“Bienvenidos una vez más a ‘La doctora corazón’ aquí en la 104.9 FM, su radio por internet”
-¡Muy buenas noches! – ríe – soy Vanesa Hidalgo, su locutora, gracias por acompañarnos esta noche de miércoles, que bonito es estar a media semana, ya falta poco para un nuevo descanso, playa, diversión, amor… – suspira – como siempre, está con nosotros a la Doctora Patricia Nieves, buenas noches doc.
-Muy buenas noches, Vane…
-Es un gran día, ¿no lo cree?
-Si lo es…
-Bueno, recuerden, esta noche es para confesiones y problemas de corazón, no importa si sus relatos son eróticos – su voz cambio a un tono seductor – estamos en un horario nocturno precisamente para eso, y la doctora les dará sus puntos de vista. Antes de empezar, vamos con la primer canción de la noche y volvemos para nuestra primer llamada.
La música entra y Vanesa mira hacia sus compañeros.
-¿Cómo vamos, Lucas?
-No te preocupes, van casi doscientas personas en el ‘streaming’.
-Si no subimos esos números la jefa nos va a matar.
-Es una radio por internet – Paty sonrió – no va a pasar mucho, las ultimas llamadas fueron solo bromas.
-¿Así que solo por ser una radio en internet no debe importarnos? – Erika se recargó en el marco de la puerta – eso no está bien Paty.
-¡Jefa! – Vanesa la miró con nervios – no es eso, pero a veces, las cosas no son tan interesantes.
-¡Ah! pero el sexo siempre llama la atención – rió la castaña – y aunque sean mentiras, mientras uno que otro diga cosas relacionadas al sexo, habrá pervertidos que escuchen, por eso tenemos este horario – les guiño el ojo, ahora a trabajar.
-Volvemos… – Lucas les hizo señas.
-Ya tenemos la primera llamada – indicó Blanca.
-De acuerdo, ponla en cuanto entre…
Vanesa se acomodó en su lugar, colocándose los audífonos y acercando el micrófono.
-Bienvenidos de nuevo, esta noche pinta para ser hermosa, así que, pasemos la primera llamada… Buenas noches, ¿con quién tengo el gusto?
-“…Bue… Buenas noches – la voz de un chico sonaba temblorosa y nerviosa – yo… la verdad no quisiera decir mi nombre…”
-Entiendo, entonces, ¿cómo puedo decirte?
-“…Ah… ‘C’ sólo ‘C’, es la inicial del nombre que voy a usar en mi historia…”
-De acuerdo ‘C’ – sonrió – ¿qué podemos hacer por ti?
-“…La verdad, me da pena, por eso, tengo un par de días escribiendo lo que les voy a contar para que nada se me pase y, además, cambié los nombres y todo lo demás…”
-Muy bien, ¿escribiste lo que nos contaras? ¿Es muy largo?
-“…Si, espero que no les moleste…”
-¡Claro que no!, nos fascinan las historias largas… Empieza cariño…
-“…Está bien…”
* * *
Soy el menor de mi familia, nací casi diez años después que mi segunda hermana y, podemos decir que no estaba planeado, pero, aun así me acogieron con amor, especialmente mi padre, quien siempre había querido un hijo varón.
Ser el único hombre tiene sus ventajas, obtengo más libertad, mi padre no se niega a nada de lo que necesito y, disfruto del amor y cariño de mi madre y mis hermanas mayores. Aun así, no me duermo en mis laureles, trato de obtener calificaciones decentes, y tuve que acceder entrar al equipo de soccer de la escuela, aunque realmente lo detesto, pero, la buena noticia es que me toca ser portero y no tengo que andar corriendo como lunático tras un balón para, de todas maneras, jamás tocarlo.
Los últimos años de mi vida han sido un caos, mientras yo me preparaba para ingresar a la universidad, tenía que atender a mi novia, Brenda, quien a últimas fechas no salía de mi casa, más no por mí, sino por los preparativos para la boda de mi hermana mayor, Yolanda. Si, ya tenía treinta y dos años, estaba a punto de casarse y todas las mujeres de la familia estaban emocionadas por el evento.
Era extraño para mí, especialmente porque no entendía la razón de su júbilo, obviamente era un gran evento, pero no como para pensar que jamás podría casarse. Yolanda era linda, muy bonita, tenía un excelente trabajo y, precisamente porque se enfocaba en su vida profesional, había dejado su vida personal de lado, hasta que se enamoró de uno de sus colegas, Rafael, quien era dos años menor que ella y, a pesar de eso, su carácter parecía el de un hombre mucho mayor, era serio, algo tosco y poco expresivo, aunque no se miraba viejo físicamente. Apenas duraron un año de novios y fijaron fecha de la boda.
