semen en su rostro, ensuciando sus gafas y su hermoso cabello negro.
-¿Te gustó? – pregunté con agitación.
Él se relamió los labios y me sonrió – siempre me gusta – respondió incorporándose – porque así quieres que sea… después de todo, soy tu fantasía…
* * *
El ojigris pasó la mano por su cabello, haciéndolo hacia atrás; debía calmar su respiración, limpiarse y volver a su trabajo. Tenía varios minutos que había detenido su proyecto, pues recordar al joven de ojos verdes que ocupaba su mente, lo sacó rápidamente de sus casillas y terminó masturbándose, viendo algunas de las fotos que había obtenido revisando sus redes sociales, a pesar que ni siquiera eran amigos; se sentía patético, pero no podía evitarlo, además, había decidido dar el paso ahora que iba a empezar febrero
-Mañana te lo diré… tengo que hacerlo… pero… ¿cómo?
Se mordió el labio mientras usaba los pañuelos desechables para limpiarse y fue cuando lo recordó; sabía algo de ese chico, algo que podía usarlo para llamar su atención y lo intentaría.
Rápidamente se acomodó la ropa y se sentó erguido, buscó una libreta, su pluma fuente y empezó a escribir; posiblemente solo tenía una oportunidad y lo intentaría, aunque fuese muy descabellada.
Febrero 1
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El ojigris había pasado todo el día buscando el momento adecuado para acercarse. Pensó que el mejor momento sería cuando todos lo vieran para que se enteraran de lo que sentía y que no le avergonzaba, pero descartó la opción, pues Jonathan podría pensar que se trataba de una broma; intentó hacerlo en la comida, pero sus amigos se empeñaron en ir a comer con él y no pudo quedarse en el taller, así que, solo le quedaba al final del tiempo de trabajo.
Apenas había empezado el mes, pero debido a que estaban en el último semestre de arquitectura, tenían un proyecto integral que les ocupaba todo el tiempo en la universidad; era lo último que harían en la escuela, antes de sus prácticas profesionales y necesitaba un buen promedio, así que muchos se quedaban hasta muy tarde, entre ellos, el joven de lentes que se había adueñado de sus pensamientos desde hacía mucho tiempo.
Esa era la razón principal de que no pudiese concentrarse del todo; los últimos días, cada que lo miraba, se sentía aún más ansioso de lo normal y eso lo desesperaba.
-De acuerdo, es ahora o nunca – se dijo frente al espejo del sanitario – si no lo hago, el plan pude fallar…
Había ido solo a perder el tiempo mientras sus compañeros de equipo se retiraban y era el momento de regresar; seguramente quedaban pocos en el aula de taller, porque ya había oscurecido.
Cuando se acercó lo suficiente al salón, alguien le dio alcance.
-¡Rolando! – Nora, la joven con la que llevaba una relación bastante complicada, desde que terminaron su noviazgo dos semestres atrás, se acercó a él – ya nos estamos yendo – anunció sujetándolo del brazo – ¿me acompañas a casa?
-No creo – negó el castaño – aún tengo cosas pendientes que hacer – sonrió, a sabiendas que esa invitación era solo porque ella deseaba tener sexo casual y aunque normalmente no le molestaba, ese día no era algo que le importara.
-Pero falta mucho para la primera presentación – sonrió – anda… no seas aburrido…
-Necesito una buena calificación – dijo con molestia – si no la obtengo, puede que mis practicas me toquen fuera de la ciudad y no quiero… por favor, no molestes…
La chica se sorprendió, pero luego la ira se adueñó de ella – ¡bien! – chilló – ya vendrás cuando necesites diversión y seré yo la que te mande a volar…
Rolando entornó los ojos y se alejó, caminando hacia el aula de taller; como imaginó, la mayoría ya se había ido, incluyendo sus compañeros de equipo, pero quien le interesaba aún estaba ahí. Jonathan seguía sentado frente a su computadora portátil, trabajando en el programa de presupuestos, con sus audífonos puestos, sin prestar atención a su alrededor; a su lado derecho, un bote de aluminio, de su bebida favorita, té de fresas con kiwi y al otro lado, una bolsa de frituras.
“Seguramente no comiste en la tarde, como siempre…” pensó el ojigris “pero aun así, no estás tan delgado, ni eres tan delicado…” sonrió de lado y fue a su lugar.
Esperó pacientemente a quedarse solo con el chico de lentes que era su obsesión; respiró profundamente y se armó de valor, sacando una pequeña caja de su mochila y acercándose a su objetivo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, movió la mano frente al otro, para llamar su atención.
El pelinegro levantó el rostro y acomodó sus gafas con el dedo medio de su mano izquierda, un movimiento habitual en él; se quitó los auriculares y miró con curiosidad a quien estaba a su lado.
-¿Necesitas algo? – preguntó confundido.
-Nada… – Rolando sonrió confiado – solo quería darte esto – su voz sonó tranquila, a pesar de que estaba ansioso.
Jonathan observó la pequeña caja, envuelta en un papel rojo.
-Y ¿esto es por…? – indagó confundido, pues no era su cumpleaños, ni el día de la amistad que todos sus demás compañeros esperaban.
-Es por el catorce de febrero – respondió el ojigris.
-Te adelantaste catorce días – dijo sin ánimo – apenas es primero – señaló el reloj de la computadora, dónde también se notaba la fecha.
-Sí, pero, decidí darte algo diariamente, hasta esa fecha.
Los ojos verdes se abrieron con sorpresa ante esa confesión.
-Anda, seguramente te gustará – Rolando presionó, no quería pensar que el otro no aceptaría su obsequio.
-Esto es raro – musitó el de lentes, sujetando con algo de duda el pequeño obsequio.
-No lo es – el castaño sonrió – quiero que sepas que me gustas y no quería esperar hasta el catorce para decírtelo o podrías negarte, especialmente si no sientes algo por mí – aseguró – así que, me he propuesto conquistarte en catorce días…
Jonathan levantó una ceja, respiró profundamente, colocó la caja en el escritorio frente a él, levantó las gafas y masajeó el puente de su nariz, todo con una lentitud que alteraba los nervios de su compañero.
-Si sabes que soy un chico, ¿verdad? – preguntó con sarcasmo.
-Sí – asintió el ojigris – y eso, ¿tiene algo de malo?
El pelinegro se estremeció por la respuesta y más, porque la mirada gris se fijó en su rostro directamente, además de que Rolando, sonrió de una forma perversa.
-Pero, a ti te gustan las chicas… – alegó el de lentes.
-Me gustan las chicas, sí, pero también desde hace mucho tiempo, me di cuenta que me gusta un chico, de lindos ojos verdes, cabello negro, con lentes, que se convirtió en mi obsesión, porque ha estado en mí mismo salón durante toda la carrera – le guiñó un ojo.
Los labios de Jonathan se abrieron con sorpresa, sin atinar a qué decir y un ligero sonrojo se hizo presente en sus mejillas, un semblante que Rolando disfrutó sobremanera.
-Además… – el castaño se inclinó hasta la oreja del otro – me enteré, desde el semestre anterior, que a ti te gustan los hombres – susurró y sonrió al ver que la piel del otro se erizaba – así que… – se irguió nuevamente – decidí que debo dar el paso ahora, antes de que salgamos de la universidad.
-Es que… esto es… – la voz del pelinegro parecía temblar – es decir, no creo que…
-Déjame intentarlo – Rolando se acuclilló, porque Jonathan bajó el rostro y se imaginaba que difícilmente podría hacer que levantara la mirada – tengo catorce días y creo que lo lograré… ¿qué dices?
-Yo… no sé… es bueno, supongo… algo extraño, pero si eso quieres…
-Sí, quiero – aseguró el ojigris poniéndose de pie una vez más y se inclinó a besar la mejilla de Jonathan – te veo mañana…
El castaño caminó a su lugar, agarró sus cosas y se alejó del aula, dejando al otro un tanto confundido.
-Qué extraño – musitó el de lentes, pasando la mano por la mejilla que el otro se atrevió a tocar, no le había disgustado, pero tampoco estaba tan emocionado de haber sido besado, sin pedirlo.
Jonathan sujetó la caja una vez más y la abrió con cuidado; eran unos chocolates rellenos con cereza, pero además, encontró un sobre rojo.
-¿Qué es esto? – se preguntó con curiosidad, sacando las hojas escritas a mano que tenía dentro.
Sus ojos repasaron las líneas y rápidamente el color se fue de su rostro, mientras su semblante mostraba el asombro que lo que leía, le causaba; Rolando le había escrito una de sus fantasías y de la manera en la que lo poseía en sus sueños. Jonathan bajó las hojas con rapidez y parpadeó varias veces, mientras recuperaba el aliento.
-Esto es… – pasó saliva con dificultad – increible…
Febrero 2
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Jonathan estaba sentado frente a su computadora personal, ahora trabajaba en los planos que le correspondían, pues el proyecto era en equipo.
-Hola…
La voz de Rolando tras él, lo hizo levantar el rostro.
-¿Sí? – preguntó con seriedad, mientras volvía la mirada a la pantalla.
-Ya es hora de comer, ¿te gustaría acompañarme?
-Eres muy amable pero, normalmente no como a esta hora…
-Lo sé – asintió el ojigris – siempre te esperas a que sean más de las cuatro, vas, compras un té, unas frituras, vuelves y sigues trabajando, hasta después de las ocho que te vas, ¿no es así?
El de lentes dejó de trabajar, frunció el ceño y observó de soslayo al otro – parece que me conoces bien…
-Te he observado durante mucho tiempo… pero volviendo al tema, me gustaría que me acompañaras a comer hoy…
Jonathan respiró profundamente, apretó sus labios y pareció pensar en la respuesta, hasta que finalmente sonrió – está bien, pero que sea rápido, aún me hace falta avanzar un poco más para quedar dentro de mi programación diaria…
-¿Programación…?
-Parece que alguien no me ha observado lo suficiente – se burló el ojiverde, mientras guardaba archivos, cerraba programas y apagaba su computadora.
Rolando sonrió con suficiencia; lo había observado mucho, pero no había indagado más de la cuenta, para no delatarse, además, esperaba platicar con él, para conocerlo personalmente.
El pelinegro se puso de pie – Edgar – llamó a uno de sus compañeros de equipo – cuida mis cosas, vuelvo en un momento – anunció.
Rolando se puso de pie tras Jonathan y ambos se dirigieron hacia la salida, con algunas miradas sobre ellos, especialmente la de Nora, quien se levantó de inmediato, para ir tras el castaño.
-¡Rolando! – gritó y alcanzó a su objetivo – ¿a dónde vas? – indagó con tono de mando.
-A ‘donde no te importa’ – respondió el aludido y fijó su mirada en el otro, quien no se detuvo y siguió su andar por el pasillo, yendo hacia la escalera del edificio.
-Si no te conociera, diría que vas tras Jonathan – se burló.
-Quizá… – respondió el castaño – ahora, si no te importa, tengo que irme, antes de que él se vaya y ya no lo encuentre…
Rolando intentó alejarse, pero Nora lo sujetó – de verdad, ¿andas tras él? – preguntó confundida – no eres gay, ¿qué pretendes?
-Gay, no soy – negó – pero bisexual sí, así que en este momento, quiero acercarme a él y tú, te estás entrometiendo.
La chica se quedó atónita y no fue la única, pues varios de sus compañeros escucharon esa declaración; Rolando pudo soltarse del agarre de su última ex novia y corrió a las escaleras. Bajó los escalones de inmediato y se encontró con Jonathan recargado en la pared, observando su celular.
-¡Llegaste! – sonrió el ojiverde – que bien, porque si te tardabas treinta segundos más, no iba a ir contigo a ningún lado…
-Lo lamento, Nora…
-No tienes que explicarme nada, realmente no me interesa – negó y guardó su celular – si quieres comer, es mejor apresurarnos.
El castaño suspiró frustrado, no le agradaba que el otro fuese tan despreocupado, pues parecía que no le importaba en lo más mínimo y eso era algo que no quería pensar, ya que no sería bueno para sus planes.
Jonathan caminó por los pasillos, hacia la salida de la escuela, pero Rolando lo detuvo, sujetándolo con delicadeza de la muñeca.
-¿Qué ocurre? – indagó el de lentes.
-Quiero ir a comer a otro lado – le guiñó un ojo – acompáñame al estacionamiento, por mi auto.
El pelinegro frunció el ceño, parecía dudar, guardó silencio unos segundos y finalmente suspiró – de acuerdo, pero más vale que no tardemos más de media hora…
-Que sea una hora – negoció el otro – el camino son casi diez minutos, de ida y vuelta serán veinte, así que tendríamos cuarenta minutos para comer...
-No es una buena idea, tengo cosas qué hacer y si no hago el trabajo, mi agenda sufrirá un desajuste que tendré que compensar con mis horas de sueño, algo que ya está bastante mermado según mi organización…
-¿Siempre eres tan obsesivo en tus tiempos?
-Un poco, sí – admitió – soy algo obsesivo compulsivo, pero solo en eso…
-Permíteme robarte una hora, solo una – insistió Rolando.
Jonathan titubeó, pero al ver los ojos grises y el cómo parecían suplicar, terminó accediendo – de acuerdo, pero tienes una hora, nada más.
* * *
La pareja llegó a una cafetería, cercana al campus universitario; entraron, tomaron una mesa y pidieron una comida ligera, acompañada de bebidas frías.
-Nunca había venido aquí – Jonathan observó el lugar, le parecía extremadamente acogedor.
-Me imagino – sonrió el castaño – no eres muy sociable…
-No es eso – negó – simplemente que tengo más cosas de qué preocuparme, que de salir con ‘amigos’…
-¿Tienes pareja?
La pregunta tan directa consiguió que el pelinegro se sobresaltara – no – respondió de inmediato – no estoy activamente buscando pareja, a pesar de que encuentro agradable ver a algunos chicos y admito que son atractivos – confesó – no tengo tiempo para tener una relación formal y prefiero evitarla…
-¿Y antes? – Rolando sonrió, quería conocer más a quien tenía enfrente y saber todos sus secretos.
-No – dijo fríamente – nunca he tenido novio, aunque desde pequeño me gustan los chicos, no he tenido nada que ver con alguno realmente…
-¿Por qué?
-Porque no ha habido alguno por el que sienta cariño o amor, supongo…
-¿Significa que no te ha gustado nadie? – el ojigris empezó a ponerse inquieto.
-Yo no dije eso – Jonathan negó – me gustan muchos, incluyéndote – señaló a su compañero con un ademán – pero eso no significa que sean adecuados para una relación seria conmigo…
La mesera los interrumpió, dejando los emparedados y las bebidas; cuando se fue, Rolando no pudo aguantar mucho para preguntar.
-Entonces, ¿te gusto? ¿Desde cuándo?
-Desde primer semestre – respondió el otro, antes de dar una mordida a su almuerzo – eres un chico que difícilmente se puede ignorar – prosiguió después de beber un sorbo de su té – pero, eres completamente opuesto a lo que busco…
Las palabras consiguieron que Rolando se sorprendiera.
-¿Qué quieres decir?
Jonathan suspiró – aclaremos algo – dijo con seriedad – soy gay, pero no soy afeminado – lo miró con frialdad – no soy una chica, ni una damisela en peligro que necesita ser protegida, adulada o en este caso, cortejada – sentenció – tu eres un ‘don Juan’ que espera que las chicas caigan rendidas ante ti con unas palabras bonitas, una invitación a salir, una comida – su voz denotó la obviedad de la situación – aunque me sorprende que haya sido a esta cafetería y no a un restaurante, como Nora, Mónica, Anahí y todas las que han sido tus novias, han presumido – acomodó sus lentes y fijó su verde mirar en su compañero – esto no va a hacerme creer que realmente sientes algo por mí, que no sea simple atracción sexual, que es, hasta este momento, lo que yo siento por ti – confesó – pero no soy un animal guiado por sus hormonas e instintos, y no voy a tener sexo contigo o con cualquier otro, solo por satisfacer un deseo natural, en todo caso me masturbo y ya…
-Oh… – Rolando asintió lentamente, entendía que se había equivocado, aunque solo fue por un momento – pero, ayer parecías sonrojado cuando te di los chocolates – comentó confundido – eso no lo hace una persona que tiene todo bajo control…
-Me sorprendiste – asintió el pelinegro – he de admitir que no me esperaba tu actitud y menos lo que leí en el sobre que estaba en los chocolates – ladeó el rostro – eres bastante explícito en tus fantasías…
-Solo contigo – sonrió el castaño – realmente mi mente vuela cuando se trata de ti, pero solo es contigo, eso es seguro…
-Gracias, supongo…
-No me crees, ¿cierto? – el ojigris levantó una ceja.
-No, la verdad, no – admitió el otro.
-¿Cómo puedo hacer que me creas? – preguntó con seriedad, pues ahora no sabía cómo debía comportarse o actuar, ya que seguramente Jonathan no le creería.
-No lo sé – respondió sinceramente – quizá, solo tienes que ser honesto y ya…
Rolando guardó silencio y ambos siguieron comiendo; le intrigaba la manera en la que Jonathan se comportaba, era demasiado frío, quizá, más de lo que se había imaginado, pero tenía razón, solo podía ser sincero con él.
-Me gustas – dijo momentos después, consiguiendo que el otro levantara el rostro y acomodara sus lentes para enfocarlo – desde hace mucho realmente – sonrió – no me atreví a acercarme porque eres algo abstraído, poco sociable, un tanto distante y además, no imaginaba que fueras gay, aunque tampoco te conocí novia – se alzó de hombros – tanto me gustas que poco a poco aprendí cosas de ti…
-¿Ah, sí?
-Sí, sé que el otro mes cumples años, eres piscis y aun así, no tienes nada de ese signo, pues no parece que tengas facilidad para simpatizar con los demás, eres muy estricto contigo mismo y no creo que atiendas al lema de tu signo, de ‘sentir para existir’, pero sí sé que eres muy tranquilo y jamás te metes en discusiones…
-Espera – el pelinegro interrumpió – ¿me dices que crees conocerme solo por mi signo zodiacal?
-Pues, sí, normalmente eso es acertado…
Jonathan se quedó en silencio pero poco a poco, una sonrisa se dibujó en sus labios y una risa nerviosa lo asaltó, convirtiéndose en una carcajada; Rolando jamás lo había visto reír de esa manera y aunque le extrañaba, le hizo sentir bien.
