Tranquilidad
Era tarde; iba a llegar tarde y lo sabía, pero ciertamente, no me preocupaba en lo absoluto. Llegué al estacionamiento del restaurante, eran casi las nueve con treinta, aunque la cita había sido a las nueve. La recepcionista se acercó a mi cuando entré.
-Buenos días ¿mesa para uno? – preguntó cortés.
-Buenos días – sonreí – no, me está esperando alguien – aseguré – busco la mesa del Doctor Mauricio Villal.
-Claro – sonrió la joven – por aquí por favor.
Me guio por el restaurante hasta una mesa alejada, casi un privado; cuando Mauricio me vio se puso de pie, no parecía estar desayunando aún, solo tenía una taza de café en la mesa.
-Gracias – tomé asiento, mientras la joven me dejaba una carta.
Mauricio se sentó de nuevo y me observo.
-¿Puedo tomar su orden? – una mesera se acercó.
-Desayuno continental por favor – pedí con rapidez.
-Lo mismo – dijo Mauricio con seriedad.
La joven se retiró y yo me quedé a solas con mi compañero.
-Se ve serio doctor – recargué mi codo en la mesa para descansar mi rostro en mi mano – ¿Le pasa algo?
-Pensé que no vendrías – aseguró – eso es todo.
-Lo lamento – reí – tengo mucho trabajo, además, hoy es viernes, mañana tengo que salir de la ciudad, es el día en el que tengo más cosas que hacer.
Él se quedó en silencio y bebió algo más de su café.
-¿Qué es lo que me quiere decir después de un año? – pregunté con poco interés.
-Ha sido un año porque te has negado a verme – recalcó – Siempre que te busco estás ocupado, incluso cambiaste de residencia – inquirió con algo de molestia en su voz y su mirada.
-Sí, disculpe – me alcé de hombros – Rodrigo me consiguió un nuevo hogar, además, no era bien visto que el administrador regional de su empresa estuviera en un simple departamento.
Mauricio iba a hablar, pero en ese momento llegaban con nuestros desayunos; la mesera los puso frente a nosotros y se retiró.
-¿Rodrigo? – preguntó - ¿Le hablas por su nombre y lo tuteas?
-¡Por supuesto! – bebí algo de jugo.
-Trabajaste conmigo por dos años y después de lo que pasó, aun me hablas de usted – habló con molestia – ¿que lo hace diferente?
-¿De verdad no lo sabe? – pregunté incrédulo – Rodrigo me dijo que ya se lo había comentado.
-Entonces, es cierto… – su voz se apagó mientras decía lo último.
Mordí un pan al que le había untado mermelada y sonreí con tranquilidad – ¿Qué cosa?
-¿Eres su pareja? – preguntó directo
-Si – respondí sin miramientos – desde hace ocho meses, de hecho hoy cumplimos ocho meses.
Mauricio apretó el cubierto que tenía en su mano. Estaba enojado, demasiado, se notaba en sus acciones, en su rostro y especialmente en su mirada tras sus lentes.
-¿Cuál es el problema? – pregunté sin importancia – usted y yo no somos nada, además, se supone que en un mes se casa ¿no es así?
-No me voy a casar – aseguró – quiero que vuelvas conmigo, ¡quiero que seas mío!
Solté una risa y negué – que bromas tan buenas hace, doctor – bebí algo más de mi jugo.
-No es ninguna broma – dejó el cubierto de lado, se movió un poco para acercarse a mí y con sus manos buscó una de las mías – Alan, desde la última noche que pasaste en el museo, no puedo olvidarte, me di cuenta de lo que sentía por ti ¿acaso no lo ves?
Alejé mi mano de el con lentitud – Lo siento – sonreí conciliador – pero yo también me di cuenta de lo que en verdad sentía por usted esa noche y – suspiré – era solo obsesión.
Mauricio se acomodó nuevamente en la silla y volvió a tomar su cubierto para untar mantequilla en su pan.
-Ya veo – habló con más seriedad – no me dejas opción.
-¿De qué? – pregunté curioso.
-De hablar con Rodrigo – aseguró – supongo que no le dijiste lo que paso entre nosotros esa noche o cómo fue que me sedaste para hacer todo lo que hiciste.
-No se preocupe – sonreí de lado – ya lo sabe.
-No te creo – afirmo.
-Puede preguntarle – aseveré – antes de ser pareja, se lo comente.