Gabriela, mi segunda hermana, tenía ya veintiocho años, también contaba con novio y, al ver a mi hermana mayor con los preparativos de la boda, amenazó con casarse después; ella también quería una gran fiesta, regalos, viaje de bodas… Pero ella si lo iba a tener más sencillo, Fabián, su pareja, es hijo de una familia acaudalada, así que, por dinero, no se preocupaban, aunque, jamás me había enterado que quisieran formalizar tan pronto, a pesar de que ya casi tenían cuatro años de noviazgo.
-Carlos – la voz de mi novia me sacó de mis pensamientos.
-¿Qué?
-¿Crees que este vestido me quede bien? – me mostró una revista con un vestido lleno de holanes y en un color rosa ‘fuchi’.
Pasé la mano por mi nuca – pues… Si… Creo…
-¿Cómo que crees? – frunció el ceño, evidentemente molesta – quiero ser la dama de honor más bonita y ¡tú no me estás ayudando!
-Calma, calma – me puse de pie y fui a abrazarla, aunque al principio intentó rechazarme – tú serás la más bonita, ya lo veras – aseguré – pero, no puedo saber si te quedará bien, a menos que te lo pongas – sonreí.
-Tonto – hizo un puchero infantil y me abrazó.
-Qué te parece si… salimos de aquí – besé su mejilla – y nos vamos a dar una vuelta por la ciudad – me acerqué a su oreja – podemos ir a comer sushi, y después… a un lugar a estar solos… hace mucho que no vamos…
-Pero estamos seleccionando los vestidos de las damas – dijo con infantilismo.
-De acuerdo – solté el aire con frustración – entonces, ese vestido te quedará bien – sonreí, tratando de que con eso, accediera a salir.
-¿Tú crees? – volvió a ver la imagen – bueno, lo separare, voy a ver cuál eligió Gaby…
Salió de mi habitación y palmee mi frente, después estruje mi cabello con desesperación. Desde la graduación de la preparatoria, no habíamos tenido relaciones y yo ya me estaba fastidiando con eso. Volví a mi escritorio y preferí entretenerme en un juego, así perdería el tiempo, aún faltaba un mes para la boda de mi hermana y un poco más para que yo entrara a la universidad.
-Carlitos – mi madre se asomó por la puerta – te buscan – anunció.
-¿A mí? – levanté el rostro, eso era extraño, mis amigos se habían ido de vacaciones, así que era imposible que alguien me buscara en esas fechas – ¿quién?
-Tus cuñados – sonrió mi madre.
Una sorpresa más para mí, normalmente no hablaba con ellos, como eran más grandes que yo, no teníamos nada que hablar, incluso, cuando me conocieron, Fabián primero, claro está, dijeron que era un niño; obviamente ellos se habían hecho amigos con rapidez, incluso, salían en citas dobles con mis hermanas o ellos se iban a tomar una copa; así que, hablar conmigo era algo completamente fuera de lo normal.
-Ya voy – dije sin interés – solo termino esta partida.
-No tardes… – ordenó mi madre y se fue.
Minutos después bajé las escaleras, abajo se escuchaba el alboroto en la sala, mis hermanas estaban con sus novios y Brenda, junto con mi madre, estaban en otro sillón.
-Buenas – saludé informal.
-Buenas tardes – Rafael me extendió la mano y tuve que aceptar el saludo de esa manera, aunque me sentía extraño.
-Buenas, Carlitos – Fabián se rió, ya sabía que detestaba que me dijeran así.
-Mi mamá me dijo que me buscaban.
-Sí, vinimos a platicar contigo – Fabián se puso de pie y besó a mi hermana en los labios – ahorita vuelvo princesa.
-¿Por qué tanto misterio? – Mi hermana entrecerró los ojos – ¿qué tramas?
-Nada – sonrió – pero esto es cosa de hombres – caminó hacia mí y luego llamó a mi otro cuñado – ven Rafael, que tú eres el más interesado.
Los tres salimos de la casa y nos quedamos en la terraza.
-¿Para que soy bueno? – pregunté sentándome en una de las sillas exteriores.
-Veras Carlitos – Fabián sonrió – vamos a hacerle a Rafa una despedida de soltero – señaló al futuro esposo – y, tienes que ir.
-Una… Despedida…
-Si – Rafael suspiró – Fabián insiste que debo despedirme de la soltería con una gran fiesta.
-Y, ¿por qué tengo que ir? – levanté una ceja – digo, no me molesta, pero, es extraño…
-Primera, porque eres el hermano de la novia – Fabián me señaló – segunda, porque eres un hombre más y no te puedes perder una fiesta para hombres y, tercera – se inclinó hacia mí y bajó el volumen de su voz – porque serás nuestro cómplice para que, tus hermanas, no se enteren de qué tipo de fiesta será.