Momentos después, el ojiverde se recuperó, respirando profundamente y limpiando sus ojos, que se habían humedecido por la risa – esas bobadas de los signos son una farsa – aseguró – si quieres compararme con eso, no encontrarás nada – dijo con toda seguridad – además, el lema de los piscis, es, ‘yo creo’ y en este caso, ‘yo creo’ que esto es una tontería…
-Aunque sea una tontería, sabes algo de ello – Rolando le guiñó un ojo.
-Cualquier persona sabe algo de su signo – sentenció – estamos en una sociedad que siempre que te preguntan tu fecha de cumpleaños, una de las siguientes preguntas rápidas es ‘tu signo’, ¿por qué? no lo sé – se alzó de hombros – pero volviendo al tema, ¿eso es todo lo que sabes de mí?
-No – el castaño negó – sé que eres obsesivo con los trabajos escolares, eres zurdo, te gusta el té de kiwi con fresas, no comes nada más que frituras durante todo el día, te gusta la música clásica y – tomó aire – lees historias homoeróticas en internet…
A pesar de que Jonathan parecía poco sorprendido con lo que el otro le decía sobre él, casi se ahoga con su bebida, debido a lo último.
-¡¿Cómo diablos sabes eso?! – preguntó de inmediato.
-Pues, sé que tienes un perfil falso, en el cual, tienes todas las cosas homo que sigues y lees – sonrió el ojigris – una vez te quedaste muy tarde en el salón, el semestre pasado – explicó – no te diste cuenta porque estabas escuchando música y yo te observaba con mayor interés, así que, alcancé a ver que respondiste un mensaje privado en la red – se alzó de hombros – tuve dificultades, pero alcancé a leer el nombre que tenía y no era el tuyo… te busqué, lógicamente estaban algunas cosas bloqueadas, pero no otras y…
-¿Se lo dijiste a alguien más?
-No – negó – ¿por qué querría que los demás se enteraran de algo así? – preguntó confundido – además ¿por qué te preocupa? ¿Te avergüenza?
-No – Jonathan negó – pero es mi placer culposo y solo lo puedo disfrutar en ocasiones efímeras, así que no quiero que alguien más lo sepa…
-De acuerdo, no se lo diré a nadie – Rolando sonrió – pero esa es la razón de la carta que te di ayer…
-¿A qué te refieres?
-Pues, supuse que te gustaría leer algo que tuviese que ver contigo directamente…
Jonathan levantó una ceja pero luego sonrió, realmente jamás imaginó que alguien se atrevería a escribirle una carta erótica y realmente, era divertido y podía considerarlo atrayente – tienes muchas faltas de ortografía, gramática y te equivocas en usar algunas palabras – comentó sin mucho interés – además de ser repetitivo, pero, he de admitir que no está mal…
-¿Me estás criticando? – el ojigris levantó una ceja.
-Solo te estoy haciendo una crítica constructiva, para que mejores – sonrió el de lentes.
-Significa que, ¿te gustó? – el castaño sonrió con suficiencia.
-Sí – asintió el otro – fue muy interesante… no diré que seductor, pero sí audaz, no muchos se atreverían a hacer algo así y tienes un ‘plus’ por hacer algo novedoso…
-¡Qué bien! – Rolando sacó un sobre del bolsillo de su saco – aquí está mi segundo obsequio…
-¿Otro escrito? – el ojiverde sujetó el sobre – pensé que me darías chocolates o que la comida era mi regalo…
-Creo que confundiste el verdadero obsequio – el castaño sonrió – los chocolates, la comida y cualquier otra cosa, es el extra…
Jonathan sonrió, quizá ese juego que el otro proponía, iba a ser más divertido de lo que imaginó al principio.
Febrero 3
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Rolando guardó sus cosas en su mochila y fue hasta colocarse al lado de Jonathan.
-Hoy es viernes – anunció, recargándose en el escritorio – y ya casi son las ocho de la noche – dijo con emoción – es hora de salir de aquí.
El pelinegro levantó el rostro – ah, creí que te habías olvidado de mi – su voz sonó tranquila, aunque el otro se dio cuenta que parecía un reclamo – en todo el día no me dirigiste la palabra, supuse que el juego había acabado…
-No es eso – negó – pero si te hablaba, interrumpiría tus tiempos, porque no iba a dejarte en paz – sonrió condescendiente – ayer me dejaste muy claro que no querías que te molestara, especialmente porque nos pasamos de la hora que me diste para comer.
El de lentes suspiró, ciertamente el día anterior, después de volver de la comida, no quiso hablar con el otro porque había perdido más tiempo del que pensaba.
-Está bien, te creo – asintió – pero no me iré hasta que acabe con el avance que tenía planeado y aun me falta un poco…
-¿De verdad? – Rolando se acuclilló a su lado – sábado, domingo y lunes, no voy a verte, por culpa del “puente” – suspiró – me gustaría platicar contigo este día…
-¿Por qué no vas a verme? – preguntó confundido.
El ojigris sonrió – no iba a verte, porque pensé que eso te molestaría – explicó – pero ahora, con tu pregunta, me doy cuenta que no, así que, ¿me das tu dirección para ir a visitarte?
Jonathan apretó los parpados, había caído en la trampa y ahora no podía echarse para atrás – de acuerdo, te daré mi dirección – dijo con cansancio – pero, tendrás que ir después a las cuatro y solo puedo atenderte hasta las cinco…
-Una hora por día, de acuerdo, es un buen trato pero aun así, me gustaría que me acompañaras a cenar hoy…
-Ya te dije que no necesito que me trates así – respondió el ojiverde, mientras anotaba en una hoja su dirección.
-No quiero tratarte de ninguna manera – Rolando negó – realmente, quiero ir a cenar, nada más, ¿tiene algo de malo?
El de lentes le entregó la hoja y lo miró inquisidoramente, buscando algo más, pero admitió que el otro parecía demasiado sincero, así que accedió.
-Está bien, puedo darte un poco más de tiempo, solo deja que guarde los archivos y nos vamos…
-¿Traes tu auto? – el castaño sabía que Jonathan también tenía su propio automóvil y quería que fuera con él para tener las cosas bajo control, como el día anterior.
-No, esta ocasión me trajeron – dijo con molestia – alguien pensó que no estaba en mis cinco sentidos para manejar, porque me desvelé anoche…
-Bien, así puedo llevarte a donde quería, porque es más sencillo en un solo automóvil…
Jonathan no confiaba del todo en esas palabras, pero si quería divertirse con las ocurrencias de Rolando, tendría que acceder a ellas, aunque solo fuese un poco.
* * *
-Por qué vinimos aquí – indagó el pelinegro, al llegar a su destino, el mirador de la ciudad.
-Porque ayer dijiste que no querías que te tratara como a las demás personas – sonrió el ojigris – así que, decidí tratarte normal – se alzó de hombros.
El de lentes sonrió de lado, abrió la puerta sin decir más y salió del automóvil. Le gustaba la vista, así que caminó hasta la orilla del mirador, recargándose en el barandal, poniendo atención a su alrededor y, cuando escuchó los pasos de su compañero se atrevió a hablar.
-Dijiste que cenaríamos – reclamó.
-Bueno, será una cena ‘rápida’ – respondió el aludido, acercándole una lata de té y una bolsa de frituras.
-¿Crees que esto es una buena cena?
-No, pero tampoco es una buena comida y aun así, es lo único que comes en el día…
Jonathan sujetó las dos cosas y suspiró – sí, es cierto, es lo único que como, pero en la cena como algo más sustancioso.
-Lo lamento, pero no sé más de ti, de lo que permites que vean los demás – se disculpó el castaño – si me dieras la oportunidad de conocerte mejor, no tendría tantos errores…
-No quiero que seas perfecto – sentenció el ojiverde con molestia, abriendo la lata y dando un sorbo – al menos, yo no necesito que lo seas – aclaró y esas palabras hicieron sentir mal a Rolando – pero admito que tienes razón, no te he permitido ver más de lo que ven las demás personas…
-Lo siento…
-No te disculpes – Jonathan lo miró con molestia – me desagrada que las personas lo hagan si no hay una razón de peso, porque de lo contrario, solo son palabras vacías que poco a poco pierden su significado.
-Lo la… – Rolando prefirió callar ante la fría mirada verde – es solo que estoy acostumbrado y…
-Habrá que cambiar eso… – el de lentes bebió casi de golpe su té – vamos, hoy yo te invito a cenar…
* * *
-Bienvenido a mi hogar.
Rolando observó la casa, parecía desierta – ah, no sabía que vivías solo…
-No vivo solo – negó el otro – aún… – sonrió con sarcasmo – mis padres fueron a una conferencia médica en Houston y posiblemente, después viajen a algún otro simposio, no lo sé, no me importa y a ellos tampoco, mientras reciban mis notas y sepan que sigo sin hacer alguna tontería, además, vienen unas personas a limpiar la casa y dejar la comida para mi…
-¿Por eso prefieres quedarte en la escuela todo el día, para no estar solo?
-No – negó y caminó al refrigerador, sacando un refractario – para hoy, hay lasaña, ¿te gusta?
-Supongo – respondió el ojigris – ¿por qué evades mi pregunta?
-No la evado – respondió el otro, metiendo el refractario al microondas – me quedo en la escuela, porque si tengo que ir, aprovecho todo el tiempo allá, ya que si me regreso, me puedo quedar dormido…
-¿Dormido? Creí que tenías tus tiempos bien establecidos…
-Sí, pero también te dije que mi tiempo de sueño es poco y si me relajo demasiado, fácilmente el cansancio me vence…
Rolando seguía observando a su compañero, se movía sin mucho ánimo y sacaba algunos platos; después, sirvió unos vasos con té y lo guió a la barra.
-Normalmente no uso el comedor cuando estoy solo – se alzó de hombros – es más largo el trayecto al lavaplatos – hizo una seña hacia atrás.
El ojigris colocó los codos en la superficie y recargó el rostro en su mano – eres algo extraño – dijo con sinceridad.
-No soy extraño – Jonathan sacó la comida del microondas y la sirvió en un par de platos – soy práctico y tengo algunas manías, como mi obsesión con los tiempos, ya te lo había dicho…
-Por eso eres muy interesante y atrayente…
-Y ahí vas de nuevo – el de lentes volvió y lanzó los platos con comida a la barra, sin mucha consideración – no me cortejes, no me hables bonito, no busques que me sienta ‘halagado’, no te va a funcionar, no soy una mujer…
Rolando tomó aire y estuvo a punto de hablar.
-Y tampoco te disculpes – interrumpió el ojiverde, antes de que un sonido saliera de la boca de su compañero.
El castaño bajó el rostro y sujetó el tenedor que su anfitrión le dio, para empezar a comer.
Ambos comían en silencio, pues Rolando no se atrevía a decir nada; Jonathan no parecía ponerle atención. Después de un largo rato, el ojigris se decidió.
-Jonathan – dijo con seguridad – realmente no sé cómo tratarte…
El aludido pasó el bocado de comida, bebió algo de su té y levantó el rostro, buscando la mirada de su compañero – trátame como a un amigo, así inicia una relación, ¿no lo crees? – la pregunta llamó la atención de Rolando – te saltaste muchos pasos – dijo seriamente – pero hasta este primero de febrero, después de nueve semestres de escuela me dirigiste la palabra y creíste que con decir ‘me gustas’ ibas a tener cualquier cosa de mí, especialmente lo que escribías, pero las cosas no son sencillas, Rolando, no con alguien como yo, así que necesitas ayuda y te la estoy dando…
Los ojos grises mostraban su asombro ante esas palabras.
-Empieza con lo básico – el de lentes sonrió – trátame, como un amigo…
Rolando lo miró con incredulidad, pero luego sonrió, debía admitir que era cierto.
-De acuerdo – asintió – pero eso no quita que me gustas…
-Yo tampoco estoy diciendo lo contrario…
El castaño sonrió más ampliamente y antes de seguir con su comida, sacó un sobre del bolsillo de su pantalón.
-El regalo de hoy – anunció poniéndolo sobre la mesa.
-Me preguntaba, cuánto tardarías en dármelo…
Febrero 4
= = = = =
Rolando llegó a la casa, a las cuatro exactamente; momentos después de timbrar, la puerta se abrió, pero una mujer se asomó. Era una chica joven, de poco más de treinta años, vestía un traje sastre, de cabello castaño oscuro y acomodó sus gafas al verlo.
-Ah, buenas tardes – saludó el ojigris – soy Rolando Mendoza y vengo a ver a Jonathan…
La chica lo miró de arriba abajo con sorpresa y se hizo a un lado para permitirle pasar – adelante – hizo un ademán – Jonathan está dormido – anunció rápidamente – iré a hablarle.
-¿Dormido?
-Sí – asintió ella y caminó hacia el pasillo sin decir más.
-Buenas tardes – la voz tranquila de otra mujer consiguió llamar la atención del castaño, observando a una mujer de mayor edad, frente a la estufa – el niño Jonathan, no durmió por estar haciendo sus trabajos, así que hace un momento se quedó dormido – anunció – por eso Blanquita decidió dejarlo descansar – explicó – soy Ana, su nana desde que estaba en la primaria…
-Ah, un placer – dijo el ojigris – soy Rolando Mendoza, compañero de Jonathan en la universidad…
-¡Vaya! – la mujer se mostró sorprendida – desde que inició la secundaria, mi niño no tenía amigos que lo vinieran a visitar.
Unos pasos se escucharon por el pasillo. La chica caminaba tras Jonathan quien llegaba agachado, con el cabello hacia enfrente y guiándose con la mano en la pared del pasillo – ven – llamó con voz pastosa.
-Deberías dormir más – anunció la castaña – si sigues malpasándote, volverás a enfermar y…
-Lo haré luego – la voz del ojiverde sonó molesta, se irguió y pasó la mano por su cabello, haciendo los mechones hacia atrás – ¿vas a venir o no? – preguntó para su visita.
-Permiso – anunció el castaño y caminó hacia Jonathan.
Los jóvenes recorrieron el pasillo y llegaron a una habitación.
-Pasa – dijo el pelinegro y se adelantó, yendo al escritorio – estaba descansando – explicó – pero ahora que llegas, puedo volver al trabajo…
Rolando entró a la habitación y se dio cuenta que era enorme, pulcramente limpia, con una cama que parecía no haber sido usada – creí que dormías – dijo confundido, yendo a otra silla que estaba a un lado del escritorio.
-Sí – Jonathan se puso sus lentes con cansancio – estaba dormido aquí, sentado – movió el ratón y colocó la contraseña de su computadora, para poder entrar – no he usado la cama desde la semana pasada.
-Eso es malo para tu salud…
-¿Vas a sermonearme? – los ojos verdes miraron con molestia a su visita – si es así, mejor vete.
-No, pero, sabes que podía afectarte a la larga, más si no comes apropiadamente…
-Toda mi vida he tenido este ritmo, así que estaré bien…
Rolando suspiró, era obvio que el otro estaba molesto y quizá, ese ánimo era por no haber dormido lo suficiente. Podría irse y dejarlo en paz, pero eso no significaba que descansaría, así que, podría intentar algo más.
-Dijiste que me darías una hora, ¿por qué no dejas de trabajar un momento?
Jonathan levantó una ceja, miró el reloj de su computadora y suspiró – de acuerdo – se giró en su silla y se recargó en ella – ¿qué quieres hacer?
-No sé, qué haces con tus amigos normalmente…
El silencio reinó y momentos después, el pelinegro empezó a reír, desconcertando a Rolando.
-Perdón – se disculpó aun sin contener del todo la risa – es solo que, como te habrás dado cuenta, no soy muy sociable, así que, no hago muchas cosas con mis ‘amigos’, como tú les dices…
-Y, ¿qué hay de Edgar, José Luís, Federico…?
-Compañeros de equipo – corrigió el de lentes – compañero de clases, carrera y Edgar fue mi vecino hasta hace unos años – se alzó de hombros – pero no quiere decir que tengamos una verdadera relación de amistad…
-¿No tienes otros amigos? – Rolando no comprendía esa respuesta – es decir, no es como que yo tenga muchos amigos en la escuela – se alzó de hombros – mis mejores amigos eligieron otras carreras, así que estamos distanciados, pero sigo teniendo relación con ellos…
Jonathan se puso de pie, caminó a su cama y se dejó caer sobre el colchón – no es tan sencillo – dijo con seriedad – desde que tengo uso de razón, mis padres siempre estuvieron ocupados con su trabajo – pasó los brazos por su frente – ser médicos de renombre y jefes en uno de los hospitales más prestigiosos del país, tiene sus inconvenientes, especialmente si quieres formar una familia – sonrió – así que, desde la primaria me di cuenta que mi familia no era muy tradicional – miró de soslayo a su visita – cuando iba a las fiestas, mis ‘amiguitos’ tenían a sus mamás con ellos y en ocasiones a sus papás también, pero conmigo, solo estaba mi nana – dijo con debilidad – y en mis cumpleaños, era igual, así que me cansé que me preguntaran por mis padres, pues jamás sabía qué ocurría con ellos – su voz sonó cansada y cerró los parpados – cirugías de emergencias, algunas salidas a eventos, exposiciones, congresos – sus palabras empezaron a perderse – preferí alejarme de las personas que me preguntaban cosas, que ni yo entendía… así que, solo me quedé con mi nana… hasta que entré a la universidad… y Blanca llegó…
Rolando se puso de pie y caminó a la cama, casi no escuchaba al pelinegro – ¿por qué Blanca?
-Porque… es… la asistente que… ellos… me contrataron… para ayudarme… con mi vida… y les informa… de lo que… necesitan… saber…
El castaño suspiró al darse cuenta que Jonathan se quedó dormido mientras hablaba, seguramente estaba extremadamente cansado, pero ahora comprendía un poco más de su actitud; era difícil de creer que a pesar de que sus padres no le pusieran mucha atención, de todos modos fuese demasiado obsesivo con la escuela, posiblemente, muchos hubiesen hecho lo contrario.