-¿Por qué?
-Por qué él fue quien me dijo que lo que sentía por usted era solo deslumbramiento y obsesión. Cuando hice aquello esa última noche, quería estar seguro que en verdad lo quería y que podía alejarme de usted sabiendo que no había desperdiciado los últimos dos años de mi vida – mire a Mauricio con tranquilidad – pero, Rodrigo tenía razón, en realidad no lo amaba.
Mauricio se quedó sin moverse, serio, su vista estaba posada en su propio plato.
-Lo lamento – me alcé de hombros – por eso no quería verlo de nuevo – suspiré – cuando salí de su despacho, después de que me dijo lo que quería escuchar, yo, en realidad, ya me había dado cuenta de que no quería estar con usted seriamente… Por eso no me quedé como me lo pidió.
-No lo creo – levantó su vista – no creo que simplemente hayas aceptado que no sentías nada por mí, cuando, durante dos años, estuviste ahí y además, me dijiste que te gustaba.
-Sí, lo sé – asentí – y no niego que me gusta, es atractivo, pero es solo eso, atracción… Esa atracción se convirtió en obsesión por no poder tenerlo y – mordí el interior de mi labio – cuando lo tuve, todo lo que imaginé, pues, en realidad no era lo que esperaba.
-¿Y con Rodrigo es diferente? – preguntó con sarcasmo.
-Sí, la verdad sí.
-¿Por qué? – su desconcierto era grande, el no entendía y yo, sabía que no lo haría entender.
-Por qué Rodrigo no era solo mi jefe – sonreí – se hizo mi amigo, mi confidente y después, una cosa llevó a la otra, así que, simplemente nos hicimos pareja. Aunque solo nos veamos físicamente los fines de semana, siempre estamos en contacto y ya hemos pasado más tiempo juntos de lo que usted se puede imaginar.
-No puedes hablar en serio… – Mauricio se negaba a creer lo que le decía, era precisamente por eso que no había querido verlo con anterioridad.
Rodrigo me comentó que lo había visto, que habían platicado, y que, incluso, le pidió que me despidiera para que volviera con él; fue cuando Rodrigo le dijo que éramos pareja, pero Mauricio lo tomó a mal. También, por Rodrigo supe que Mauricio y su novia ya tenían fecha de boda, pero que él no pensaba que fueran a casarse, ya que Mauricio había cambiado desde lo que había pasado conmigo.
Iba a hablar para tratar de explicarle, pero en ese momento, mi celular se escuchó; era de la oficina.
-Si Gaby, ¿Qué sucede? – contesté con rapidez – está bien, voy para allá, gracias.
Me limpié la boca con la servilleta y me disculpe – Lo lamento doctor, tengo que volver a mi trabajo – me puse de pie y él me detuvo del brazo con fuerza.
-¡Te necesito! – aseguró – quiero que vuelvas conmigo y no voy a descansar hasta que lo hagas.
Alejé mi brazo de su mano y negué – Lo lamento doctor, pero yo, no creo que pueda verlo nuevamente – me alejé con lentitud dejándolo solo en la mesa.
Llegue a recepción y pague los dos desayunos. Salí con rapidez, tomé mi auto y me dirigí a la empresa; llegue hasta el piso donde estaba mi oficina, saludé a Gabriela, mi secretaria y al entrar, Rodrigo estaba de pie observando por el ventanal.
-Llegas tarde – sonrió al girarse y verme desde su lugar.
-Lo siento, tuve que ver a tu primo – caminé hasta él – creo que los papeles se intercambiaron.
Rodrigo me abrazó, después me besó mientras me acariciaba la espalda – Está obsesionado contigo – sonrió.
-Sí, creo que si – asentí mientras me dejaba hacer lo que Rodrigo quería.
Había aprendido que en sus manos era como barro, el me moldeaba a su antojo y debía admitir que me gustaba, era un gran amante que me hacía descubrir cosas nuevas en la cama y como pareja, era todo lo que podía pedir y mucho más.
-No estarás pensando dejarme y volver con el ¿cierto? – preguntó con una leve sonrisa
-No, ¿cómo podría dejarte? – pregunté en un susurro.
-Bien, porque yo no te dejaré ir con tanta facilidad.
-Lo sé – aseguré – tu eres diferente.