-Y, ¿puedo saber, de que tipo será?
-Del tipo que a las futuras esposas no les agrada – soltó una carcajada.
-La verdad yo no le veo mucho caso – Rafael acomodó sus lentes – además, no me gustaría meterme en problemas con Yolanda.
Ante esas palabras entendí a lo que se referían – ya veo – asentí – pero… ¿Crees que mi padre no le diga nada? O ¿no lo piensan invitar?
-Ya le dije – Fabián se cruzó de brazos – dijo que no está en contra, pues él también tuvo una gran despedida de soltero, pero, que ya no está para esas fiestas, así que, no va a ir.
Dudé, obviamente iba a ser el más pequeño de esa reunión y no podía invitar a mis amigos porque no estaban, pero, ir a una despedida de solteros, no sonaba tan mal.
-De acuerdo – accedí.
-Bien, será el próximo sábado – Fabián miró a Rafael – o, ¿prefieres que sea el viernes?
-Sábado, el viernes tengo trabajo y no puedo salir temprano.
-Entonces, sábado – aseguró – y, recuerda – me miró con seriedad – no le puedes decir a tus hermanas de que se trata, ni lo que mirarás ahí…
-Está bien, no creo que les haga daño…
- - - - - -
El sábado, Fabián pasó por mí en su automóvil a las cinco de la tarde. Mi padre estaba enterado de lo que sucedería, mientras mi madre, hermanas y novia, pensaban que sería una simple reunión en un restaurante bar, además, Fabián también les dio la dirección, algo que me sorprendió. Pero quedé atónito cuando llegamos a otro lado y no al lugar que él había dicho.
-Pensé que la fiesta sería en otro lugar – dije mirándolo de soslayo al ver que salíamos de la ciudad.
-No – sonrió – les di esa dirección por si querían ir o llamar, probablemente llamen, el encargado del lugar ya sabe qué decir…
-Entonces, ¿a dónde vamos?
-A la finca de mis padres, el camino es de cuarenta minutos aproximadamente, todos empezaran a llegar a las siete, y ya debe estar todo preparado.
-Bueno – suspiré, no sabía que tanto dinero tenía la familia de Fabián, aunque obviamente era mucho.
- - - - - -
Llegamos al lugar casi a las seis, Era una gran extensión, la casa era enorme, con un patio para estacionar varios autos, independiente del jardín, que estaba bien cuidado, y, tenía una gran alberca; la casa era enorme, constaba de tres niveles, pues estaba en una pendiente y todo era rustico.
-¡Wow! – dije sin pensar cuando lo miré.
-Es lo mismo que dijo tu hermana la primera vez que la traje.
-¿Gabriela ya ha venido aquí?
-Solo para la fiesta de mi hermana, cuando se casó.
Descendimos del automóvil y un hombre nos recibió.
-Buenas tardes, joven…
-Buenas tardes, Felipe – sonrió – ¿ha llegado alguien?
-Aún no – negó – solo estamos la servidumbre, los cocineros y las jóvenes que van a entretener a sus amigos.
-¡Qué bien! Ven Carlitos – me hizo una seña para que lo siguiera – mejor que vayas eligiendo una, antes de que los demás las acaparen.
Al entrar a la residencia me quedé absorto ante el lujo, me sentía extraño, pero me quedé boquiabierto al ver a las mujeres que empezaron a descender por las escaleras; parecían modelos de revistas y de más estaba decir que estaban espectaculares con los pequeños y diminutos bikinis que apenas cubrían sus partes.
-No te vayas a resbalar con tu propia baba – Fabián me miró de soslayo – primero ponte cómodo, supongo que no trajiste traje de baño, pero no te preocupes, en la habitación principal debe haber ropa que envié para mí y para ti.
Corrí a cambiarme y después, empecé a conocer a las chicas y ¡por Dios!, que quería conocerlas a fondo, pero en poco tiempo, la casa se llenó de hombres y como Fabián dijo, fueron acaparadas. Claro, todos ellos tenían más edad que yo, obviamente con trabajo, ropa de marca y, se notaba que con dinero, ¿cómo conseguir atención en medio de todo eso? Difícil.
Rafael tenía a la chica rubia más exuberante de toda la fiesta a su lado, y ella se le restregaba insistente, era obvio, el festejado siempre recibe las mejores atenciones. Pero, aunque no iba a poder tener acción, al menos no temprano, podía intentar entretenerme.
-¿Aburrido? – Fabián estaba abrazado de una morena cuando se acercó a mí.