-Necesitas tomar un descanso – dijo con seriedad y le quitó las gafas, dejándolas en el buró – y ser un chico más normal – sonrió al ver el rostro del otro, con su semblante apacible, aunque bajo sus ojos, había unas bolsas oscuras – a veces, es mejor que las cosas sean espontaneas y no tenerlas bajo control, así que, mañana voy a llevarte a divertirte…
Rolando caminó al escritorio, agarró un papel y le dejó una nota a Jonathan, donde le informaba que al día siguiente lo robaría por dos horas, como mínimo, en compensación al tiempo que lo le pudo dar ese día; dejó el sobre con la carta diaria y salió de la habitación.
-Me retiro – anunció a las mujeres que estaban en el comedor.
-¿No van a comer? – preguntó la nana de Jonathan.
-No – el ojigris negó – Jonathan se quedó dormido, es mejor dejarlo descansar.
Ellas se miraron entre si y la chica de lentes asintió – de acuerdo, gracias por venir a visitarlo…
-De nada – se alzó de hombros – ah, solo quería pedirle un favor…
-¿A mí?
-Sí – asintió – Jonathan me dijo que es su asistente, ¿podría decirle que mañana vendré antes de las tres? Le dejé una nota… – señaló a la habitación – pero sería mejor si se lo recordara…
Blanca se sorprendió, pero luego sonrió – yo le digo y se lo recordaré mañana temprano también – asintió.
-Muchas gracias… ahora sí, me retiro, buenas tardes…
Febrero 5
= = = = =
El domingo, antes de las tres, justo como dijo, Rolando llegó a la casa de Jonathan; una vez más, tocó el timbre y Blanca le abrió.
-Buenas tardes – sonrió la chica.
-Buenas – el castaño hizo un ademán – vengo a ver a Jonathan…
-Sí – asintió ella – le avisaré, pasa…
Rolando entró y se encontró con la ‘nana’ – buenas tardes – saludó.
-Buenas tardes – sonrió la mujer con ternura – que bueno que llegas, así podrán comer…
-Ah, no quisiera ser descortés, pero, iba a invitar a comer fuera a Jonathan – señaló la puerta.
-Oh… me lo hubieras dicho ayer – Ana se cruzó de brazos – yo que me esmeré en la comida…
-Bueno – el ojigris pasó la mano por su cabello – siendo así, podemos comer aquí y salir luego…
-¿Salir? – Jonathan llegó a la sala – no dijiste nada de salir…
-Pero tengo dos horas, que no quiero pasar encerrado en tu cuarto…
El de lentes entornó los ojos y finalmente caminó al comedor, dónde ya estaban los platos puestos; tomó el lugar principal de la mesa y Rolando a su lado.
-¿Has trabajado en el proyecto? – indagó el pelinegro, mientras esperaba la comida.
-Lo suficiente – respondió el ojigris – no necesito sacar más de 95 como tú, con 85 conseguiré lo que quiero…
-Eres conformista – dijo con desagrado – gracias nana – el ojiverde sonrió para la mujer que le servía en ese momento.
Rolando observó ese gesto con curiosidad, nunca lo había visto sonreír así, para nadie, seguramente esa mujer era muy importante para Jonathan.
-No soy conformista, solo que, refiero que mi vida no sea solo la escuela, hay más cosas afuera – le guiñó un ojo.
-Y supongo que es lo que me quieres mostrar, ¿cierto?
-Sí, pero será después de comer…
-Jonathan – Blanca se acercó con una agenda en mano – tus padres llamaron, dijeron que no podrían venir hasta después del día quince, pero intentarán no salir hasta que pase tu cumpleaños…
El pelinegro puso un semblante de fastidio – como si fuera posible – dijo entre dientes y luego levantó la voz – está bien, no importa, sé que tienen trabajo…
La castaña suspiró y se alejó de la mesa dejando a los dos jóvenes comiendo.
-Entonces, ¿a dónde quieres ir?
-Eso será lo divertido – Rolando sonrió – no sé a dónde iremos con exactitud…
-Tienes dos horas nada más – recalcó el de lentes – no voy a permitir que te pases de ese tiempo…
* * *
-¿Esta es tu idea de un momento tranquilo? – preguntó el pelinegro, cuando llegaron al parque natural – es domingo, este lugar está abarrotado.
-Lo sé – sonrió el ojigris al bajar del auto – pero vamos a caminar, nada más – se alzó de hombros – anda, es para que te relajes.
Jonathan suspiró, acomodó sus gafas y bajó del auto, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta y caminando al lado de Rolando.
La pareja entró al parque, en medio del bullicio de las familias que visitaban ese lugar; había una zona de juegos infantiles pero ellos se adentraron por los pasillos y jardines de vegetación varia, deteniéndose a ver las esculturas de arte que adornaban algunas partes y viendo a la distancia a las personas alimentando los patos, tortugas y peces en el lago, así como en los pequeños canales que rodeaban el lugar.
Los ojos verdes de Jonathan repasaron el parque y suspiró cuando se detuvieron en una banca.
-¿Pasa algo? – Rolando lo miró de soslayo, cuando se sentó a su lado.
-No – negó – pero tenía años que no venía…
-¿De verdad?
-Sí, desde el segundo semestre, cuando nos mandaron a realizar una investigación sobre la vegetación autóctona, ¿lo recuerdas?
-Sí, ya recuerdo – asintió el castaño.
-Creo que en ese entonces, eras novio de Judith, ¿cierto?
-Eso no quería recordarlo…
El pelinegro sonrió de lado – aun así, en aquel entonces, también había pasado mucho tiempo desde que había venido a este lugar… casi desde principios de secundaria…
-¿Por qué? – los ojos grises buscaron la mirada verde.
-Porque fue cuando le dije a mi nana, que ya no quería que me tratara como un niño, trayéndome al parque… ella insistió, pero yo preferí no volver más, a menos que fuera necesario…
Rolando sonrió – ¿sabes…? intentas comportarte como un robot, pero en el fondo, eres muy diferente…
Jonathan puso un gesto entre sorprendido y ofendido – ¿por qué lo dices?
-Se nota que quieres a tu nana – respondió el otro – pero, evitas socializar, quizá porque no tienes mucho apego a las personas, pues no fuiste educado de esa manera por tus padres pero… ¿qué hay de tus abuelos? ¿Tíos? ¿Primos? Tienes más familia, ¿o no?
-Mis abuelos paternos murieron hace mucho tiempo y mis tíos están en Estados Unidos, porque son ciudadanos de allá, igual que mi padre, así que tengo primos, pero nunca los he tratado y no cuentan como familia – se alzó de hombros – mi madre tiene una hermana, pero al parecer, se pelearon hace mucho tiempo, por lo que hubo una enorme ruptura, que terminó distanciándolas y como la familia de mi madre tomó partido por mi tía, no le hablan a mi mamá, aunque en ocasiones, mi abuela le pide dinero…
El castaño masajeó sus sienes, realmente, Jonathan tenía una familia completamente disfuncional, poco cariñosa, nada apegada y distante; no podía culparlo por ser como era – al menos con tu nana eres más cariñoso – musitó.
-No lo soy…
-Lo eres – aseguró el ojigris – quizá no lo hagas conscientemente, pero le demuestras cariño y afecto, esa sonrisa que le diste cuando te sirvió la comida me lo confirmó.
-¿Qué sonrisa? – el de lentes lo miró con escepticismo.
-Supongo que no te das cuenta porque lo haces automático – Rolando se alzó de hombros – pero de verdad, es notorio que ella saca un lado que intentas ocultar, pero ahora que estoy seguro que lo tienes, voy a conseguir que lo saques conmigo también…
-Buena suerte con eso…
-Aun me quedan algunos días – sonrió – y mira, aquí está el regalo de hoy – sacó un sobre y se lo acercó a su compañero.
Jonathan sonrió divertido e intentó sujetarlo, pero Rolando lo alejó de inmediato.
-No te lo voy a dar, hasta que me digas, ¿qué te han parecido?
-Creí que eso me lo preguntarías al final – el pelinegro acomodó los lentes en el puente de su nariz.
-Tengo curiosidad, es todo…
-¿Solo eso?
El ojigris puso una sonrisa pícara – bueno, también, quiero saber si lo que te he escrito te ha incitado a algo, no sé, ¿a tocarte quizá?
Jonathan lo miró con superioridad y le sonrió con suficiencia – si te dijera que sí, ¿qué pensarías?
-Que estoy logrando mi cometido y quizá, pueda convencerte de hacer algunas de las locuras que mi imaginación crea – se relamió los labios de forma sensual.
El ojiverde levantó una ceja y sin darle tiempo a Rolando de reaccionar, le arrebató el sobre, guardándolo en el bolsillo de su saco, poniéndose de pie de inmediato – pues la verdad, tengo algo que decir…
-¿Qué cosa? – preguntó con ansiedad el otro.
Jonathan se inclinó, para acercarse al oído de su compañero y poder susurrarle – creo que me han dado muchas ganas de probar todas las cosas que has escrito…
Rolando sintió que el calor se adueñaba de su cuerpo y rápidamente se sofocó; eso era un sí, aunque aún no era oficial.
Febrero 6
= = = = =
Rolando llegó a la casa de Jonathan a las cuatro, justo como el día anterior le prometió que lo haría, para respetar sus horarios; al tocar la puerta, una vez más, Blanca le abrió.
-Buenas tardes – saludó el recién llegado.
-Buenas tardes, Rolando – sonrió ella – pasa, Jonathan está en su habitación.
-¿Trabajando?
-Sí, es lo único que hace…
El castaño suspiró y se introdujo al departamento, después de saludar a la nana Ana, caminó a la habitación del pelinegro y tocó un par de veces; cuando le permitió el paso, se introdujo y observó que el ojiverde estaba de pie, hablando por teléfono.
-Te dije que me enviaras la memoria de cálculo desde ayer en la noche, ¡no me vengas con pendejadas, Edgar!
Rolando se sorprendió, jamás había escuchado al otro hablar en ese tono, ni decir palabras altisonantes.
-Tuviste dos malditos días para avanzar en la parte que te tocaba, ¡no digas que no tuviste tiempo! – golpeó el escritorio con el puño – pues a la otra, no vayas a la estúpida fiesta de tu prima, ¡sin antes hacer tu trabajo!
El ojigris caminó hasta la silla que estaba cerca del escritorio y pasó saliva, al ver como el gesto del otro se contorsionaba en una mueca llena de ira.
-¡Tienes una hora! ¡¿Me escuchaste?! ¡Una maldita hora! Quiero ese avance en mi correo, de lo contrario, me deslindaré del equipo y haré mi proyecto solo, pero esta vez, le avisaré al asesor, para que tú y los demás zánganos, no se queden con un mérito que no se merecen, como el semestre anterior, ¡¿me escuchaste?!
Jonathan colgó el celular y lo dejó de lado, antes de palmear la superficie del escritorio con fuerza; su respiración era desacompasada y su mirada verde tenía un brillo asesino.
Rolando dudó un momento, pero finalmente, se atrevió a preguntar – ¿problemas?
El pelinegro lo miró de soslayo, respiró profundamente y se sentó, pasando las manos por su rostro, después de colocar los lentes sobre su cabeza – ¿tú que crees? – preguntó sarcástico.
-Supongo que no es un buen momento…
-No, no lo es – negó el de lentes – hay un retraso en algunos planos del proyecto – masajeó el puente de su nariz.
-Aún es temprano, seguramente lo terminarán…
-No, no lo harán…
-¿Cómo estás tan seguro? – el castaño colocó los codos en sus piernas – además, la de mañana es solo una revisión, aun no es la calificación del parcial.
-Por ese pensamiento es que las personas no terminan sus trabajos – se quejó el pelinegro – dime, ¿tú y tu equipo ya terminaron los planos? ¿Las fachadas? ¿Las perspectivas? ¿Los cálculos de estructuras? ¿Instalaciones básicas? ¿Especiales? ¿El presupuesto del trabajo?
-No – negó – pero hemos avanzado algo…
-‘Algo’ no es “suficiente” – se giró y se acomodó viendo la computadora – voy a tratar de calmarme antes de marcarle a los demás, porque voy a volver a estallar, ya que ninguno ha hecho su parte…
Rolando se puso de pie y caminó hasta colocarse detrás de Jonathan, puso las manos en sus hombros y empezó a mover los dedos para dar un masaje – relájate – dijo lentamente – no ganas nada con estresarte…
-Que sencillo es para ti…
-No es sencillo, pero si te preocupas, eres el único que sufre, tómalo con calma, no tiene de malo sacar una baja nota de vez en cuando…
-Cómo tú estás tan acostumbrado a eso, no te importa, ¿cierto? – el pelinegro lo miró con molestia.
-Pero siempre me repongo – sonrió el ojigris.
Ambos guardaron silencio y Jonathan se dejó llevar por el masaje en sus hombros; Rolando tuvo el impulso de besarlo, pero prefirió alejarse. No quería que el otro pensara que se aprovechaba de la situación.
-¿Sabes…? Me alegra nunca haber hecho equipo contigo en la escuela – dijo con diversión.
-¿Por qué?
-Porque seguramente me hubieses gritado así muchas veces y hubiera terminado odiándote…
El de lentes sonrió – sí, eso es cierto… entre menos conoces a una persona, más la idealizas, así que, te hubieses desilusionado más rápido – levantó una ceja – pero quizá eso hubiese sido lo mejor…
-Yo no lo creo – negó – bueno, como veo que estás ocupado, no te quitaré más tiempo – sacó el sobre que llevaba y se lo dio.
-¿Te vas? – Jonathan se sorprendió por esa acción.
-Sí – asintió el castaño – sé que el tiempo de trabajo es sagrado para ti y mejor te dejo seguir con tus pendientes – sonrió – te veo mañana en la escuela…
-Está bien – asintió el de lentes.
El ojigris caminó a la salida y cuando abrió la puerta, la voz del otro lo detuvo.
-Rolando…
-¿Sí? – preguntó buscando la mirada verde.
-Gracias…
El castaño escuchó la palabra, pero no le dio importancia, pues para él, lo único que quedó en su mente, fue la sonrisa que Jonathan le regaló.
-De… nada – musitó, antes de salir de ahí.
Febrero 7
= = = = =
Durante la mañana, en la escuela, Rolando se dio cuenta que Jonathan discutió con sus compañeros de equipo en el aula y además, los profesores también fueron informados del descontento de sus miembros por la falta de trabajo de unos y el exceso de uno de ellos, aun así, no le permitieron al pelinegro separarse de sus amigos, pues siendo un proyecto tan grande y que abarcaba varias materias, sería un trabajo excesivo para una sola persona, algo que no le gustó en lo más mínimo al universitario.
-¿Sigues molesto? – indagó el ojigris a la hora de comida.
Rolando se había sentado al lado de Jonathan, mientras este comía frituras y tomaba té.
-¿Acaso no se nota? – respondió fríamente.
-No lo tomes a mal… los profesores lo hacen por tu bien…
-No – negó – no lo hacen por mi bien… creo que puedo hacer esto solo y no me lo permiten, lo que conlleva dos resultados simultáneos – entrecerró los ojos – yo, me veré afectado por mis compañeros, teniendo un promedio menor al que espero sacar y ellos se verán beneficiados con mi trabajo, teniendo un promedio mayor al que merecen…
El ojigris suspiró y colocó el codo en el escritorio, recargando el rostro en su mano – y ¿cuál es el plan?
Jonathan levantó una ceja y lo miró de soslayo – ¿por qué me preguntas eso?
-Porque eres una persona con manías, algo obsesivo y muy testarudo cuando se trata de la escuela, así que, obviamente tienes algo en mente.
El pelinegro acomodó los lentes con el dedo medio de su mano izquierda y sonrió de forma cínica – cierto, voy a hacer algo, pero no sería bueno que te lo dijera…
Rolando sintió un escalofrío en su columna por culpa de ese gesto, pasó la mano por su nuca y respiró profundamente – ¿alguna razón?
-Ninguna en especial, pero creo que te puedo demostrar que, aunque no lo parezca, puedo ser espontáneo de vez en cuando…
-¿Qué quieres decir? – algo en el tono de voz de Jonathan, consiguió que Rolando se sintiera inquieto.
-Solo quiero demostrar que no soy tan lineal como crees – dijo con toda seguridad – ahora, dame… – extendió la mano hacia su compañero.
-¿Qué cosa? – indago Rolando confundido.
-Mi regalo, creo que me tomaré un momento de descanso para leer…
-¡¿Aquí?! – el castaño se sobresaltó por lo que el otro dijo.
-¿Qué tiene de malo? – el ojiverde sonrió – muchas de tus fantasías son aquí, en la escuela – se burló – ahora, dame la carta de hoy…
Rolando no estaba seguro de lo que ocurría, pero tampoco se sentía a gusto con la idea de ponerse en contra de Jonathan, así que sacó el sobre y se lo entregó.
-Gracias…
Febrero 8
= = = = =
A las diez de la mañana, los asesores del taller integral, llegaron al aula para ver el avance de los equipos; fue una sorpresa, pues la evaluación real sería al siguiente lunes, pero aun así, el único que faltaba en el aula era Jonathan. Su equipo no pudo explicar su avance, mucho menos mostrar algo del proyecto, pues no habían hecho su parte; cuando los profesores se fueron, Rolando se dio cuenta que Edgar empezó a marcar por teléfono, claramente molesto, pero colgaba, maldecía y volvía a marcar.
“Seguro le está marcando a Jonathan…” pensó preocupado, pues era consciente de que el pelinegro jamás faltaba a la escuela, aún y cuando estaba enfermo.
Su celular vibró en el bolsillo de su pantalón y al revisar, era un número desconocido, así que no respondió, hasta que este mismo número le marcó dos veces más.
-¿Sí? – respondió con seriedad.
-“Supuse que tendría que insistir para que respondieras…”
-¿Jon…?
-“No digas mi nombre…” – interrumpió – “seguramente Edgar y los demás pueden escucharte, porque estás en el aula, ¿cierto?...”
Rolando salió con paso rápido del salón – ya no estoy ahí – anunció al llegar a las escaleras – este no es tu número, ¿dónde estás? – preguntó inquieto.
-“Es mi nuevo número, Blanca me lo entregó hace un momento, porque no quiero que los demás me encuentren…” – explicó.
Rolando entornó los ojos – acaban de hacer una evaluación y…
-“No fue una evaluación, fue una revisión y seguramente mi equipo fue el peor… ¿me equivoco?”