El me besó y yo dejé que hurgara en mi boca con su lengua; Rodrigo ya estaba desabrochando mi camisa para desnudarme y llevarme a mi escritorio, pues, como muchas otras veces, me haría suyo antes de revisar el trabajo.
* * *
-Buenos días ¿mesa para uno? – preguntó cortés.
-Buenos días – sonreí – no, me está esperando alguien – aseguré – busco la mesa del Doctor Mauricio Villal.
-Claro – sonrió la joven – por aquí por favor.
Me guio por el restaurante hasta una mesa alejada, casi un privado; cuando Mauricio me vio se puso de pie, no parecía estar desayunando aún, solo tenía una taza de café en la mesa.
-Gracias – tomé asiento, mientras la joven me dejaba una carta.
Mauricio se sentó de nuevo y me observo.
-¿Puedo tomar su orden? – una mesera se acercó.
-Desayuno continental por favor – pedí con rapidez.
-Lo mismo – dijo Mauricio con seriedad.
La joven se retiró y yo me quedé a solas con mi compañero.
-Se ve serio doctor – recargué mi codo en la mesa para descansar mi rostro en mi mano – ¿Le pasa algo?
-Pensé que no vendrías – aseguró – eso es todo.
-Lo lamento – reí – tengo mucho trabajo, además, hoy es viernes, mañana tengo que salir de la ciudad, es el día en el que tengo más cosas que hacer.
Él se quedó en silencio y bebió algo más de su café.
-¿Qué es lo que me quiere decir después de un año? – pregunté con poco interés.
-Ha sido un año porque te has negado a verme – recalcó – Siempre que te busco estás ocupado, incluso cambiaste de residencia – inquirió con algo de molestia en su voz y su mirada.
-Sí, disculpe – me alcé de hombros – Rodrigo me consiguió un nuevo hogar, además, no era bien visto que el administrador regional de su empresa estuviera en un simple departamento.
Mauricio iba a hablar, pero en ese momento llegaban con nuestros desayunos; la mesera los puso frente a nosotros y se retiró.
-¿Rodrigo? – preguntó - ¿Le hablas por su nombre y lo tuteas?
-¡Por supuesto! – bebí algo de jugo.
-Trabajaste conmigo por dos años y después de lo que pasó, aun me hablas de usted – habló con molestia – ¿que lo hace diferente?
-¿De verdad no lo sabe? – pregunté incrédulo – Rodrigo me dijo que ya se lo había comentado.
-Entonces, es cierto… – su voz se apagó mientras decía lo último.
Mordí un pan al que le había untado mermelada y sonreí con tranquilidad – ¿Qué cosa?
-¿Eres su pareja? – preguntó directo
-Si – respondí sin miramientos – desde hace ocho meses, de hecho hoy cumplimos ocho meses.
Mauricio apretó el cubierto que tenía en su mano. Estaba enojado, demasiado, se notaba en sus acciones, en su rostro y especialmente en su mirada tras sus lentes.
-¿Cuál es el problema? – pregunté sin importancia – usted y yo no somos nada, además, se supone que en un mes se casa ¿no es así?
-No me voy a casar – aseguró – quiero que vuelvas conmigo, ¡quiero que seas mío!
Solté una risa y negué – que bromas tan buenas hace, doctor – bebí algo más de mi jugo.
-No es ninguna broma – dejó el cubierto de lado, se movió un poco para acercarse a mí y con sus manos buscó una de las mías – Alan, desde la última noche que pasaste en el museo, no puedo olvidarte, me di cuenta de lo que sentía por ti ¿acaso no lo ves?
Alejé mi mano de el con lentitud – Lo siento – sonreí conciliador – pero yo también me di cuenta de lo que en verdad sentía por usted esa noche y – suspiré – era solo obsesión.
Mauricio se acomodó nuevamente en la silla y volvió a tomar su cubierto para untar mantequilla en su pan.
-Ya veo – habló con más seriedad – no me dejas opción.
-¿De qué? – pregunté curioso.
-De hablar con Rodrigo – aseguró – supongo que no le dijiste lo que paso entre nosotros esa noche o cómo fue que me sedaste para hacer todo lo que hiciste.
-No se preocupe – sonreí de lado – ya lo sabe.
-No te creo – afirmo.
-Puede preguntarle – aseveré – antes de ser pareja, se lo comente.
-¿Por qué?