-No, no mucho.
-¿Que bebes?
-Jugo – respondí – creo que de piña o algo así.
-No, Carlitos, este día tiene que ser de ‘destrampe’ – giró el rostro y le habló al hombre que estaba preparando los tragos – dale a mi cuñadito algo suave, para empezar y después… Después lo que pida o lo que le caiga mejor – el hombre asintió y mi cuñado me palmeó la espalda – no te preocupes, en un rato, podrás tener acción – me guiñó el ojo y se retiró con la chica.
-Si tú lo dices – susurré mientras me servían un vaso alto con hielos, un líquido ligeramente amarillo con naranja y una rebanada de naranja en la boquilla.
-¿Qué es? – indagué.
-Es un coctel con naranja, señor.
Entorné mis ojos, “señor…” reproché mentalmente, como si no se diera cuenta que era el más joven de ahí. No dije más y empecé a tomar.
Comer botana y beber lo que el sujeto me preparaba, en eso se resumió mi noche, aunque no me di cuenta de cuantas copas me bebí, no me sentía mal, ni mareado, quizá un poco más alegre y desinhibido, con algo de sueño, pero aún podía controlarme.
Poco a poco, mis ojos se cerraban, necesitaba recostarme, así que, solo iría a uno de los sillones y descansaría. Me puse de pie, intenté dar unos pasos pero todo se movió a mí alrededor, sentí que el piso se hundía y me agarre lo primero que pude.
-¿Estás bien? – la voz de un sujeto me sorprendió.
-Creo… que… no…
-¡Hey! ¿Qué pasó Carlitos? – Fabián llegó con rapidez.
-Me… siento… mal – apenas terminé de decirle eso, cuando una arcada me asaltó y empecé a devolver todo lo que había comido y bebido, los que estaban alrededor se empezaron a alejar y un sirviente llegó rápidamente a colocar un bote para que cayera ahí todo lo que salía de mi boca.
-¿Cuánto bebió? – la voz de Rafael se escuchó cerca.
-No lo sé – Fabián se notaba preocupado, me movió como muñeco de tela cuando terminé y me tomó en brazos – mejor lo llevo a una habitación a que descanse, que limpien todo – ordenó mientras caminaba hacia las escaleras.
No supe más, mi cabeza daba vueltas, mi cuerpo pesaba y a la vez sentía que flotaba, cuando quería mover mi cabeza no podía y me sentía mal, pero aun así, pude sentir cuando me dejó en una cama suave.
“Enciende el aire acondicionado”
“Tal vez necesite algo para el asco”
“¿Dónde está el botiquín?”
“Hay uno en el baño”
Las voces iban y volvían a mí alrededor, pero, poco a poco, empecé a reconocerlas.
-No creo que sea tan malo – señaló Fabián cerca de mí.
-No – la voz de Rafael se escuchaba del otro lado – pero no debimos dejar que bebiera tanto.
Sentí algo húmedo en mi cara, me estaban limpiando el rostro.
-Carlitos – me sentaron en la cama – bebe y escupe – ordenó colocando un vaso cerca de mi boca y algo más abajo.
Me enjuagué la boca, sentía un sabor amargo y escupí.
-De nuevo – presionó Fabián.
Lo hice un par de veces más, pero cuando alejó el bote y el vaso, mi cuerpo se volvió a desvanecer, así que, Fabián me levantó y me abrazó para mantenerme sentado.
-Bebe esto – pidió acercando a mi boca otro vaso – te sentará bien.
-Sabe… feo… – reproché cuando di los primeros tragos.
-Sí, es una pastilla efervescente – anunció Rafael y sus dedos acariciaron mi mejilla con suavidad.
-Me… siento… mareado…
-Tranquilo… – la voz de Fabián cerca de mi ido me estremeció.
Poco a poco sentí que el sopor del sueño se apoderaba de mí, mi cuerpo se relajó pero, a pesar de eso, no estaba completamente dormido.
“Deberíamos dejarlo descansar”
“¿Seguro?”
“Escucha, no estoy tan seguro de hacer esto…”
“Pues si tu no lo aprovechas yo sí lo haré…”
“No te atreverías”
“El que no se atreverá eres tú, ¿acaso no planeamos esto para que te pudieras quitar esa obsesión y casarte tranquilamente?”
“No se… Qué tal si es peor…”
“Bueno, no lo hagas… Pero yo no voy a desaprovechar”
“No lo hagas Fabián”
“Decídete, ¿lo haces, lo hago o lo hacemos?”