-¿Cómo lo sabes?
-“A las siete de la mañana, hable con el coordinador de carrera y el jefe de departamento de ciencias de la tierra, exponiendo mi caso y a las ocho de la mañana hice mi presentación personal, alegando al hecho de que yo estaba realizando un trabajo completo y complejo, sin ayuda de nadie, por eso los asesores fueron a revisar a los demás…”
-¿Ese era tu plan, de no ser tan lineal? – preguntó con sarcasmo el ojigris – muchos fuimos regañados por no avanzar al proyecto…
-“¿Tú también?...”
-No mucho – negó – la verdad me había puesto a trabajar más para no pensar tanto en ti, pero mi equipo y casi todo el salón sí resultó con amonestaciones, especialmente porque revisaron individualmente…
-“Daño colateral que no preví, pero si no te afectó tanto, no es importante y como seguramente no tienes nada que hacer, te espero en el estacionamiento…”
-Pero…
-“No tardes, Blanca me trajo y solo puedo tomar el transporte urbano a mi casa, si no vienes en menos de diez minutos, no me encontrarás…”
Rolando no pudo responder pues el ojiverde le colgó de inmediato.
El castaño volvió al taller y empezó a guardar sus cosas con rapidez; la gran mayoría de sus compañeros hablaban, se quejaban y parecían inquietos, los únicos que parecían tranquilos, eran los miembros de cada equipo, que sí hacían sus trabajos.
-Me voy – anunció el ojigris a Imanol, su compañero de equipo y líder del mismo.
-Está bien – respondió el otro – pero no olvides el avance para mañana.
-Creo que el avance de mañana ya lo terminé – sonrió el castaño – ten – le entregó la memoria – puedes anexarlo…
Sin decir más, Rolando salió del aula y corrió hacia el estacionamiento. Encontró a Jonathan recargado en su automóvil, tomando un café.
-No te ves bien – dijo cuándo se acercó lo suficiente.
-No he dormido nada – sonrió el de lentes – por eso Blanca no me dejó conducir hoy…
-Bien, te llevaré a tu casa – el ojigris quitó los seguros y se introdujo al vehículo.
-No quiero ir a casa – negó el pelinegro cuando tomó su lugar.
-Entonces, ¿a dónde quieres ir?
-Improvisa, eres bueno para eso…
* * *
Rolando dudó de lo que podía hacer, pero al final, salieron de la ciudad, yendo a uno de los poblados que estaban a casi dos horas de la urbe. Llegaron a una pequeña casa colonial y descendieron del auto.
-¿Por qué me trajiste aquí? – indagó el de lentes.
-Solo improvisé – sonrió el otro – además, tengo hambre y sé que aquí habrá la mejor comida que puedes imaginar.
-¿Aquí?
-¡Rolando! – la voz de una mujer se escuchó y Jonathan puso atención.
Era una mujer menuda, de cabello canoso, algo robusta y con su rostro marcado por la edad; se acercó al ojigris y lo obligó a inclinarse para besarle las mejillas.
-¿Qué haces aquí, hijo? No me digas que te escapaste de tu casa otra vez – dijo con diversión.
-No, abuela – negó – realmente tomé un descanso de la escuela y traje a un amigo.
-¿Amigo? – preguntó la mujer con escepticismo, observando al pelinegro.
-Soy Jonathan Taylor – se presentó con formalidad – compañero de Rolando…
La mujer lo miró de arriba abajo y luego sonrió – bueno, si tú lo dices – dijo con sarcasmo – yo soy Florencia, mamá del padre de Rolando – dijo con diversión – pero pasen, estaba haciendo comida.
-¿Espera visita, abuela? – indagó el castaño al entrar a la casona y yendo al comedor.
-No – negó ella – pero sabes que rento los cuartos de atrás para los trabajadores de la construcción de las industrias y ellos pagan por la comida – rió la mujer – no tardan en venir a comer…
-Debería contratar quién la ayude…
-¿Y qué crees que hago yo aquí? – una chica de cabello castaño salió del fondo – ‘mamá Flor’ solo hace la comida, porque no puedo igualar su sazón.
-¡Mary! – Rolando caminó hasta ella y la abrazó para saludarla – creí que te habías ido a…
-No – interrumpió – alguien debe cuidar a la abuela, lo sabes, ¿verdad?
-Ella debería ir a mi casa o a la casa de alguno de mis tíos para que la atiendan, en vez de quedarse aquí – el castaño entornó los ojos.
-Esta es mi casa – dijo la mujer desde la cocina – aquí me voy a morir y aquí quiero que rieguen mis cenizas, porque dudo que los dejen enterrarme en el patio…
-Ahí tienes la respuesta, ‘primito’ – se burló la chica – y ¿qué te trae por aquí, en miércoles?
-Vine de visita improvisada – sonrió – y traje a un amigo – señaló a Jonathan.
-¿Amigo? – preguntó ella mirándolo de soslayo.
-Sí, amigo – especificó – por ahora – dijo en un murmullo.
La chica sonrió y caminó hasta el ojiverde – un placer – extendió la mano – soy Mary Mendoza, prima de ‘Rolandito’.
-Jonathan Taylor, un placer – aceptó el saludo, pero se mantuvo serio.
-Relájate – ella se alzó de hombros – estamos en confianza…
-Pasen a la mesa…
La pareja se sentó, mientras las mujeres los atendían.
-Por qué me da la impresión que ellas saben algo más de ti – preguntó el de lentes en un susurro.
-Eso… – Rolando sonrió – hace unos meses dije que me gustaban los hombres y algunos de mis familiares se sintieron ofendidos, pero otros me apoyaron – se alzó de hombros – mi familia directa aún está neutral, porque mi padre no cree que sea cierto – explicó – pero mi abuela sí y mi prima también, por eso piensan acertadamente, en esta ocasión.
-No has dicho que somos pareja, o ¿sí?
-No les avisé que vendríamos, así que no podría decirles algo así – sentenció – pero tampoco lo diré, a menos que aceptes…
-Aun no lo he decidido – se burló el pelinegro.
-Aún tengo tiempo…
* * *
Después de comer salieron a recorrer el pueblo.
-Es pequeño – dijo el pelinegro, observando que apenas si eran unas cuantas calles.
-Sí, pero seguramente pronto habrá más cosas, por los parques industriales que están construyendo en los alrededores – señaló sin interés hacia una zona del lugar – por ahora es solo un poblado pintoresco, nada más…
Llegaron a la pequeña plaza del centro y se sentaron en una banca, después de comprar unas bebidas en la única tienda que había.
-Es algo solitario – Jonathan bebió de su té – no hay mucha gente.
-La mayoría son personas mayores, los demás, se fueron a la ciudad a prosperar y eso convirtió este lugar en casi un pueblo fantasma – suspiró el castaño – ahora que los parques industriales están construyendo, hay más movimiento.
-Es un lugar tranquilo y pacífico, especial para escaparse con la novia – dijo mirando al otro de soslayo – hay un motel, ¿cierto? Lo vi cuando íbamos llegando…
Rolando se ahogó con su refresco – ¡nunca he traído a nadie más, aparte de ti, acá! – dijo con rapidez – sería algo grosero, a sabiendas que es mi abuela vive aquí y los chismes vuelan, en cualquier momento se enteraría…
Jonathan sonrió al ver el rostro rojo y avergonzado de su compañero – me alegra saberlo…
Guardaron silencio unos momentos, mientras disfrutaban las bebidas.
-Te traje, porque pensé que querías relajarte – dijo el ojigris, mirando al piso, pues aún se sentía apenado – si no has dormido y has trabajado tanto, seguramente estás cansado.
-Lo estoy…
Jonathan se recargó en el hombro de Rolando.
El castaño sonrió confiado – bueno, es el mejor lugar para esto, ¿no lo crees?
Pero no hubo respuesta a la pregunta, pues el otro se había dormido tan rápido, que en ese momento, caía la lata de té al piso, pues ya no la sostenía.
-Ah… supongo que es demasiada relajación…
Rolando se movió, alejándose un poco de su compañero, pero permitiendo que se acomodara mejor y poder pasarle el brazo por los hombros – te dejaré dormir unos minutos, después nos vamos – dijo con diversión – puedes dormir en el auto…
Dejó su bebida a un lado y movió la mano, obteniendo del bolsillo de su saco un sobre y metiéndolo al bolsillo de la chaqueta de Jonathan.
-Y este es mi regalo de hoy, no quiero olvidar dártelo…
Febrero 9
= = = = =
Jonathan estaba en el aula, ignorando a sus compañeros de equipo, quienes seguían quejándose de que faltó el día anterior.
A la hora de comida Rolando se acercó al pelinegro y se sentó a su lado, moviendo la mano enfrente para que le prestara atención; cuando se quitó los audífonos, habló.
-De nuevo, no dormiste anoche…
-¿Cómo lo sabes? – preguntó con seriedad.
-Blanca me mandó un mensaje – sacó su celular – no quiere que andes solo porque podría pasarte algo y parece que amenazaste con correrla si se metía.
-Tengo que recordar correrla por meterse en mis asuntos – Jonathan habló con frialdad – y, ¿por qué tiene tu número?
-Parece que antes de deshacerse de tu anterior teléfono, lo obtuvo de ahí – sonrió el castaño.
-Por eso no tengo ‘amigos’ que presentarle – gruñó.
-Vamos, es hora de comer.
-Solo comeré frituras y té…
-No – Rolando se puso de pie – si no duermes, mínimo, debes comer bien, anda – lo sujetó de la muñeca – además, no hay nada que hacer, seguramente, tienes todo el avance para la presentación del lunes.
-Aun me falta, quiero terminarla el fin de semana…
-Entonces, aun tienes tres días, guarda tus cosas y vamos…
-¿A dónde iremos que quieres que lleve mis cosas? – Jonathan lo miró confundido.
-Iremos a comer y luego a tu casa, no tiene caso que te quedes aquí…
-Si voy a mi casa, me puedo dormir – el de lentes movió la mano, alejándose del agarre del otro.
-Posiblemente sí – asintió – pero yo me quedaré y te despertaré después de una hora exacta… piensa que es la hora diaria que me debes…
-No lo harás – negó el ojiverde – seguramente me dejarás dormido, con lo cual, perderé toda la tarde y noche…
-¿Crees que lo haría? – Rolando se cruzó de brazos – quiero que confíes en mí, si rompo mi palabra en algo tan simple, no lo harás, ¿cierto? No estoy dispuesto a tirar mis esfuerzos por la borda, aún…
Jonathan dudó un momento, pero luego sonrió – de acuerdo, tienes un punto… está bien, creo que me caerá bien descansar una hora – añadió guardando los archivos.
* * *
La pareja llegó a la casa del pelinegro, comieron y fueron a la habitación.
-Duerme – ordenó el castaño, dejando su mochila en el piso.
-Qué fácil – el de lentes lo miró de soslayo – ¿crees que con solo decirlo, voy a quedar dormido?
-No, pero realmente tú no necesitas mucho, sé que te quedas dormido con facilidad cuando te sientes cómodo y a gusto, así que solo recuéstate…
-Eso no es cierto…
-Lo hiciste dos días, mientras platicábamos – sentenció el ojigris cruzándose de brazos.
-Solo descansaba los parpados…
-No seas infantil, Jonathan – Rolando entornó los ojos – ahora, duerme – repitió tomando asiento en la silla, frente al escritorio.
-Bien – respondió el ojiverde en un tono frustrado.
El pelinegro fue a su cama y se recostó, hundiéndose en el colchón, quitándose los zapatos con unos movimientos de sus pies y lanzándolos lejos; se quitó los lentes, dejándolos al lado de la almohada, se restregó contra las telas suaves y su cabello se desacomodó – ¿qué harás durante una hora? – indagó cerrando los parpados.
-No sé, quizá, escuchar música…
Jonathan ahogó una risita y suspiró – ¿por qué no me lees?
-¿Leerte? ¿Qué quieres que te lea?
-Lo que escribiste para hoy – respondió rápidamente.
Rolando levantó una ceja, luego se incorporó y caminó a la cama, inclinándose a su anfitrión, dejando su rostro cerca del otro – ¿de verdad, quieres que te lea? – preguntó con una sonrisa pícara – a mí me suena a una invitación para que te haga lo que escribí… – susurró, intentando acercar sus labios a los de su compañero.
La mano de Jonathan se movió con rapidez, sujetando el cuello del otro y ejerciendo presión – no te atrevas – siseó – cuando quiera hacer lo que escribes, te lo diré directamente, no necesito excusas para ello, ¿entendido?
-Cla… ro… – respondió el ojigris con dificultad, pues el agarre en su cuello no le permitía hablar.
-De acuerdo – el pelinegro sonrió y lo liberó – ahora, puedes sentarte en la cama a leer.
El castaño pasó la mano por su cuello, dando un ligero masaje en la piel, justo donde el otro lo había sujetado – no tienes que ser tan agresivo…
-Tú no me dejas alternativa – alegó el ojiverde con los parpados cerrados.
Rolando sonrió, se sentó al lado de Jonathan y se recargó en la cabecera de la cama, sacando el sobre de su bolsillo – espero que escuches hasta el final…
-Si no… de todos modos… puedo leerlo… más tarde…
El ojigris sonrió, seguramente no lo escucharía por mucho tiempo, pero le agradaba compartir ese momento con el chico que le gustaba
Febrero 10
= = = = =
Rolando estaba en el aula, observando desde su lugar a Jonathan, con mucho detenimiento. Desde el día anterior, cuando lo vio dormir en la cama, sus deseos por besarlo se habían incrementado; le había fascinado su semblante tranquilo mientras estaba inconsciente y su mente no pudo dejar de pensar en cómo sería poseerlo en ese preciso instante.
-¿Estás bien? – Imanol lo movió por el hombro.
-Ah, sí… claro…
-Pareces algo ausente…
-No, solo… – el ojigris titubeó – solo estoy pensando…
-Te pegó duro el amor, ¿cierto?
Rolando puso un gesto sorprendido y el otro negó – no intentes negarlo, todos sabemos que andas ‘cacheteando las banquetas’ por Jonathan, aunque para todos fue una sorpresa…
-No voy a negarlo, yo mismo lo admití hace días, pero no me ‘pegó duro’ como dices…
Imanol sonrió – que te tenga comiendo de la palma de su mano, como si fueras un cachorrito indefenso no significa que ‘te pegó duro’ ¿eh?
-No estoy así – se quejó el castaño.
-Rolando – su amigo levantó una ceja – en cuanto Jonathan truena los dedos, vas tras él…
El ojigris sonrió – créeme que intento que mi actitud hacia él sea como de un amigo, pues apenas nos estamos conociendo, pero como realmente me interesa, quizá, estoy actuando de manera estúpida, a diferencia de cómo me comportaba con otras personas…
-Es la fase de enamoramiento idiota, seguramente se te pasará, como con todas tus ex… aunque, sería bueno que no…
-¿Por qué?
-Porque has trabajado más que los semestres anteriores – Imanol lo miró de soslayo – creo que Jonathan es una buena influencia para ti…
* * *
-Me intriga tu actitud – la voz seria de Jonathan sacó al castaño de su ensimismamiento.
-¿Mi actitud? – sonrió – ¿cuál?
-Esta – respondió el de lentes fríamente – me invitaste a comer para platicar y según tus palabras, para que despejara mi mente, pero no has probado nada, ni siquiera el pastel – señaló el delicado postre que tenía enfrente, el cual les acababan de entregar – y no has dicho absolutamente nada.
Rolando suspiró, tomó la cuchara y llevó un poco de pastel a su boca, luego buscó la mirada verde, que aún seguía fija en él.
-¿Has pensado en esto?
Jonathan bebió un poco de té – si no me dices a qué te refieres, no sé qué responderte.
-Tengo días intentando acercarme a ti y…
-¿Ya te cansaste? – interrumpió el pelinegro con media sonrisa.
-¡No! – el ojigris negó – la verdad… creo que, esto se me está saliendo de control…
Su compañero lo miró confundido, no entendía esas palabras – ¿en qué sentido?
-Bueno, intento acercarme a ti, pero no sé si tú estás viendo esto como un simple juego divertido – se alzó de hombros – pero, creo que realmente me estoy enamorando de ti, de una manera que no puedo explicar…
-Desde el principio creí que hablabas en serio y no era solo un juego – aseguró el otro, comiendo una cucharada de su pastel – por eso he aceptado el acercamiento, porque creí que eras firme en tus decisiones, pero si ahora dudas, creo que el equivocado fui yo.
-No es eso – el ojigris negó – me gustas desde hace mucho, te lo dije, pero creo que estoy enamorándome de verdad – prosiguió con calma – no es solo por atracción o deseo, incluso tampoco es por mis ansias de hacer cosas pervertidas – sonrió – sino por algo más fuerte emocionalmente.
Jonathan respiró profundamente y después fijó su mirada al exterior del café – si te dijera que no me siento igual que tú, ¿qué harías? – volvió el rostro y miró al otro a los ojos – ¿Te rendirías y alejarías?
Rolando pensó un momento y luego negó – no – dijo serio – te dije que lo iba a intentar hasta el catorce y si me dices eso, me esforzaría más para que al llegar a ese día sientas algo por mí, más que simple atracción física, como dijiste en un principio – sus ojos grises miraron desafiante al otro – tengo palabra y seguiré hasta el final, pero si ese día me dices que no, entonces, te dejaré en paz…
Hubo un momento de silencio entre ambos, hasta que el pelinegro habló – sabía que no me defraudarías – sonrió y comió algo más del pastel – pero ahora tengo curiosidad de saber, por qué pensaste en eso, justamente hoy, a cuatro días de la fecha límite.
El castaño suspiró – es que… Imanol dice que me tienes como ‘perrito’ tras de ti y me puse a pensar, que quizá me estoy comportando como un idiota – confesó – y aunque no lo hago conscientemente, no sé si eso sea bueno o malo contigo…
Jonathan empezó a reír, tardando un poco en recuperar la compostura y luego negó – no estás comportándote como idiota, eso lo dejaste de hacer los primeros días – dijo condescendiente – esa actitud que tienes me gusta, aunque tampoco quiero tenerte como ‘perrito’ tras de mi… quizá el que está actuando inadecuadamente soy yo, por falta de practica en las relaciones sociales – se alzó de hombros.