-Por qué él fue quien me dijo que lo que sentía por usted era solo deslumbramiento y obsesión. Cuando hice aquello esa última noche, quería estar seguro que en verdad lo quería y que podía alejarme de usted sabiendo que no había desperdiciado los últimos dos años de mi vida – mire a Mauricio con tranquilidad – pero, Rodrigo tenía razón, en realidad no lo amaba.
Mauricio se quedó sin moverse, serio, su vista estaba posada en su propio plato.
-Lo lamento – me alcé de hombros – por eso no quería verlo de nuevo – suspiré – cuando salí de su despacho, después de que me dijo lo que quería escuchar, yo, en realidad, ya me había dado cuenta de que no quería estar con usted seriamente… Por eso no me quedé como me lo pidió.
-No lo creo – levantó su vista – no creo que simplemente hayas aceptado que no sentías nada por mí, cuando, durante dos años, estuviste ahí y además, me dijiste que te gustaba.
-Sí, lo sé – asentí – y no niego que me gusta, es atractivo, pero es solo eso, atracción… Esa atracción se convirtió en obsesión por no poder tenerlo y – mordí el interior de mi labio – cuando lo tuve, todo lo que imaginé, pues, en realidad no era lo que esperaba.
-¿Y con Rodrigo es diferente? – preguntó con sarcasmo.
-Sí, la verdad sí.
-¿Por qué? – su desconcierto era grande, el no entendía y yo, sabía que no lo haría entender.
-Por qué Rodrigo no era solo mi jefe – sonreí – se hizo mi amigo, mi confidente y después, una cosa llevó a la otra, así que, simplemente nos hicimos pareja. Aunque solo nos veamos físicamente los fines de semana, siempre estamos en contacto y ya hemos pasado más tiempo juntos de lo que usted se puede imaginar.
-No puedes hablar en serio… – Mauricio se negaba a creer lo que le decía, era precisamente por eso que no había querido verlo con anterioridad.
Rodrigo me comentó que lo había visto, que habían platicado, y que, incluso, le pidió que me despidiera para que volviera con él; fue cuando Rodrigo le dijo que éramos pareja, pero Mauricio lo tomó a mal. También, por Rodrigo supe que Mauricio y su novia ya tenían fecha de boda, pero que él no pensaba que fueran a casarse, ya que Mauricio había cambiado desde lo que había pasado conmigo.
Iba a hablar para tratar de explicarle, pero en ese momento, mi celular se escuchó; era de la oficina.
-Si Gaby, ¿Qué sucede? – contesté con rapidez – está bien, voy para allá, gracias.
Me limpié la boca con la servilleta y me disculpe – Lo lamento doctor, tengo que volver a mi trabajo – me puse de pie y él me detuvo del brazo con fuerza.
-¡Te necesito! – aseguró – quiero que vuelvas conmigo y no voy a descansar hasta que lo hagas.
Alejé mi brazo de su mano y negué – Lo lamento doctor, pero yo, no creo que pueda verlo nuevamente – me alejé con lentitud dejándolo solo en la mesa.
Llegue a recepción y pague los dos desayunos. Salí con rapidez, tomé mi auto y me dirigí a la empresa; llegue hasta el piso donde estaba mi oficina, saludé a Gabriela, mi secretaria y al entrar, Rodrigo estaba de pie observando por el ventanal.
-Llegas tarde – sonrió al girarse y verme desde su lugar.
-Lo siento, tuve que ver a tu primo – caminé hasta él – creo que los papeles se intercambiaron.
Rodrigo me abrazó, después me besó mientras me acariciaba la espalda – Está obsesionado contigo – sonrió.
-Sí, creo que si – asentí mientras me dejaba hacer lo que Rodrigo quería.
Había aprendido que en sus manos era como barro, el me moldeaba a su antojo y debía admitir que me gustaba, era un gran amante que me hacía descubrir cosas nuevas en la cama y como pareja, era todo lo que podía pedir y mucho más.
-No estarás pensando dejarme y volver con el ¿cierto? – preguntó con una leve sonrisa
-No, ¿cómo podría dejarte? – pregunté en un susurro.
-Bien, porque yo no te dejaré ir con tanta facilidad.
-Lo sé – aseguré – tu eres diferente.
El me besó y yo dejé que hurgara en mi boca con su lengua; Rodrigo ya estaba desabrochando mi camisa para desnudarme y llevarme a mi escritorio, pues, como muchas otras veces, me haría suyo antes de revisar el trabajo.
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