“Hazlo si quieres, yo no…”
Escuché ruidos, intenté despertarme pero aun así, mi cabeza daba vueltas y mis parpados estaban tan pesados que solo moví un poco mi cuerpo sin conseguir nada. Momentos después, las manos de alguien recorrían mi cuerpo con lentitud; el roce suave en mi rostro me hizo suspirar y un gemido me asaltó al sentir besos en mi cuello. Las traviesas manos empezaron a quitar mi traje de baño largo y en un santiamén quedé completamente desnudo.
-¿Qué…? – entreabrí mis ojos y el rostro de Fabián estaba cerca, su castaño mirar estaba puesto en mí y sonreía de una forma que no comprendía.
-Carlitos, relájate – sonrió – te dije que ibas a tener acción esta noche…
Apenas terminó de hablar, su boca se unió a la mía y a pesar de que mi mente decía que estaba mal, ni cuerpo reaccionó solo, permitiéndole besarme con libertad; un gemido me asaltó mientras aún teníamos unidas nuestras bocas, su mano empezó a acariciar mi sexo, logrando que me estremeciera e intentara sostenerme de algo, sin conseguirlo.
-Bonito… – relamió sus labios cuando se separó.
¿Qué pasaba? No lo comprendía del todo, pero debía ser un sueño, era el novio de mi hermana quien me estaba acariciando y besando, aunado a eso, mi cuerpo respondía, incluso con más deseo que con mi novia.
No supe en qué momento él ya no estaba cerca de mi rostro, pues se encontraba besando y estimulando mi erección; empecé a gemir y tratar de alejarme, me gustaba, pero eso no era correcto. Mis gemidos entrecortados empezaron a mezclarse con sollozos, me sentía débil, vulnerable y, sin desearlo, completamente excitado.
Un ruido se escuchó a lo lejos y Fabián se detuvo.
-Volviste – su voz era divertida – creí que no lo harías…
-Cállate.
Esa voz, ese tono, ese no era otro que Rafael.
-Adelante, mientras tú te encargas de esto, yo, me encargo de otra cosa…
Una vez más, una tibieza envolvía mi sexo, pero era más delicada conmigo, estimulando toda la extensión, acariciando mis testículos y succionando con insistencia.
Gemí; mis gemidos aumentaron de intensidad y traté de alejarme.
-¿A dónde vas, pequeño? – Fabián me agarró de los brazos haciéndolos hacia arriba – no te muevas tanto o le harás el trabajo difícil a Rafael – sostuvo mis muñecas con una mano y con la otra me obligó a abrir la boca – ahora, tu, harás eso conmigo…
No pude replicar, introdujo su sexo en mi boca de un golpe y llegó hasta mi garganta.
-No está mal… nada mal – aseguró moviendo su cadera para penetrar mi boca.
-Dónde está el lubricante – Rafael se alejó de mi sexo.
-Está ahí… – seguía hablando sin detener sus movimientos, aunque yo trataba de alejarme, me estaba ahogando – en el buró…
Esas palabras me hicieron temblar, no podía saber con exactitud qué era lo que ellos pensaban hacer conmigo, aunque, viendo la situación y, así como me tenían, empecé a entenderlo.
Fabián se alejó de mi boca y me obligó a levantar mi torso, colocándose tras de mí, recargándome contra su pecho, sosteniendo mis brazos hacia atrás, con los suyos y abriendo mis piernas con sus manos.
-Relájate – susurró – Rafael te tratará muy bien, después de todo, eres su pequeño, hermoso, sexy y prohibido cuñadito, el niño más lindo de todos los que ha conocido… Y yo también…
Sus dientes atraparon el lóbulo de mi oreja haciéndome gemir, pero Rafael logró que casi gritara, una de sus manos empezó a masajear mi sexo mientras la otra, impregnada de un líquido viscoso, se abría paso en mi interior con un dedo.
-No… No… – gemí y mi cuerpo se onduló.
-Relájate – Rafael aún tenía sus lentes puestos y buscó mi mirada, pero a través de los cristales, pude notar la lujuria en sus ojos grises a pesar de que mantenía un semblante serio.
Mis labios se abrieron mientras gemía más alto, su dedo se movía insistente y mi sexo respondía animadamente. Rafael me besó al momento que otro dedo se introdujo en mí; fue demandante, fue rudo y posesivo, pero evitó que gritara, especialmente porque tocó algo dentro que me estremeció completamente.
-¿Quieres hacerlo terminar? – Fabián se entretenía besándome el cuello y los hombros.
-Si – sentenció mi otro cuñado.
-De acuerdo, entonces, sigue, no te interrumpo – una de sus manos soltó mi pierna y fue a estimular mi pezón – escuchaste pequeño – lamió mi oreja – Rafael va a hacerte sentir muy bien…
Un tercer dedo entró y en cuando se acompasaron a acariciarme, no pude evitar llegar al orgasmo en la mano de mi cuñado mayor; mi gemido se escuchó en la habitación y mi semilla se esparció por mi abdomen.