-Pues, a mí me gusta como hemos llevado esto – el castaño buscó la mirada verde de Jonathan, con algo de ansiedad – aunque realmente me gustaría más si me dieras algo también…
-¿Quieres que te escriba algo?
-No – negó – yo hablaba de algo mejor, algo como… un beso…
El pelinegro acomodó los lentes en el puente de su nariz y sonrió sarcástico – eso no lo tendrás, al menos no hasta el catorce…
Rolando puso un gesto de sorpresa, eso le decía que Jonathan iba a aceptar ser su pareja, de lo contrario, ¿por qué otra cosa querría esperar para darle un beso ese día?
-Ahora – prosiguió el ojiverde – espero mi regalo, pues el de ayer estuvo demasiado interesante…
-¿Lo leíste cuando ya no estaba ahí? – indagó sacando el sobre de su chaqueta.
-Sí, pero me gustó más escucharte leerlo para mí, aunque fuese solo por poco tiempo…
-Eso se puede arreglar – Rolando sonrió y le entregó el escrito – puedo leerte otro día…
-Estoy pensando en algo similar – Jonathan sujetó el regalo – y creo que te va a gustar, cuando te lo diga…
Febrero 10
= = = = =
Rolando estaba en el aula, observando desde su lugar a Jonathan, con mucho detenimiento. Desde el día anterior, cuando lo vio dormir en la cama, sus deseos por besarlo se habían incrementado; le había fascinado su semblante tranquilo mientras estaba inconsciente y su mente no pudo dejar de pensar en cómo sería poseerlo en ese preciso instante.
-¿Estás bien? – Imanol lo movió por el hombro.
-Ah, sí… claro…
-Pareces algo ausente…
-No, solo… – el ojigris titubeó – solo estoy pensando…
-Te pegó duro el amor, ¿cierto?
Rolando puso un gesto sorprendido y el otro negó – no intentes negarlo, todos sabemos que andas ‘cacheteando las banquetas’ por Jonathan, aunque para todos fue una sorpresa…
-No voy a negarlo, yo mismo lo admití hace días, pero no me ‘pegó duro’ como dices…
Imanol sonrió – que te tenga comiendo de la palma de su mano, como si fueras un cachorrito indefenso no significa que ‘te pegó duro’ ¿eh?
-No estoy así – se quejó el castaño.
-Rolando – su amigo levantó una ceja – en cuanto Jonathan truena los dedos, vas tras él…
El ojigris sonrió – créeme que intento que mi actitud hacia él sea como de un amigo, pues apenas nos estamos conociendo, pero como realmente me interesa, quizá, estoy actuando de manera estúpida, a diferencia de cómo me comportaba con otras personas…
-Es la fase de enamoramiento idiota, seguramente se te pasará, como con todas tus ex… aunque, sería bueno que no…
-¿Por qué?
-Porque has trabajado más que los semestres anteriores – Imanol lo miró de soslayo – creo que Jonathan es una buena influencia para ti…
* * *
-Me intriga tu actitud – la voz seria de Jonathan sacó al castaño de su ensimismamiento.
-¿Mi actitud? – sonrió – ¿cuál?
-Esta – respondió el de lentes fríamente – me invitaste a comer para platicar y según tus palabras, para que despejara mi mente, pero no has probado nada, ni siquiera el pastel – señaló el delicado postre que tenía enfrente, el cual les acababan de entregar – y no has dicho absolutamente nada.
Rolando suspiró, tomó la cuchara y llevó un poco de pastel a su boca, luego buscó la mirada verde, que aún seguía fija en él.
-¿Has pensado en esto?
Jonathan bebió un poco de té – si no me dices a qué te refieres, no sé qué responderte.
-Tengo días intentando acercarme a ti y…
-¿Ya te cansaste? – interrumpió el pelinegro con media sonrisa.
-¡No! – el ojigris negó – la verdad… creo que, esto se me está saliendo de control…
Su compañero lo miró confundido, no entendía esas palabras – ¿en qué sentido?
-Bueno, intento acercarme a ti, pero no sé si tú estás viendo esto como un simple juego divertido – se alzó de hombros – pero, creo que realmente me estoy enamorando de ti, de una manera que no puedo explicar…
-Desde el principio creí que hablabas en serio y no era solo un juego – aseguró el otro, comiendo una cucharada de su pastel – por eso he aceptado el acercamiento, porque creí que eras firme en tus decisiones, pero si ahora dudas, creo que el equivocado fui yo.
-No es eso – el ojigris negó – me gustas desde hace mucho, te lo dije, pero creo que estoy enamorándome de verdad – prosiguió con calma – no es solo por atracción o deseo, incluso tampoco es por mis ansias de hacer cosas pervertidas – sonrió – sino por algo más fuerte emocionalmente.
Jonathan respiró profundamente y después fijó su mirada al exterior del café – si te dijera que no me siento igual que tú, ¿qué harías? – volvió el rostro y miró al otro a los ojos – ¿Te rendirías y alejarías?
Rolando pensó un momento y luego negó – no – dijo serio – te dije que lo iba a intentar hasta el catorce y si me dices eso, me esforzaría más para que al llegar a ese día sientas algo por mí, más que simple atracción física, como dijiste en un principio – sus ojos grises miraron desafiante al otro – tengo palabra y seguiré hasta el final, pero si ese día me dices que no, entonces, te dejaré en paz…
Hubo un momento de silencio entre ambos, hasta que el pelinegro habló – sabía que no me defraudarías – sonrió y comió algo más del pastel – pero ahora tengo curiosidad de saber, por qué pensaste en eso, justamente hoy, a cuatro días de la fecha límite.
El castaño suspiró – es que… Imanol dice que me tienes como ‘perrito’ tras de ti y me puse a pensar, que quizá me estoy comportando como un idiota – confesó – y aunque no lo hago conscientemente, no sé si eso sea bueno o malo contigo…
Jonathan empezó a reír, tardando un poco en recuperar la compostura y luego negó – no estás comportándote como idiota, eso lo dejaste de hacer los primeros días – dijo condescendiente – esa actitud que tienes me gusta, aunque tampoco quiero tenerte como ‘perrito’ tras de mi… quizá el que está actuando inadecuadamente soy yo, por falta de practica en las relaciones sociales – se alzó de hombros.
-Pues, a mí me gusta como hemos llevado esto – el castaño buscó la mirada verde de Jonathan, con algo de ansiedad – aunque realmente me gustaría más si me dieras algo también…
-¿Quieres que te escriba algo?
-No – negó – yo hablaba de algo mejor, algo como… un beso…
El pelinegro acomodó los lentes en el puente de su nariz y sonrió sarcástico – eso no lo tendrás, al menos no hasta el catorce…
Rolando puso un gesto de sorpresa, eso le decía que Jonathan iba a aceptar ser su pareja, de lo contrario, ¿por qué otra cosa querría esperar para darle un beso ese día?
-Ahora – prosiguió el ojiverde – espero mi regalo, pues el de ayer estuvo demasiado interesante…
-¿Lo leíste cuando ya no estaba ahí? – indagó sacando el sobre de su chaqueta.
-Sí, pero me gustó más escucharte leerlo para mí, aunque fuese solo por poco tiempo…
-Eso se puede arreglar – Rolando sonrió y le entregó el escrito – puedo leerte otro día…
-Estoy pensando en algo similar – Jonathan sujetó el regalo – y creo que te va a gustar, cuando te lo diga…
Febrero 11
= = = = =
-¡Me voy! – anunció el ojigris antes de salir de su casa, con una mochila al hombro.
-¿Trabajo o visita? – su madre le sonrió, desde su lugar frente a la televisión.
-Ambas – respondió de inmediato.
La castaña lo miró con sorpresa – ¿ya tienes novia de nuevo? ¿Cuándo la conoceremos?
-No es mi novia – el universitario entornó los ojos – y si todo sale bien, la otra semana puedo hacer mi relación más formal – sonrió.
-¿Formal? ¡Que seriedad! – dijo ella con diversión – tu padre querrá conocerla, después de todo, está inquieto por lo que dijiste la última vez – suspiró.
-Y ¿a ti? ¿Te molesta lo que dije en su momento?
-No, al contrario – la mujer sonrió para su hijo – pensé que si era tu decisión, estaba bien, pero quizá tu padre tenía razón y solo lo hacías por diversión o curiosidad y más, si ahora dices que tendrás novia.
Rolando sonrió, caminó hasta su madre – me voy – repitió dándole un beso en la mejilla – y para aclarar – prosiguió con una sonrisa pícara – yo no dije exactamente ‘novia’.
Los ojos miel de la mujer se abrieron con sorpresa, pero no alcanzó a reaccionar antes de que su hijo saliera de su casa.
* * *
Rolando estaba sentado, al lado de Jonathan; ambos trabajaban en sus respectivos proyectos, pues para el castaño, era la única manera de pasar tiempo con el otro ese fin de semana, ya que el lunes tendrían una evaluación y el pelinegro quería trabajar todo el tiempo.
-Jonathan, ¿tienes un momento? – indagó el ojigris.
-¿Qué pasa? – preguntó el otro, sin apartar la mirada de la pantalla de su computadora.
-¿Quieres conocer a mi familia?
La pregunta tan directa, consiguió que el de lentes detuviera su trabajo de inmediato, miró a su compañero de soslayo y frunció el ceño – ¿qué quieres decir?
-Eso – dijo con toda naturalidad – ¿quieres conocer a mi familia?
Jonathan levantó sus gafas y masajeó el puente de su nariz, después suspiró – ¿por qué me preguntas eso en este momento?
-Porque se me acaba de ocurrir – Rolando sonrió.
-Ya conocí a tu abuela y a tu prima – dijo con frialdad.
-Me gustaría que conocieras a mis padres…
-¿Por qué?
-Porque si vamos a ser pareja, quiero que sea algo serio – respondió con franqueza.
-¿Vamos a ser novios? – la voz sarcástica de Jonathan consiguió molestar al ojigris.
-Esa es mi intención – aseguró – si no es la tuya, dime, ¿cuál es?
Jonathan se dio cuenta que había molestado al castaño, así que respiró profundamente antes de hablar – aun no lo sé – negó – me gustas, me atraes, estoy empezando a enamorarme de ti, pero no sé si podamos ser novios formales y normales – se alzó de hombros – y no quiero que solo me presentes a tu familia para presionarme – dijo con toda seguridad – el día que los conozca, quiero poder decir, ‘soy el novio de su hijo’, sin tener que decir ‘empezamos a hablar desde el primero de febrero de este mismo año’.
Rolando se sorprendió por esas palabras y lo que más le había gustado de todo, fue la frase ‘estoy empezando a enamorarme de ti’, pero viéndolo desde el punto de vista del pelinegro, tenía razón; seguramente era complicado aceptar que apenas habían empezado a hablar siquiera.
-Entonces – el ojigris carraspeó – si empezamos a salir… ¿cuándo te gustaría conocer a mis padres?
-No lo sé – Jonathan buscó la mirada de Rolando, acomodó sus lentes y le sonrió – supongo que, eso dependerá de cuanta confianza tengamos en su momento – le guiñó un ojo y volvió a su trabajo.
El castaño sonrió, quizá debía permitir que las cosas ocurrieran sin presionar, después de todo, ya lo había hecho mucho durante los últimos días; respiró profundamente y volvió a su trabajo.
-Jonathan – dijo después de unos minutos.
-¿Ahora qué quieres? – preguntó con claro fastidio el de lentes.
-Dos cosas – sonrió el ojigris – la primera, aquí está tu regalo – le acercó un sobre rojo, que el otro sujetó – y la segunda… ¿me ayudas con el cálculo de la estructura de este cimiento?
El pelinegro lo miró con frialdad pero luego sonrió – está bien, pero solo será esta vez…
Febrero 12
= = = = =
Rolando llegó a la casa de Jonathan a las cuatro y Blanca lo recibió, junto con Ana. Ambas estaban preocupadas porque Jonathan no había dormido y se mantenía despierto tomando té, bebidas energéticas y trabajando frente a su computadora.
Cuando el castaño entró a la habitación, encontró varios planos en el escritorio, sobre la cama y algunos en el piso; varias hojas de cálculo, esparcidas de una manera que no parecían tener orden, pero seguramente para el pelinegro era distinto y también, algunas hojas impresas con perspectivas del proyecto.
-¿Jonathan? – musitó.
-¡Demonios! – dijo el otro sujetando su celular con rapidez – creí haberte enviado el mensaje de que no vinieras – se quitó los lentes y masajeó sus sienes – no puedo atenderte hoy – anunció.
-Me doy cuenta… pero, ayer no tenías tantas cosas…
-Las terminé anoche, estoy en lo último para entregar el trabajo mañana – respondió con frialdad.
-¿No vas a dormir hoy tampoco? – el castaño se acercó al otro.
-Con suerte sí… tú, ¿ya terminaste?
-No – negó – me faltan algunas cosas, pero como sé que no terminaré, solo haré lo que pueda…
-Conformista – reprochó el de lentes con desagrado.
-Lo siento – Rolando se colocó tras la silla y puso las manos en los hombros del otro – pero conozco mis límites…
-Cómo sea y por difícil que parezca, ya me he acostumbrado a eso de ti…
-Y yo sé que cuando estás enojado, es mejor poner distancia de por medio…
-No estoy enojado – aseguró el ojiverde mirándolo hacia arriba.
-Estás irritable porque no has dormido – señaló el rostro – tienes unas ‘ojeras de mapache’.
-¡Deja de burlarte! – gruñó – si no vas a decir nada bueno, mejor déjame en paz.
-De acuerdo, está bien – sacó un sobre rojo y se lo entregó – este es tu regalo…
-Gracias – Jonathan le arrebató la carta.
-Ahora sí, me voy…
El ojigris caminó a la puerta, pues no quería hacerlo enojar más.
-Rolando… – el pelinegro levantó la voz y deteniéndolo antes de salir de su habitación para escucharlo – mañana, después de mi presentación, me iré de la universidad, para venir a dormir, no te veré hasta el martes…
-Te daré la carta apenas te vea al llegar – anunció el castaño – no te preocupes…
-No es por eso – negó y lo miró con frialdad – el martes, no iré a la escuela – Rolando quiso reclamar, pero el ojiverde no se lo permitió – ni tu tampoco – sonrió divertido – no lleves tu auto, espérame en el acceso principal a las siete, pasaré por ti, ¿de acuerdo?
-Está… bien… – respondió el castaño en un murmullo y Jonathan se giró, volviendo a su trabajo, dejándolo algo confundido.
Febrero 13
= = = = =
A pesar de ser día de revisión, no muchos de los que participaban en el taller llegaron a las siete de la mañana, pues la gran mayoría estaba aún trabajando, imprimiendo o intentando terminar en sus casas.
El único que estaba en el aula era Jonathan, quien dejó su documentación en el escritorio de manera inmediata, trabajando en solo afinar unos detalles en un programa de cálculo de presupuestos, pues esa parte debía entregarla en una memoria.
Antes de las ocho, Rolando y su equipo, llegaron corriendo al aula, Jonathan le dedicó una mirada al castaño y le sonrió; el ojigrís le correspondió la sonrisa y le guiñó un ojo, aunque le causaba curiosidad verlo tan tranquilo, pues no estaban sus compañeros ahí.
Los asesores ingresaron al aula a las ocho, ya que estarían ahí hasta las once; se abriría otro horario de revisión, después de las tres de la tarde, pero con una penalidad de diez puntos para aquellos que eligieran dicha revisión.
El primero en presentar fue Jonathan y lo hizo de manera individual, sorprendiendo a sus profesores por el trabajo tan completo que entregó, pues al ser un proyecto semestral, no esperaban que les mostrara tanto avance, adelantándose por mucho a los requerimientos para esa primera evaluación.
-¿Dónde está tu equipo? – indagó uno de los cinco asesores.
-No está – respondió con frialdad el ojiverde – este trabajo lo hice yo solo, ellos no me ayudaron más que a recopilar información, misma que entregamos a finales de enero como primer avance.
Los profesores se miraron entre sí.
-Taylor, de verdad, ¿piensas seguir solo con el proyecto? – preguntó su profesor de administración.
-Soy más capaz de esa manera – acomodó sus gafas – sé que el trabajo es en equipo y no quiero discutir en eso, pero ya expliqué la situación con anterioridad – prosiguió con aplomo – mi equipo espera que yo realice el trabajo solo, como el semestre anterior y conseguir una calificación que no merecen…
-Comprendemos tu punto… – anunció su profesor de diseño, mientras analizaba las perspectivas.
-Y te damos toda la razón – prosiguió el de estructuras, observando los planos de las especificaciones técnicas.
-Pero esto es por tu bien – dijo el profesor de instalaciones – si sigues trabajando de esta manera, antes de terminar el semestre, puedes enfermar…
Jonathan respiró profundamente – creo que prefiero arriesgarme a permitir que unos arribistas se queden con mi proyecto, sin siquiera tener la decencia de preguntar por el mismo o presentarse a primera hora…
-Jonathan – el jefe del departamento entrelazó los dedos cerca de su rostro – nos gustaría que lo pensaras mejor – sonrió – prometo que te apoyaremos a ti y si nos dices que ellos no trabajaron, lo entenderemos, pero nos gustaría que confiaras en alguien más y te poyaras en otra persona, por lo menos…
El pelinegro suspiró, se cruzó de brazos y luego pasó la mano por su barbilla – creo que… puedo confiar en alguien…
-Eso es bueno – sonrió el hombre – deberías darle la oportunidad de ayudarte.
-No puedo – negó.
-¿Por qué? – preguntó otro profesor – ¿no es de esta carrera? O ¿está en otro semestre?
-Es de esta carrera y está en este semestre, incluso en este mismo taller – sonrió – pero está en otro equipo y no sé si quisiera acompañarme, para trabajar a mi ritmo.
-¿Quién? – preguntaron los cinco de manera inmediata, pues estaban más interesados en que el universitario se integrara, ya que no lo había hecho en nueve semestres y si salía de la universidad, sin aprender a confiar en alguien más, seguramente tendría problemas laborales.
-Rolando Mendoza – respondió con seguridad – hemos tenido un poco de acercamiento, e incluso, este fin de semana trabajamos juntos, aunque cada uno en su respectivo proyecto, por eso creo que, podemos hacer un buen equipo.
Los profesores se miraron entre si y buscaron entre los pocos alumnos que estaban en el aula, encontrándose con el castaño, hablando con uno de sus compañeros de equipo; conocían a Rolando, no se esmeraba más que lo necesario, pero estaba por encima del promedio, así que podrían intentarlo.
-¡Mendoza! – la voz del jefe de departamento retumbó en el salón.
Rolando levantó el rostro y el hombre le hizo una seña para acercarse; el ojigris titubeó, pero caminó hasta los escritorios donde estaban revisando a Jonathan.
-¿Sí? – indagó con precaución.
-¿Cómo vas con tu proyecto? – indagó el de administración.
-Ah, bueno, no hemos terminado, pero le avanzamos mucho – señaló hacia atrás – Imanol está terminando de compilar la información y…
-¡Pineda!
Imanol levantó el rostro y sintió que el tiempo se detenía, pues todavía no acomodaba lo que faltaba – ah… aún no terminamos, ‘profe’… – sonrió nerviosamente desde su lugar.
-Ven acá – dijo el profesor de estructuras.
El universitario caminó con rapidez, no sabía que era lo que podían querer.
-¿Cómo ha trabajado Mendoza? – le preguntaron cuando llegó al lado de su compañero.
-¿Rolando? – levantó una ceja y pasó la mano por su cabello – pues, bien – respondió escuetamente.
-¿Ha participado en el proyecto? ¿Ha realizado trabajo?
-Sí – asintió – de hecho, se ha esforzado más que nunca – dijo a modo de burla – y trabajó más que todos estas últimas semanas, aunque no es perfecto, pero si ha mejorado…
-¿Alguna razón en particular, Mendoza?
El castaño pasó saliva y sonrió nervioso – bueno, es que… algunas cosas que no entendía, Jonathan me ayudó, así que pude avanzarle mejor…
-Así que, ¿Taylor hizo tu trabajo?
-¡No! – Rolando negó de inmediato – hemos trabajado juntos, pero yo he hecho todo, él solo me guió cuando no entendía algo, pero todo es mío – aseguró – además, él está trabajando solo en su proyecto, no ha dormido bien, no tendría tiempo para hacer mi trabajo…
Jonathan sonrió casi imperceptiblemente, mirando de soslayo al otro.
-Bien… siendo así, tengo una pregunta, para ambos – dijo el jefe de los profesores – ¿tiene alguno, un inconveniente, para que Mendoza deje su equipo y se una a Taylor en el proyecto?
-¡¿Yo?! – el ojigris se sorprendió.
-¡¿Él?! – Imanol lo señaló con escepticismo.
-Sí – asintió el hombre – los compañeros de Taylor no parecen querer trabajar y él, nos acaba de decir que trabajó a tu lado y que posiblemente puedan hacer una buena pareja.
“Pareja…” la palabra retumbó en la mente de Rolando.
-Pues… – su amigo dudó – yo no le veo problema – se alzó de hombros – si él quiere, está bien, aunque ya estamos a mitad de febrero, quien sabe cuánto tarde en ponerse al corriente.
-No creo que se me dificulte ponerlo a trabajar – sonrió el de lentes, mirando de soslayo a Imanol.
-Siendo así – el asesor miró a Rolando con seriedad – Mendoza, ¿quieres ser pareja de Taylor?
-¡Por supuesto! – respondió el castaño sin dudar.
-Compañeros de equipo – corrigió el pelinegro con frialdad – es el termino más adecuado en este momento, para que no se preste a malinterpretación…
El ojigris pasó saliva y sonrió nervioso – sí, lo sé – carraspeó – quiero decir que me gustaría formar equipo con él – dijo tratando de sonar más profesional.
-Bien – sonrió el profesor – hoy revisaremos el avance que llevabas con tu equipo y la próxima evaluación, veremos lo que sucede con ustedes – señaló a ambos.
-Pero, en caso de que no se puedan poner de acuerdo – otro asesor interrumpió – dejaremos la posibilidad de que puedas volver a tu anterior equipo, Mendoza, ¿de acuerdo?
-Sí, claro – asintió.
Todos sabían la razón, era obvio que conocían a Jonathan; si algo no se adecuaba a su manera de trabajar y si no se acoplaban, sería Rolando quien quedaría a la deriva.
-Vuelvan a su lugar, terminaremos de revisar el avance de Taylor…
Los dos regresaron a su lugar.
-Es una buena oportunidad – Imanol le sonrió – ahora puedes estar más tiempo con él…
-Sí – asintió el castaño.
Rolando tomó su lugar, observando cómo terminaban de calificar a Jonathan; le hicieron algunas correcciones, marcándole planos y fachadas con algunos detalles. El castaño sonrió al notar como el ojiverde apretaba los puños, cada que sus maestros rayaban con marcador rojo e indeleble sobre los planos y hojas con detalles; era obvio que le molestaba que le mostraran sus pequeños errores, pues era perfeccionista hasta la médula y le fastidiaba darse cuenta que no podía serlo del todo, al menos, no solo.
Casi media hora después, le entregaron los planos y unos documentos, ya que otros lo revisarían más a detalle en los siguientes días, igual que el avance en la memoria; su calificación hasta ese momento era de promedio 90, pero tendrían la calificación oficial del parcial hasta el miércoles.
Jonathan volvió a su lugar y empezó a guardar sus cosas, fue en ese momento que el equipo de Rolando se puso de pie, para ir a revisión; mientras sus compañeros acomodaban los planos e información en la mesa, el castaño se acercó al ojiverde.
-Ya te vas, ¿cierto? – peguntó en voz baja.
-Sí – asintió – Blanca de seguro me está esperando en el acceso.
-¿Cuándo nos pondremos de acuerdo para el proyecto?
-Mañana hablamos de eso – sentenció el de lentes – hoy necesito descansar.
-De acuerdo – sonrió el ojigris – entonces, toma – le entregó el sobre rojo – tu regalo.
-Lo sé – sonrió el pelinegro – te veo mañana, a las siete, en el acceso más cercano a la facultad, ¿de acuerdo?
-Ya te había dicho que sí…
Jonathan le dedicó una sonrisa y siguió acomodando sus cosas para retirarse.
-Rolando… – Imanol llamó a su amigo, pues era momento de su presentación.
El castaño caminó hasta su equipo, pero a pesar de estar poniendo atención, observó de soslayo cuando Jonathan salía del aula.
Febrero 14
= = = = =
Rolando salió de su casa a las seis, ya que no quería llegar tarde a la escuela; seguramente si lo hacía, Jonathan se enojaría con él. Se había puesto una camisa manga larga azul marino, un pantalón casual en negro y una chaqueta gris, aunque tuvo que usar una chaqueta extra y una bufanda, pues ese día en particular, había amanecido muy frío; en su mano, llevaba una bolsa de regalo.
Llegó a la facultad a las seis con cuarenta y esperó, sentado en una banca; pocos minutos antes de las siete, los alumnos empezaron a llegar, aunque ninguno era de su taller, pues seguramente todos faltarían porque ya habían tenido la evaluación el día anterior y debían descansar.
A las siete en punto, el automóvil de Jonathan se detuvo frente al castaño; apenas iba a descender pero Rolando no se lo permitió, yendo de inmediato y entrando con rapidez.
-¡Buenos días! – dijo con emoción y ansiedad.
-Buenos días – sonrió el otro de lado – ¿tenías mucho esperando?
-No – mintió.
-Sí, lo tenías – aseguró el ojiverde, iniciando el trayecto.
-Bueno, sí, es cierto, tenía mucho tiempo esperando – admitió por fin el otro – es solo que, sé bien que te gustan las cosas a tus tiempos, no me iba a dar el lujo de hacerte enojar, no este día – especificó.
Jonathan sonrió divertido – no vas a poder hacerme enojar este día, ni aunque te lo propongas – aseguró.
-Eso espero – Rolando respiró profundamente – ¿a dónde vamos? – indagó con curiosidad.
-Iremos a un lugar especial, que Blanca me hizo el favor de rentar y preparar, para hoy.
-¿De verdad?
-Sí – asintió y tomó una avenida principal de la ciudad – de hecho, está algo retirado, pero dijo que tuvo suerte de conseguirlo, pues es un día especial, ya sabes…
-Me sorprende que te tomaras tantas molestias – Rolando lo miró con algo de escepticismo.
-Tengo dos razones para ello, la primera, quería darte un buen regalo, después de todo, te esforzaste todos estos días dándome algo especial – sonrió – no quería que pensaras que eras el único que lo hacía.
Esa respuesta hizo que el ojigris respirara más tranquilo – y, ¿la segunda?
-Esa la sabrás en su momento…
Rolando frunció el ceño, pero pensó que era otra manía de Jonathan. En el camino, hablaron poco, pues el castaño observaba a todos lados, sin saber hacia dónde se dirigían con exactitud, pero algo llamó su atención; Jonathan sacó de la guantera una paleta de caramelo y la llevó a su boca.
El ojigrís jamás lo había visto comer una paleta.
-¿Ocurre algo? – indagó el de lentes, sosteniendo la paleta en su mano.
-Es que… no sabía que gustaras de esos dulces…
-No son mis favoritos, ciertamente – se alzó de hombros, sin apartar la mirada del camino – pero, en tu primer carta, especificabas que me dabas una paleta de cereza, para “observar como jugueteaba con ella…” – dijo en un tono burlón – pensé que traerías una hoy, pero ya ha pasado un rato desde que salimos de la ciudad y no me diste nada – explicó – tienes suerte de que haya tomado precauciones – finalizó, llevando el caramelo a su boca, jugando con la punta en sus labios.
Los ojos grises se abrieron con sorpresa, recordaba esa parte, “deseaba probar sus labios, delgados y suaves, así como su dulce sabor a cereza…” y su corazón dio un vuelco.
“¿Acaso quieres complacerme?...” se preguntó con algo de nervios, deseo y excitación, había escrito muchas cosas, difícilmente podrían cumplir todas, especialmente si no sabía a donde iban y más, porque la gran mayoría se llevaban a cabo en la facultad.
Jonathan lo miró de soslayo, sonrió y se relamió los labios de forma sensual, consiguiendo que el calor inundara su cuerpo.
* * *
-¿Esto está bien? – el castaño parecía confundido al llegar a su destino.
-¿Por qué no estaría bien? – indagó el ojiverde con media sonrisa – ¿acaso no te gusta?
Rolando lo miró de soslayo – no es eso, al contrario – dijo aún sin salir de su asombro – pero, no imaginé que vendríamos a un sitio como este.
-Tuve que improvisar – se alzó de hombros y estacionó el automóvil – permíteme, voy por las llaves y vuelvo.
Rolando asintió, quedándose en el automóvil y observando alrededor. Sabía de esas cabañas; eran lugares alejados, con miras a reuniones o fines de semana familiares, pero normalmente eran usadas para escapadas románticas, porque tenían todas las comodidades y privacía que no daba un hotel en el centro de la ciudad, ni siquiera un motel a las afueras.
Aún hacía frío a pesar de que ya eran pasadas las nueve de la mañana, porque estaban en las montañas y era obvio que en la punta de las mismas, había nevado.
-Qué bueno que traje doble chaqueta…
Jonathan regresó y se introdujo en el automóvil, con una sonrisa de satisfacción.
-¿Pasó algo? – preguntó el castaño.
-No – negó – las cosas están bien, ya prepararon lo que Blanca pidió, a veces hace un buen trabajo – se burló.
El pelinegro encendió el auto y se adentraron por un camino empedrado, llegando unos minutos después, a una cabaña de madera, rodeada de coníferas pero como todas, alejada de las otras.
La pareja bajó del automóvil y Jonathan subió primero los escalones, para poder abrir la puerta; Rolando lo siguió y se sorprendió de ver el interior. Los adornos eran para un día romántico, con algunas flores, velas e incluso, la chimenea estaba encendida.
-¿Qué tal? – preguntó el de lentes.
-No sabía que fueses tan… romántico – se burló el ojigris.
-Fue idea de Blanca – se alzó de hombros – ya sabes que soy más práctico, solo quería que encendieran la chimenea – señaló el fuego – y que trajeran las bebidas.
-¿Bebidas?
-Sí, bebidas – sonrió y se quitó la bufanda, lanzándola a un sillón, mientras se quitaba la chamarra que portaba.
Rolando se acercó a su compañero y le ofreció la bolsa de regalo – toma – sonrió – es para ti.
El ojiverde sujetó la bolsita y sonrió – ¿algo especial para hoy?
-Sí y espero que te guste – dijo con algo de vergüenza – no sabía que podía darte que te gustara, así que, improvisé…
-Eres bueno para eso – el pelinegro miró con ilusión el obsequio – pero, lo abriré después, si no te molesta.
-Está bien, ábrelo cuando quieras…
Jonathan dejó el obsequio cerca de su ropa y caminó a la cocineta, sacando del mini bar una botella de vino y sujetando dos copas, volviendo con su compañero a la sala – toma – le ofreció una copa, aún vacía.
-¿No crees que es muy temprano para tomar?
-Bueno… – se quitó con movimientos simples los zapatos que portaba, lanzándolos a la entrada – en tu fantasía del día cuatro, me ponías ebrio y te aprovechabas de mí… así que, ¿por qué no hacerlo?
El ojigris sonrió divertido – deja me quito los zapatos – anunció y dejó la copa en la mesita del centro, mientras se sentaba a desabrochar los botines que traía.
Jonathan lo observó curioso, pero dejó la botella y la copa, al lado de la otra, esperando con paciencia a que el otro terminara su tarea; cuando Rolando terminó su tarea, se incorporó.
-¿Ya te arrepentiste? – indagó confundido.
-No – negó – pero creo que, antes de beber, deberías probar mi boca con sabor a cereza, sino, se perdería el sentido de mi sacrificio, chupando la paleta, ¿no lo crees?
El castaño parpadeó sorprendido y más, cuando sintió las manos de su compañero en sus hombros, moviéndose con lentitud a su nuca, acercando su rostro de manera insinuante; aún con algo de duda, colocó las manos en los costados de Jonathan y lo besó.
El beso empezó lento, pues al ser el primer contacto que tenían, Rolando decidió tomarlo con calma; su lengua recorrió los labios, antes de juguetear con la otra lengua húmeda y traviesa, que lo incitaba a aumentar el ritmo.
Al separarse, ambos respiraban agitados, pero el ojigris se dio cuenta de que las gafas del otro estaban empañadas.
-No ves nada – dijo con diversión.
-Sí, ese será un problema – se alzó de hombros – pero no pensabas en eso en tus escritos, ¿sabías que tienes un fetiche con las gafas?
-Sí, creo que por eso, fue la primera cosa que me gustó de ti.
Jonathan se quitó los lentes, los limpió y volvió a colocar en su lugar, antes de abrir la botella y servir el líquido.
-Ahora sí – le entregó al ojigris una copa llena – espero que tu si resistas el alcohol.
-He bebido algunas cervezas antes – dijo con seguridad – pero jamás vino, ¿tú?
-Lo tolero un poco, creo…
Ambos se bebieron completamente el líquido de la copa, mientras intercambiaban miradas; Jonathan volvió a servir vino y una vez más bebieron, aunque el pelinegro solo le dio un ligero sorbo, dejó la copa de lado y empujó lentamente a Rolando, hasta sentarlo en el sofá, acomodándose sobre sus piernas.
-Fantasía del día dos – sonrió y besó la comisura de los labios del castaño – que tome la iniciativa, porque me has estado ignorando – besó el mentón – eso es complicado, yo soy normalmente quien te ignora.
-La verdad – el ojigris dejó que el otro lo besara a su gusto – eres completamente opuesto a todo lo que creí saber de ti – sonrió – pero me gusta… me gustas… – aseguró, moviendo la mano para dejar la copa a un lado.
Las manos de Jonathan se movieron por encima de la ropa, mientras bajaba besando el cuello, restregándose contra el cuerpo de su compañero; volvió a subir y mordisqueó el lóbulo de la oreja – ¿de verdad, te gusta? – preguntó en un murmullo.
-Mucho… – respondió moviendo las manos para acariciar la espalda del ojiverde – demasiado…
-Aun no estoy ebrio – se burló el de lentes y se alejó un poco – ¿te gustaría esperar? – sujetó ambas copas y acercó una al castaño, mientras el daba otro sorbo a la suya – o ¿prefieres dejar esa fantasía para después? Te la cumpliré obviamente…
Rolando se bebió el líquido de golpe y sonrió – ¿de verdad me permitirías aprovecharme de ti?
-Si te doy permiso, ya no sería ‘aprovechar’ – le guiñó un ojo – pero si quieres que te diga que estaré bien, solo para calmar tu conciencia, te diré que… – le dio otro pequeño sorbo a su bebida – no debes preocuparte por eso…
El castaño se incorporó y volvió a besarlo con pasión, le gustaba esa faceta de Jonathan, algo más liberal, sin preocupaciones, ni un itinerario de por medio; por primera vez, no le dijo que tenían solo una hora o dos, solo estaban disfrutando el momento y era algo que no solo rompía la rutina a la que se había acostumbrado, la cual llegó a aceptar que no era tan mala, pero consideraba que tener un momento sin restricción de tiempo, podría hacer la diferencia si eran pareja. Rolando bajó por el mentón y llegó al cuello dónde aspiró el aroma que ese día desprendía el otro, disfrutándolo como nunca antes, no solo porque era un olor más delicioso a su parecer, sino porque podía hacerlo de manera más íntima.
-Hoy… hueles distinto – musitó el ojigris.
-¿Te diste cuenta?
-Desde que subí al automóvil – prosiguió en medio de besos.
-Es un perfume especial… – sonrió el de lentes – te gustaría beber aquí o, ¿prefieres la habitación? – indagó en medio de los besos y las caricias.
-Mejor la recámara – respondió el castaño besándole el cuello con demanda y dejando ligeras marcas rojizas – será más sencillo, ¿no lo crees?
-Sí, es la mejor opción – asintió el pelinegro y se movió para depositar un beso en los labios de su pareja.