-Eso fue un desperdicio – Fabián llevó su mano hasta el líquido empapando sus dedos y metiéndolos después en mi boca – ¿qué tal sabes?
Mi lengua se movió, repasando los dedos largos de mi cuñado y probándome – ri… co… – respondí en un susurro.
-Bien, está más participativo…
-Voltéalo – Rafael se alejó y me agarró de mis tobillos.
-¿No lo harás así?
-Puedo romperlo, mejor en cuatro, es más sencillo.
-De acuerdo – Fabián ayudo a moverme y quedé con mi rostro entre sus piernas – ahora tú me vas a dar otra chupada, mientras Rafael te penetra…
-No… – negué y un par de lágrimas escaparon de mis ojos – no quiero…
-No llores – acarició mis mejillas…
-¿Está listo? – la voz grave de Rafael tras de mi me hizo estremecer.
-Espera, ¿no vas a usar condón?
-No, voy llenarlo de mi semen, si tú quieres usar condón después, no me importa…
-Supongo que no estará mal hacerlo así, se sentirá mucho mejor – Fabián levantó mi rostro y sonrió – ¿lo vez, pequeño? Rafael te va a tratar muy bien, ya lo verás.
Fabián me agarró del cabello, su mano bajó a mi mentón, metiendo un par de dedos a mi boca y presionando en mis dientes hacia abajo, obligándome a abrir para tragar hasta el fondo, justo en el momento en que sentía la presión en mi trasero, Rafael me empezó a penetrar.
Mi grito se ahogó, mis lágrimas fluyeron con rapidez, mi cuerpo se tensó y casi muerdo el sexo de Fabián; de no ser por la presión que él estaba ejerciendo en mi boca, lo hubiese hecho. Rafael no se contuvo, apenas estuvo completamente dentro, empezó a moverse con fuerza; su miembro era grueso, por lo que me dolía demasiado la manera en que obligaba a mi interior a acomodarse a él.
Aun así, poco a poco, empecé a disfrutarlo, algo que rozaba en mi interior me hacía gemir y no era de dolor.
-Lo está… disfrutando… – anunció Fabián y soltó mi boca para dejar que yo hiciera el trabajo.
-Sí, y lo disfrutará mucho más – sentenció Rafael, aumentando el ritmo de las embestidas.
Deje que mi cuerpo les respondiera, mi mente estaba demasiado nublada para pensar; empecé a succionar el miembro de Fabián, moviendo mi lengua, permitiéndole llegar a mi garganta, por alguna razón, su sabor había cambiado y se me hacía lo más delicioso del mundo, necesitaba probarlo completo, quería probar su sabor, así como lo hice conmigo.
-Calma… Calma… – la voz de Fabián se entrecortó – Es… bueno…
-Te dije que… lo disfrutaría… mucho más…
La mano de Rafael buscó mi sexo, estimulándolo mientras me penetraba; quise alejarme de mi trabajo con Fabián para poder gemir, pero él no me lo permitió. En medio de ese acto, Fabián terminó primero y me mantuvo con su miembro dentro de mi boca hasta que tragué todo su semen y, mientras él se relajaba, Rafael siguió penetrándome, inundando mis entrañas mucho después.
Quedé tendido en la cama, de lado, apenas recuperando el aliento. Rafael se puso de pie y no supe a dónde fue, mientras que Fabián se acomodó sobre mí, besándome, no solo los labios, sino mi cuello, hombros y moviéndome para bajar a mí pecho.
-Estás cansado… – mordió mi pezón y me quejé con debilidad – pero aún falta mucho… – aseguró – y, lo siguiente… – sus manos me tomaron de las piernas, acomodándome frente a él, su sexo empezaba a despertar de nuevo, levantándose de manera orgullosa – soy yo – la sonrisa divertida de mi cuñado me hizo estremecer.
No me dio tiempo de replicar, de un solo golpe se introdujo en mi interior. Volví a gemir, traté de empujarlo pero Rafael había vuelto y lo evitó.
-No, no seas malo – sonrió y se inclinó besándome con fuerza – Fabián es un buen cuñado, así que, trátalo bien – susurró al separarse de mis labios.
-No… – sollocé – ya no… quiero… por favor…
Fabián se detuvo al escucharme y pensé que todo se terminaría, pero no fue así, llamó a Rafael y le susurró algo al oído, después, siguió penetrándome con fuerza, mientras mi otro cuñado se inclinaba hacia mí y volvía a besarme, esta vez más suave y lento; nuestras lenguas se enredaron, y, sin que me diera cuenta, liberó mis manos, acarició mi cuerpo sin apartarse de mi boca y cuando me rendí, correspondiéndole con deseo, se alejó un poco.
-Así que, solo necesitas cariño – lamió mi mejilla – te daremos mucho cariño, peque…
Un nuevo beso y después permitió que gimiera con intensidad, mientras bajaba a succionar mi sexo. Mis gritos retumbaban en la habitación, mientras uno me penetraba, el otro chupaba insistente mi erección y, cuando estaba a punto de terminar lo evitaba presionando la base.
Estaba por volverme loco cuando Rafael se alejó de mi sexo y se acomodó para meter su enorme pene en mi boca, ladee el rostro para evitarlo.
-Tranquilo, fui a lavarme – sonrió y con su mano me mantuvo firme para meterlo.
No pude siquiera moverme, el solo lo introdujo con fuerza e hizo con mi boca lo que quiso. Fabián gemía mientras me penetraba, me lastimaba, pero por más que quería pensar que estaba mal, me gustaba, especialmente su mano que por momentos me masturbaba; gracias a eso llegué al orgasmo de nuevo, él no me lo impidió como lo había hecho Rafael.
Ellos terminaron de nuevo, primero Fabián en mi interior y Rafael lo hizo sobre mi rostro, esparciendo su semen con su pene, y después, volviendo a meterlo en mi boca para que limpiara.
-Para una segunda ronda no estuvo mal – Fabián se acercó y lamió mi rostro sucio.
-No – Rafael sonrió – aún queda mucha noche por delante.
Negué, estaba completamente exhausto y cansado, tenía que ser una broma.
-Parece que aún se resiste – Fabián se incorporó y besó los labios de Rafael
-Habrá que castigarlo mucho más… – la mano de Rafael acarició el trasero de Fabián sin pudor – Hasta que aprenda…
-¿Crees que podamos hacerlo a la vez? – su sonrisa me hizo temblar.
-No sabemos si no lo intentamos – Rafael se relamió los labios – después de todo, hay mucho lubricante aún…
Toda la noche me usaron, uno, otro, los dos, incluso, uno me penetraba mientras era penetrado por el otro, estaba envuelto en una locura absurda y no iba a poder salir de ahí. Finalmente fui yo quien suplicó por que siguieran poseyéndome, hasta el amanecer.
- - - - - -
Cuando amaneció, los tres estábamos en la cama, al despertar, ya sin los efectos del alcohol, ni la pasión, mucho menos la lujuria, todo se me vino encima. Mi novia y especialmente, mis hermanas, ninguna de ellas merecía lo que había pasado y menos que los dos idiotas de mis cuñados las engañaran de esa manera tan aberrante.
Intenté ponerme de pie, pero la mano de uno de ellos me detuvo.
-¿A dónde vas pequeño? – Rafael me jaló volviendo a acostarme en la cama.
-¡Ya suéltame!
-Anoche no dijiste eso – Fabián me abrazó.
-Anoche ustedes me emborracharon y ¡se aprovecharon!
-De hecho, tu solito bebiste…
-Además, ¿qué piensas hacer? Viniste con Fabián, no puedes irte de aquí solo.
-Son unos…
-Lo que sea que seamos – Fabián me miró con diversión – tú también lo eres, porque lo hiciste con nosotros anoche, así que, no estás libre de pecado…
-¡Se lo diré a mis hermanas!
-Adelante – Rafael sonrió – díselos, arruínale a Yolanda la boda que ha planeado por meses, ¿qué crees que pase? Se deprimiría y tú serías el único culpable.
-Ni que decir de Gabriela, seguramente ella te lo reprochará por el resto de su vida
-No, ellas no – negué, tenía inmensas ganas de llorar, yo no quería que mis hermanas me odiaran.
-Está en tus manos…
* * *
-“…Y ahora, después de eso, no sé qué hacer, tengo miedo de decirles personalmente, pero creo que, mis hermanas no se merecen lo que sucede, es obvio que ellos se entienden…”
Los presentes en la habitación de la radio estaban en silencio, sus mejillas estaban teñidas de rojo y por primera vez, hasta la locutora no sabía que decir.
-Ah… Ah… ‘C’… Todo eso… Es… que…
-“…Es cierto, sucedió este fin de semana pasado y ya no sé qué hacer…”
-‘C’, soy… – carraspeó – soy la doctora Paty, escucha, sé que tienes miedo, pero si lo que dices es cierto – se puso extremadamente seria – es penoso y doloroso, pero tus hermanas no merecen lo que ellos les están haciendo, es una traición y, probablemente se molesten contigo, aunque en lo personal, lo dudo – aseguró – tienes que decírselos…
-Yo estoy de acuerdo con la doc – Vanesa ya se había recuperado de la impresión – apuesto a que tus hermanas sabrán entender.