Rolando se relamió los labios y sonrió; el primer beso con sabor a cereza le gustó, pero ahora, con el sabor a licor, le parecía excitante. Ambos se pusieron de pie, caminaron hacia la alcoba, con las copas nuevamente llenas y la botella a medias; el lugar también estaba decorado de manera romántica, además de tener algunos chocolates, flores y velas aromáticas.
-Parece que Blanca tiene muchas ideas románticas – se burló el ojigris.
-Pues, le dije que pidiera lo que ella pediría para pasar un día con su novio – Jonathan suspiró y dejó la botella en un buró – quizá no fue la mejor manera de decirlo…
-¿Ella tiene novio?
-No…
Por un momento guardaron silencio y luego empezaron a reír; pasaron unos segundos y ambos intentaron recuperar la compostura, respirando profundamente, posiblemente el alcohol les estaba afectando ya.
Rolando se movió, abrazando al otro por la espalda y hundió el rostro en su nuca – así que, ¿querías ayuda para pasar un día con tu novio?
El pelinegro movió la cabeza, para permitirle más acceso a él – te dije que nunca he tenido uno, no tengo experiencia realmente, más que lo que he visto en películas y lo que he leído, digamos que todo es teórico, así que preferí confiar en alguien más y es la más cercana a una ‘amiga’ que tengo…
Esa declaración le pareció adorable al castaño, se alejó terminó el contenido de su copa con rapidez, e hizo girar al ojiverde, besándolo de nuevo, con mayor intensidad y demanda. El de lentes recibió el beso y correspondió la caricia, pero permitiendo que el otro llevara el control.
Las manos de Rolando se movieron con desespero, tratando de desvestir a su compañero con rapidez, aunque solo pudo desabotonar la camisa y no completamente; el pelinegro se alejó un poco, dejó la copa en el buró y volvió a su lado quitándole la camisa, dejando el torso desnudo y el pantalón solo con el ’zipper’, pues le quitó el cinto y desabrochó el botón.
-Recuéstate… – musitó el de lentes, aun en medio de besos ansiosos.
-¿Por qué? – preguntó el ojigris, besándolo con mayor intensidad, succionando los labios delgados que tantas noches soñó con degustar.
-Siempre has querido que te la ‘chupe’, ¿o no? Es algo muy recurrente en tus cartas…
-No puedes culparme…
-No, eso es cierto, pero quiero hacerlo – se relamió los labios – ¿acaso no quieres?
El castaño no respondió, rápidamente se acomodó sobre el colchón, esperando con impaciencia, pero Jonathan se movió con lentitud, le sirvió más vino en la copa y se la entregó, después se alejó unos pasos.
-¿A dónde vas? – indagó el ojigris – ¿no dijiste que me la chuparías?
-Lo haré – asintió – pero primero… carta del día siete – le sonrió – tu fantasía era que me desvistiera frente a ti…
La sonrisa se dibujó en el rostro de Rolando y bebió un sorbo de la copa, mientras recorría el cuerpo de su compañero con la mirada. El de lentes empezó a moverse, ondulando la cadera, mientras terminaba de desabrochar su camisa, quitándola con suma lentitud y lanzándola a un lado; se desabrochó el pantalón y metió la mano en su entrepierna, para después girar, inclinándose, quitándose la prenda lentamente y mostrándole su trasero al otro.
El castaño pasó con dificultad el trago de vino, pues la ropa interior que el ojiverde portaba era pequeña y dejaba al descubierto sus nalgas redondas, además, traía un liguero y unas medias altas, que le cubrían las piernas, que parecía haberse depilado.
-Fantasía del día nueve – sonrió Jonathan, mirando al otro por encima del hombro, a la par que sus manos acariciaban su trasero – ropa interior atrevida en clase, aunque claro, no fuimos a la escuela hoy…
Un giro lento, sin dejar de mover el cuerpo y el pelinegro quedó de frente una vez más – ahora sí, cumpliré tu fantasía recurrente antes de lo demás – dijo con sensualidad y se movió hasta la cama, subiendo y gateando sobre el colchón.
Rolando no se movió, estaba completamente bajo el encanto de su compañero, quien parecía haberlo hechizado; el de lentes le quitó el pantalón y la ropa interior, dejándolo desnudo.
-Debo recordarte que no tengo experiencia – anunció mirando al otro por encima de las gafas – así que, siéntete libre de manejarme a tu antojo, como siempre imaginas…
Humedeció sus labios con saliva, al pasar la lengua por ellos y luego, se acercó a la punta, estimulando la piel con lentitud y poco a poco, bajando por el prepucio, e introduciendo el miembro en su boca. Empezó un movimiento lento, tratando de acariciar con labios y lengua, algo que el castaño disfrutó sobremanera, pero no podía controlarse por mucho, así que, terminó su bebida, dejó la copa de lado y puso las manos en el cabello negro, empezando a guiar al otro con facilidad, invadiendo la boca sin consideración, hasta llegar a la garganta.
Jonathan parecía quejarse por el trato, pero en ningún momento hizo el intento por alejarse, al contrario, abrió tan grande la boca como le era posible, para permitirle el paso hasta dónde el otro deseara.
El ojigris estaba cumpliendo su fantasía de masturbarse con la boca del otro y además, lo disfrutaba como jamás lo hizo durante el sexo oral, pues aunque algunas de sus novias se lo hicieron, tampoco lo hacían bien, ni le permitían tener el control porque decían que se ahogaban; por eso no tardó mucho tiempo en llegar al clímax. Sujetó sin consideraciones los mechones negros, alejó el rostro de Jonathan y le ensució el rostro, las gafas y algo de cabello, con su semen.
A pesar del trato rudo, el ojiverde parecía perdido en el momento; sacó la lengua y limpió el semen que tenía cerca de su boca.
-No está mal – dijo en un murmullo – pero necesitaré practicar mucho para acostumbrarme… – pasó los dedos por sus mejillas y llevó algo del líquido viscoso a su boca, succionando insistente sus dígitos.
-Ven – Rolando lo llamó en un murmullo, pues apenas estaba recuperando el aliento.
Jonathan sonrió y se movió con sensualidad sobre el cuerpo del otro, acercándose al rostro y besándolo de nuevo; cuando se separaron, Rolando pasó la lengua por las mejillas aún manchadas de semen y el pelinegro se expuso sumisamente.
-Fue maravilloso – aseguró el ojigris.
-Es solo el comienzo – sentenció el otro y se alejó – vuelvo, voy a ocupar algo para la fantasías del cinco y del once, además de limpiar mis gafas…
El castaño se recostó contra el colchón, completamente exhausto y respiró profundamente; estaba feliz a pesar de que solo había sido una felación. Buscó la copa que había quedado a un lado, pero prefirió la de Jonathan, pues se había acabado el vino de la propia.
-‘Fantasías del cinco y del once…’ – musitó colocando la mano sobre su frente – no recuerdo cuales fueron – sonrió divertido y dio un trago grande al vino – ¿piensas cumplirlas todas? – se preguntó con curiosidad – no creo que sea posible…
-Volví – la voz de Jonathan lo sacó de sus ensimismamiento – es bueno que la cabaña esté tibia por la chimenea – sonrió – así puedo andar desnudo sin problemas – se alzó de hombros y llegó al lado de la cama, dejando una lata en el buró.
-¿Qué es esto? – indagó el castaño, estirando la mano y sujetando el recipiente.
-Crema batida – respondió el otro como si fuese lo más normal del mundo – fantasía del día once y – se inclinó, metiendo la mano bajo la cama y sacando una pequeña maleta – aquí está lo que usaremos para los demás días…
-¿Estás seguro de esto? – preguntó con escepticismo
-La pregunta sería, ¿tú estás seguro? – sonrió el ojiverde – porque yo ya tomé una decisión…
Rolando pasó saliva y lentamente asintió.
-Entonces, empecemos…
Jonathan se movió, sentándose sobre el cuerpo de su pareja, cercano a su sexo, acariciando el torso, los brazos, todo lo que alcanzaba, sin dejar de besarlo de manera sensual; los dedos del ojiverde se entrelazaron con los de Rolando y subió sus brazos. El castaño estaba perdido en las caricias y el momento, que no se dio cuenta hasta que el otro se alejó.
-¿Qué…? – intentó incorporarse pero no pudo – ¿qué pasa? – preguntó al ver que sus muñecas estaban sujetas a la cama con unas esposas.
-Fantasía del día cinco – respondió el pelinegro – esposas, juguetes y algo de sometimiento…
-Pero, ¡las esposas las ibas a usar tú! – se quejó.
-Sí, en tu fantasía así era pero, aunque voy a cumplirlas, quizá no sea como tu esperabas –sonrió – por cierto, si no te diste cuenta, he hecho que bebas más que yo y además, desayuné en casa, algo que tu seguramente no hiciste – se alzó de hombros – así que el alcohol te debe haber afectado un poco más que a mi…
-Jonathan, esto no es…
-No es lo que esperabas pero, recuerda que no puedes pensar en hacerle algo a alguien, si no estás dispuesto a recibir el mismo trato.
El de lentes se movió, inclinándose a la orilla de la cama, estirando el brazo y sujetando algo de la caja; mientras Rolando intentaba soltarse, porque no se sentía cómodo con la situación. Jonathan se incorporó, dio un sorbo al vino y luego se inclinó a besar a su compañero, depositando el líquido en la boca y sin apartarse, hasta que el otro lo tragó.
-¡Ya no quiero! – sentenció el castaño aún molesto.
-Lo sé y ya no te daré más – negó – eso solo era para que pasaras la pastilla…
-¡¿Qué pastilla?! – preguntó asustado el ojigrís, imaginando la respuesta.
-Fantasía del día seis… – sonrió el ojiverde y luego lo miró fríamente, poniendo un gesto que hizo estremecer al otro – afrodisiacos…
Rolando pasó saliva con nervios; no le agradaba la idea de lo que pasaría después.
-Pero, debo ser justo y decirte la verdad – Jonathan movió la mano y acarició los labios de Rolando – mi perfume trae feromonas – le guiñó un ojo – así que desde que subiste a mi auto, empecé con lo de los ‘afrodisiacos’.
Los ojos grises se abrieron con sorpresa.
-No sé si de verdad funcione – confesó el de lentes – así que, mejor ir a lo seguro con las pastillas, ¿no crees? – le guiñó un ojo – ahora, volvamos con la crema batida – sujetó el bote y esparció un poco por el pecho de su pareja.
-¡Está fría!
-Lo sé, tranquilo – Jonathan se inclinó y pasó la lengua por la piel, consiguiendo que se erizara por su toque – pero aun así, te gusta – dijo con diversión – no puedes negarlo – aseguró al rozar con la punta de su lengua, uno de los pezones erectos – estás excitado abajo también – susurró y succionó con insistencia el pezón, antes de pasar al otro – puedo sentirlo contra mi trasero…
Aunque lo intentó, el ojigris no pudo callar el gemido que salió de su garganta; no estaba seguro si el calor en su cuerpo era por lo que ocurría o realmente ya le había hecho efecto no solo el alcohol, sino todo lo demás.
-Bajemos un poco más – susurró el de lentes y se alejó del cuerpo de Rolando, pero vertió más crema en el mismo, dejando una estela hasta su sexo, que estaba completamente erecto.
Jonathan dejó de lado la crema y empezó a limpiar con su lengua, mirando por encima de sus lentes a Rolando, disfrutando los gestos que no podía ocultar; el castaño tenía las mejillas sonrojadas, respiraba agitado y cada que la lengua tibia limpiaba la crema, su piel se erizaba y su cuerpo se estremecía.
Antes de llegar a su destino, el ojiverse agarró un pequeño juguete de la caja que tenía y después, empezó a succionar con insistencia. Rolando hizo el rostro para atrás, gimió y tensó los músculos de su cuerpo; Jonathan se movía justo como le había mostrado antes que le gustaba y además, lo hacía llegar hasta su garganta por propia voluntad. Apretó los puños, pues seguramente no tardaría mucho en volver a llegar al orgasmo, pero sintió algo en la base de su miembro, que se lo impidió.
-¡¿Qué demonios…?! – gritó con desespero.
-Fantasía del día diez – respondió el pelinegro, relamiendo sus labios con sensualidad y recuperando el aliento – retrasar el orgasmo con un anillo en el pene…
-Ya basta, Jonathan – pidió el castaño con desespero, e intentó mover las piernas, pero el otro no lo permitió, sujetándolo de las rodillas y abriéndolas con rapidez.
-No, no vamos a parar – negó el de lentes con una sonrisa que heló la sangre de Rolando – ¿crees que no me excitaste con todo lo que escribías? – preguntó con obviedad.
-¡Pero yo te iba a hacer todo eso a ti! – respondió – bueno, excepto las felaciones – bajó el rostro apenado.
-Eso no es muy justo, ¿no lo crees? – Jonathan levantó una ceja – no puedes querer una relación conmigo, pensando que todo será unilateral – negó – si quieres ser mi novio, entonces, esto tendrá que ser equitativo para ambos…
Rolando pasó saliva y lo miró incrédulo – ¿qué…? ¿Qué quieres decir?
-Si yo lo hago, tú lo haces – respondió con sinceridad – así que, en este momento lo haré yo y después – se inclinó y besó con delicadeza los labios – puedes tomar lo que quieras de mi – susurró y el castaño pudo observar un débil sonrojo en sus mejillas – tendrás todo lo que deseas y más, pero tienes que dar lo mismo a cambio – sentenció – si no estás dispuesto, entonces, esto no va a funcionar… así que, lo diré de nuevo – se acercó a un oído – yo ya tomé una decisión, pero te daré otra oportunidad de negarte – pasó la lengua por la oreja – ¿quieres hacerlo o prefieres que todo quede en tus fantasías?
El ojigris se quedó sin aliento por unos segundos, procesando lo que acababa de escuchar, luego bajó el rostro y sonrió – eres extraño – dijo divertido – pero tienes razón – asintió – fui egoísta al fantasear que solo yo podría disfrutar y aunque no estoy del todo seguro de como resultarán las cosas, sí estoy seguro que quiero que seas mi novio – depositó un beso en la mejilla que tenía cerca – entonces, acepto tu proposición…
Jonathan sonrió, le besó el cuello, consiguiendo que gimiera y después se movió hasta sus labios, besándolo con demanda – entonces, volvamos a dónde nos quedamos – musitó – fantasía del día trece – relamió sus labios – tomar mi virginidad – hizo un mohín – pero como voy primero, entonces, será al revés y yo tomaré tu primera vez por atrás – le guiñó un ojo y se movió con rapidez, sacando de la caja un bote de lubricante – después de esto, podemos usar los juguetes – se burló.
Rolando asintió y abrió sus piernas para el otro; el pelinegro se acomodó entre ellas y vertió una gran cantidad del líquido viscoso en su mano izquierda, después, llevó los dedos a la entrada de su pareja y esparció la humedad, pero sin atreverse a meterlos, luego, hizo a un lado la pequeña prenda que aún portaba, liberando completamente su miembro y untándolo con el resto del lubricante que traía en mano.
Jonathan se movió, acomodando la punta de su miembro, entre las nalgas de su pareja.
-¡Espera! – el castaño intentó alejarse – ni siquiera me has preparado bien.
-No – sonrió y lo sujetó de la cadera – pero tú tampoco lo hacías en tus escritos.
-¡Pero esto no es una fantasía! – dijo con susto – además… el condón y…
-Jamás usaste condón en todo lo que leí – se alzó de hombros – y recuerdo que la idea principal es terminar llenándome de semen – sonrió de lado – pero tienes razón, yo no he tenido sexo con nadie y sé que tú sí, aunque eso fue hace meses – entrecerró los ojos – ¿tienes alguna enfermedad?
-¡Claro que no! – negó con efusividad – jamás lo hice con ellas sin condón – aseguró – incluso el sexo oral lo hacía protegido y después de la última vez me hice un chequeo y salí completamente limpio.
-Entonces, no hay problema…
-Pero ¡me puede doler!
-Sí, es cierto – asintió el pelinegro y se inclinó – pero recuerdo que escribiste algo en una de tus cartas – sonrió de forma retorcida – “dolerá, de eso no hay duda, pero te va a gustar, tanto, que vas a pedir más…”
Rolando se sorprendió e intentó replicar, pero el ojiverde no se lo permitió, pues presionó la entrada con fuerza, introduciendo la punta de su sexo. El castaño se mordió el labio para no gritar y su cuerpo se tensó; Jonathan se acercó al rostro de su pareja y lo besó.
-Relájate… – pidió en un murmullo y respirando con agitación – si no lo haces te dolerá y… – pasó saliva – no voy a poder llegar al fondo…
-¿Cómo quieres… que me… relaje? – reclamó el ojigris a media voz y tratando de no empezar a llorar – duele…
-Solo será… un poco… – besó el mentón y sus manos acariciaron la piel que tenía cerca – lo prometo…
-Suéltame… – pidió Rolando – así podré… relajarme mejor…
-¿En este momento? – preguntó entre dientes el de lentes – necesito moverme…
-Hazlo… – sonrió con debilidad – no voy a hacer nada malo…
-¡Maldita sea! – musitó el ojiverde, movió la mano derecha y la metió bajo la almohada, sacando de ahí un pequeño cordón con la llave, la acercó a las manos de su pareja y se la entregó – si quieres liberarte, hazlo tú – dijo burlón, incorporándose y quedando hincado.
Rolando intentó quitar las esposas, pero Jonathan se movió en ese momento, entrando un poco más, consiguiendo que gritara y arqueara la espalda. El pelinegro sentía que no iba a poder aguantar por mucho tiempo, pues la excesiva presión en su miembro era muy placentera y la sensación era mucho mejor que cuando se masturbaba.
Salió con lentitud y se mordió el labio, intentando controlarse, pero no lo consiguió por mucho tiempo; Rolando se quitó las esposas y movió la cadera para sentir el miembro de su pareja un poco más al fondo. Ambos gimieron; el de lentes, por haber llegado al orgasmo y el castaño por el placer que eso le provocó.
El pelinegro se recostó sobre el cuerpo de su pareja y después de unos momentos, cuando recuperó el aliento, se atrevió a hablar – lo lamento… – dijo un tanto avergonzado – no quería que fuese tan rápido… pero…
-Eres virgen – sonrió el ojigris acariciando los mechones negros con una mano – o lo eras… – se burló – es normal – dijo condescendiente – pero debiste dejarme la primera vez a mí… ahora, necesito que te muevas – pidió con seriedad – porque quiero acabar y lo haré dentro de ti – sentenció.
-Aún no he usado todos los juguetes del día cinco…
-Los juguetes pueden esperar – anunció el castaño y lo empujó – voy a tomar tu primera vez por atrás, porque he deseado hacerlo desde hace meses…
Jonathan sonrió y se movió, saliendo del cuerpo de Rolando y recostándose a su lado, se sentía cansado, así que cerró los parpados, pero los abrió de inmediato, al sentir las caricias de su pareja en su torso.
-¿Qué haces? – preguntó a media voz.
-Disfrutándote – anunció el otro con diversión y agarró la crema batida, vertiendo algo en el cuerpo blanco – ¿creías que no lo iba a hacer? ¡Olvídalo! – sonrió – realmente quiero aprovecharme de ti, aunque no estés ebrio.
-Pero… – un gemido largo lo interrumpió.
Rolando succionó uno de los pezones y lo mordisqueó con suavidad, sonriendo contra la piel, al ver la reacción del pelinegro y el cómo su rostro se teñía de rojo de inmediato; le iba a enseñar como acariciar y a la vez, aprendería lo que le gustaba, para poder complacerlo. Repartió besos y su lengua jugueteó sobre la piel, aunque esta no tuviese crema, llegó al ombligo y jugueteó un poco con él; el de lentes se mordió los nudillos para no gritar, pero su respiración agitada, le obligaba a soltar ligeros gemidos.
-Yo no podré chupar – anunció el castaño haciendo un mohín – al menos no hasta después de limpiarnos – así que pasemos a lo mejor…
El ojigris se quitó el anillo que el otro le había puesto, estiró la mano, sujetó el lubricante y esparció bastante líquido sobre su pene; después colocó la punta entre las nalgas de su pareja.
-Espera… – Jonathan intentó alejarse – ¿ni siquiera me vas a preparar más?
-Igualdad – sonrió – tú lo dijiste – se burló.
Sujetó a su pareja de la cintura, hizó a un lado la delicada tira de tela que le estorbaba y sin dudar más lo penetró; el grito de Jonathan retumbó en la habitación, mientras enterraba las uñas en el colchón. El castaño se movió con dificultad, hasta que llegó a lo más profundo y luego se detuvo, repartiendo besos en el cuello del ojiverde, intentando que se relajara, pero disfrutando de las contracciones que envolvían su miembro, aunque algo lo desconcertó; el de lentes lo abrazó y encajó las uñas en su espalda, arañando con fuerza.
-Muévete…
-¿Se… guro? – preguntó, intentando no denotar que las caricias tan rudas le dolían.
-Haz… lo… – dijo entre dientes el pelinegro y pasó las piernas por la cintura del otro.
El castaño asintió y empezó a mover su cadera, sonriendo al escuchar los gemidos de Jonathan contra su hombro.
El ojiverde gemía, se estremecía y ondulaba su cuerpo para recibirlo con mayor libertad; se notaba que le dolía, pero aun así, no buscaba alejarlo, al contrario, lo apresaba contra su cuerpo y su cadera empezó a llevar un ritmo contrario al otro, para que llegara aún más profundo.
Rolando sonrió complacido al darse cuenta que Jonathan le correspondía y buscó sus labios para besarlo. En medio de la caricia, giraron y el pelinegro quedó encima de su amante.
-Siéntate – ordenó el ojigris.
-No – musitó el otro – no quiero…
-Anda – insistió – te gusta tener el control de todo – se burló – de esta manera podrás tenerlo a pesar de ser el que recibe…
El de lentes gruñó, pero con lentitud se incorporó, sentándose sobre el miembro de su pareja y gimiendo sin pudor; sus gafas estaban empañadas y desacomodadas, pero aun así, no se las quitó. Su cadera se movió de arriba abajo, primero lentamente y después con mayor rapidez y fuerza; cabalgó con desespero y perdió toda inhibición, así que Rolando se aprovechó. La mano del castaño se movió por el cuerpo delgado, subiendo por el torso y llegando a los labios, introduciendo un par de dedos en la boca, jugueteando con la lengua húmeda que respondía al toque con deseo.
Los ojos grises repasaban a su amante con deseo, grabando esa imagen en su mente; muchas veces imagino cómo sería verlo así, cabalgando sobre su miembro, gimiendo sin pudor, disfrutando del sexo con él, pero la realidad, era mucho más placentera. El cabello negro se movía al compás de las sacudidas del cuerpo y algunos mechones se pegaban a la piel húmeda por el sudor; las manos de Jonathan acariciaban con rudeza el abdomen u torso, rasguñando la piel, pero mantenía una sonrisa de completa satisfacción.
Momentos después, el ojiverde gritó y una vez más, llegó al orgasmo, liberando un poco de semen sobre el cuerpo se su amante, para después, recostarse sobre su cuerpo, respirando por la boca, sin poder evitar que su saliva resbalara también.
-¿Satisfecho? – preguntó el castaño con burla, pero no recibió respuesta – entonces, hagámoslo de otra manera, para poder llenarte completamente de mí.
Una vez más, giraron y Jonathan quedó contra el colchón; Rolando salió del cuerpo de su pareja y lo hizo girar, para que quedara boca abajo, levantando después la cadera y acariciando con deseo las nalgas suaves y firmes que se mostraban para él.
-Realmente, es una visión hermosa – sonrió y nuevamente, hizo a un lado la pequeña prenda que le estorbaba – daría mi vida porque usaras esta ropa siempre – confesó con lujuria y volvió a penetrar al otro.
El pelinegro gimió y arqueó su espalda, apresando las mantas con sus manos y respirando desacompasadamente. El ojigris se inclinó y acerco su rostro al otro, sin dejar de mover su cadera.
-Di algo, mi amor… parece que no te gusta.
-Ton…to… – un grito interrumpió a Jonathan – esto… es… es… increíble…
-¿Qué... sientes? – Indagó el ojigris con curiosidad.
Jonathan mordió la sabana por un momento, tratando de no responder, pero no pudo evitarlo por mucho, especialmente cuando su amante tocó algo dentro de él que lo hizo llegar al cielo.
-Estás golpeando… muy fuerte… – sollozó – tu pene está… llegando muy… profundo… – un gemido largo se escuchó desde su garganta – no pares… – suplicó – más fuerte…
El ego de Rolando se incrementó; los últimos días había conocido al verdadero Jonathan, algo frío, distante y serio, pero en ese momento, mientras lo penetraba, le estaba mostrando una faceta diferente y única, porque estaba disfrutando el sexo con él.
-Por supuesto, cariño – sonrió – voy a hacerte gozar más… lo prometo…
El castaño no dudó, arremetió con mayor fuerza y logró que el ojiverde gimiera aún más audiblemente, incluso, empezó a llorar de placer; las manos de ambos se entrelazaron y momentos después, Rolando sintió una excesiva presión en su miembro.
-Estás temblando… – dijo con una sonrisa – tu interior se sacude y ‘abraza’ con fuerza mi pene, parece que no quieres que salga… – detalló sin pudor, consiguiendo que Jonathan gritara – harás que me corra dentro – anunció – ¿quieres que lo haga?
Por un momento, el pelinegro solo respondió con gemidos, mientras ejercía presión en el agarre sobre las manos del otro y movió el rostro asintiendo – sí… – dijo contra la almohada, ahogando otro grito.
Rolando no lo dudó más, se incorporó y lo sujetó de los brazos, moviéndolo hacia sí mismo, penetrando con mayor frenesí; el pelinegro ya no podía acallar su voz ni los ruidos que escapaban de su garganta, pues el otro lo alejó del colchón, así que empezó a exigir más. Momentos después, el ojigrís llegó al orgasmo, llenando el interior de Jonathan y éste hizo lo propio, ensuciando las mantas que estaban bajo su cuerpo.
Por unos instantes, el tiempo se detuvo para ambos, pero luego, quedaron, uno contra otro, rendidos contra la cama. Tardaron un poco en recuperar el aliento, pero finalmente, fue el castaño quien se movió, saliendo del interior del otro, aunque no se alejó mucho.
-Terminaste de nuevo, ¿cierto? – preguntó besando los hombros de su amante y acariciando los mechones negros.
La respiración de Jonathan era agitada, pero se obligó a responder – sí… – admitió con debilidad, girando el rostro.
Rolando se sorprendió, aún portaba las gafas, aunque estas estaban completamente desacomodadas, así que las retiró con sumo cuidado.
-La próxima vez, debemos dejarlas de lado antes – dijo con preocupación – podrías lastimarte con ellas…
-¿Ahora te… preocupas? – el ojiverde suspiró y sonrió – hace un momento… me lastimaste de otra manera… y no parece que tengas… remordimiento…
-¿Lo dices por tu culo?
Los ojos verdes se abrieron con sorpresa y sus mejillas se tiñeron de rojo.
-¿Qué? – preguntó Rolando al ver su semblante.
-Eso es… demasiado vulgar…
La risa del castaño no se dejó esperar; llevó su mano a acariciar las nalgas de su pareja y repartió besos en la mejilla que tenía cerca – perdón – dijo con sinceridad – a veces, digo palabras inapropiadas…
Jonathan liberó el aire por la nariz, frustrado – no… ttal vez, yo debo adecuarme a ello, es solo que, no estoy acostumbrado a decir algunas palabras tan fuertes, delante de las personas, no es que no las diga, solo que, no tengo mucha confianza para ello…
-Está bien – la mano se movió acariciando la barbilla del ojiverde – poco a poco nos iremos conociendo mejor en estas situaciones.
-Me gustaría más, que lo hiciéramos rápido – el pelinegro se movió, quedando de lado – aún tenemos todo el día para jugar y quiero usar los juguetes – entrecerró los ojos – todos, especialmente los más grandes.
-De verdad, ¿piensas cumplir todas las fantasías hoy?
-No – negó – las de los días tres, ocho y once, tendremos que hacerlas después…
-¿Por qué específicamente esas? – indagó con curiosidad el otro.
-Porque la del día tres, es hacerla en el automóvil, así que debemos buscar un buen lugar – explicó con calma – la del día once, es hacerlo en mi casa, aun estando Blanca y mi nana en la sala – sonrió de lado.
-Eso es muy osado – Rolando le acarició la mejilla – ¿te atreverías? – indagó retador.
-Sí, lo haré – asintió el otro – pero tú, ¿te atreverás a la del día ocho?
-Día ocho… día ocho… – hizo un mohín – no me acuerdo cual fue – respondió sincero – tengo demasiadas fantasías contigo…
Jonathan sonrió, se incorporó y lo hizo girar, dejándolo completamente boca arriba, colocándose sobre su pecho y besándolo con pasión, para terminar pasando la lengua por sus labios – la del día ocho es – se inclinó para susurrar al oído – hacerlo en el aula de taller…
Los ojos grises se abrieron con sorpresa, pasó saliva con dificultad y buscó la mirada, aún incrédulo – lo… ¿harías?
-Sí – asintió – lo haremos – dijo sin dejar lugar a dudas – gritaré para ti en nuestro salón, si tú lo haces para mí también – sonrió divertido al ver el semblante asustado de Rolando – ¿no te interesa?
-Pues… – titubeó – mientras no nos descubran…
-Tomaremos precauciones – sonrió el ojiverde y sus manos se movieron acariciando la piel de su pareja – ahora, pasemos a lo importante.
-¿Y qué es?
-Este es el momento en que me preguntas, si quiero ser tu novio.
El ojigris rió, llevó las manos al rostro de Jonathan y buscó su mirada verde – ¿quieres ser mi novio? – preguntó con ilusión.
-Sí – aceptó el otro ofreciéndole sus labios, iniciando un beso dulce que no permitió que ahondara – pero… – se alejó relamiendo sus labios – así como yo te cumpliré tus fantasías, tú tienes que cumplir las mías, ¿de acuerdo?
-Eso es un buen trato – asintió el ojigris – dime, ¿qué fantasías tienes?
-Eso es sencillo – sonrió – puedes saber qué quiero rápidamente – le guiñó un ojo – solo tienes que leer mis historias…
El rostro de Rolando mostró su desconcierto, no entendía a lo que Jonathan se refería.
-Te lo explico, mi amor – la sonrisa retorcida consiguió que el castaño se estremeciera – no solo leo historias homoeróticas – se relamió los labios – también las escribo y desde hace ya varios años – confesó – así que, tienes que leer todas y cada una de ellas, para poder complacerme…
Rolando parpadeó sorprendido y sonrió nervioso – y ¿de qué tratan generalmente?
La mano de Jonathan se movió al cuello de su novio y ejerció presión, consiguiendo casi cortarle la respiración completamente; se inclinó hacia el oído y pasó la lengua por el lóbulo de la oreja – BDSM – deletreó con sensualidad – y de más está decir, que prefiero ser el dominante, aunque contigo, podría intentar llegar a ser un ‘power bottom’, aunque solo cuando me toque ser pasivo – se burló – porque como dije, esto no será unilateral, cariño…
El castaño seguía aún sin comprender del todo.
-Ahora – las manos del pelinegro bajaron rápidamente, hasta las piernas de su pareja – creo que me toca de nuevo…
-Pero… acabas de terminar – alegó el ojigris.
-Sí – asintió – pero podemos usar… – se inclinó y con rapidez, sacó de la caja unos juguetes – esto para ti – sonrió ampliamente, mostrándole una larga tira de bolas anales de tamaños variados – y este para mí – lamió casi toda la extensión de un gran dildo – ¿qué te parece?
-¿Estás seguro? – preguntó con una sonrisa nerviosa, pensando que era demasiado para la primera vez.
-Por supuesto – dijo con un brillo de lujuria – ahora que perdí mi virginidad, creo que puedo empezar a experimentar y lo disfrutaré más a tu lado…
* * *
Eran casi las cinco de la tarde, cuando el sonido insistente de la puerta se escuchó. Rolando se removió en medio de las mantas y observó que Jonathan estaba profundamente dormido, boca abajo, a su lado; pasó la mano por su cabello y esperó, quizá, si no atendía, sea quien fuera, se iría, pero no fue así.
Pasaron los minutos y seguían tocando, así que, se puso de pie, agarró su camisa y el pantalón, colocándoselos sin mucho ánimo y fue a la sala, observando que las brazas de la chimenea se encontraban casi en su totalidad extintas.
-¿Quién? – indagó antes de abrir.
-Blanca… – anunció la voz suave de la chica.
El castaño se sorprendió y abrió de inmediato, ella le sonrió al verlo – buenas tardes – saludo y le acercó una enorme bolsa – toma – dijo con rapidez – es la comida, supongo que no han comido nada y Jonathan me dijo que si no me marcaba temprano, viniera a esta hora, espero que te guste – dijo ladeando el rostro, mientras el universitario sujetaba el paquete – creo que tendrás que darme una lista de lo que te gusta, para tomarlo en cuenta de ahora en adelante…
-¿Por qué? – indagó aun confundido.
-Porque ahora eres el novio de Jonathan, ¿cierto? – le guiñó un ojo – él, seguramente querrá tomarte en cuenta para sus planes y eso incluye las comidas – ladeó el rostro – así que, necesito saber algunas cosas…
-Ah... – sonrió – bueno, realmente, no hay muchas cosas que no me gusten – confesó – pero está bien, luego te doy una lista, si eso te hace feliz.
-Eso no me hará feliz – ella negó – si quieres hacerme feliz, sólo cuídalo, ¿de acuerdo?
-De acuerdo – asintió el castaño.
-Bueno, me voy, por cierto, la cabaña está rentada hasta mañana, por si quieren pasar la noche aquí también…
-Gracias…
-Nos vemos…
Blanca dio media vuelta y fue al automóvil que llevó, yéndose de inmediato. Rolando, por su parte, fue a la cocina, dejando en la barra, la comida que la joven le había llevado, mientras iba a la recámara.
El castaño se quedó en el marco de la puerta, observando a Jonathan, profundamente dormido; se miraba tan tranquilo, tan tierno e indefenso, que chocaba con la verdadera personalidad que tenía, al estar despierto. Era obvio que el pelinegro tenía un carácter fuerte, pero también podía llegar a ser algo frágil, especialmente porque no se preocupaba por sí mismo lo suficiente.
“sólo cuídalo…”
Las palabras de Blanca lo hicieron sonreír, no era necesario que se lo dijera. Caminó a la cama y se inclinó, besando los mechones negros.
-Despierta – musitó con suavidad.
Los parpados se abrieron lentamente y los orbes verdes buscaron al dueño de la voz – ¿qué pasa? – preguntó en un murmullo.
-Debemos comer – anunció el castaño, besando los labios del otro.
-No quiero levantarme – bostezó – no aún…
-Pero debes comer… Blanca trajo el almuerzo…
-Déjame dormir cinco minutos más – pidió el pelinegro, hundiéndose más en el colchón.
Rolando sonrió y asintió – está bien, iré a calentar la comida y vengo a despertarte, pero tienes que comer…
-Mjú…
El castaño se alejó de la cama para ir nuevamente a la cocina, pero una vez más, se detuvo en el umbral y observó el lecho; nunca creyó que las cosas iban a ser de esa manera, pues sobrepasaba a todo lo que se había imaginado.
-Eres mejor que en mis fantasías – dijo con ilusión antes de ir a su tarea, sin poder pensar lo que ocurriría después.
Despedida:
Bueno, este es el fic para el catorce de febrero XD ajajajaja, tardé más de lo que esperaba en terminarlo, pero lo logré a tiempo ^..^ A la otra lo trataré de terminar antes, pero bueno… No sé si les guste o no, quizá, la personalidad de Jonathan es un poco rara, pero a mi me gustó ese chico ^o^ bueno, eso es todo por ahora, espero que lo hayan disfrutado y nos veremos pronto, lo prometo.
Bueno, este es el fic para el catorce de febrero XD ajajajaja, tardé más de lo que esperaba en terminarlo, pero lo logré a tiempo ^..^ A la otra lo trataré de terminar antes, pero bueno… No sé si les guste o no, quizá, la personalidad de Jonathan es un poco rara, pero a mi me gustó ese chico ^o^ bueno, eso es todo por ahora, espero que lo hayan disfrutado y nos veremos pronto, lo prometo.
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