-“…Gracias…”
-No te preocupes y, si necesitas asesoría, con gusto tienes las puertas abiertas de aquí – indicó Vanesa.
-“…Tal vez la necesite, si llamé, no solo fue para pedir consejo, sino, porque sé que ellas sabrán quien soy al escucharme…”
-¿Crees que tus hermanas te escucharon con nosotros? – la locutora se sorprendió aún más.
-“…Tal vez, solo una, pero les aseguro que lo que pasó no fue mi culpa, solo eso…”
-Te creemos – aseguró la doctora.
-“…Muchas gracias…”
-Bueno, si gustas, puedes dejarnos tus datos, te pasaremos con nuestros asistentes…
-“…Gracias y que pasen buenas noche…”
-Muy bien, volveremos después de un par de canciones, espérenos con más historias y confesiones…
Salieron del aire y Vanesa gritó.
-¡No puedo creerlo!
-Lo sé – la doctora estaba también asombrada – no puedo creer qué clase de monstruos harían algo así…
-¿Monstruos? No me refiero a eso – la locutora la vio con una mueca de estupefacción en su rostro – aunque ciertamente, esos tipos son unos monstruos, pero a lo que me refiero es que lo dijo todo, ¡todo! Con lujo de detalles, es decir, ¡las novelas eróticas le quedan cortas!
-Pues sí que tuvo el valor de hacerlo…
-¿Crees que fue mentira? ¿Planeado?
-No – Paty negó – su voz, su manera de contar su arrepentimiento, es obvio que todo lo que dijo fue cierto.
-Pobre… Blanquita, ¿te dio sus datos?
-Si – asintió la chica – pero no dio nombre, solo un número de celular.
-El ‘streaming’ marcó casi los quinientos mientras el chico hablaba – indicó Lucas.
-¡Un nuevo record! – Vanesa se emocionó – la jefa debe estar feliz por eso, por cierto, ¿dónde está?
-No lo sé – Lucas se alzó de hombros – hace un rato se fue rápido…
* * *
Erika iba en su automóvil con rapidez, desde el momento que escuchó la voz del chico en la radio, supo que era su hermano, le llamó la atención y cada que daba detalles, le confirmaba sus sospechas. Iba hecha un mar de nervios, estaba furiosa, se sentía traicionada, pero sobre todo, como pudo su estúpido novio hacerle eso a su pequeño hermano.
Le había marcado a Jesica, su hermana, quien ya estaba viviendo en el departamento que compartiría con su futuro esposo para que también escuchara, ella era la que se iba a casar; después, se pusieron de acuerdo con rapidez, pues ella trabajaba hasta muy tarde por lo de la radio y su novio le decía que salía con amigos, o con Gerardo, el prometido de su hermana. Ambas quedaron de verse en un lugar específico, el departamento de Franco, ya que Erika tenía la certeza de que ahí los encontrarían, y ella tenía llave.
Las dos hermanas se encontraron en el recibidor, subieron el elevador y Erika abrió el departamento con rapidez, apenas estuvieron dentro, los gemidos empezaron a escucharse. Tal como Carlos, su hermano, porque así se llamaba en realidad, había dicho, ahí estaban los dos, teniendo relaciones. Ambas reaccionaron con agresividad, una, les lanzó una lámpara, la otra un florero y así estuvieron hasta que se calmaron un poco y empezaron los improperios, mientras ellos trataban de explicar algo que no tenía remedio.
Jesica le lanzó el anillo a su ex pareja y salió del lugar, mientras que Erika les dijo hasta de lo que se iban a morir antes de irse de ahí.
Finalmente, ambas llegaron a su casa, estaban dolidas, lastimadas y se sentían defraudadas, pero, al entrar, al único que vieron, fue a su hermano, en la sala, sus padres, obviamente estaban dormidos. El levantó el rostro y estaba llorando.
-Lo siento… – fue lo único que dijo.
El enojo de las dos pareció esfumarse al verlo ahí, sentado, llorando, cómo cuando era un niño que necesitaba de sus cuidados, él siempre había sido el más pequeño, el consentido, el que las buscaba para todo, hasta que empezó la adolescencia y decía que había cosas que no podía contarles porque eran chicas; pero ahora, ahí estaba, sufriendo, pensando que él había fallado cuando ellas sabían muy bien que él no tenía la culpa.
Las dos se sentaron con él y lo abrazaron, tal vez, el que más había sufrido con todo eso, era el mismo y ellas no iban a darle más carga para soportar, de todas maneras, lo otro, ya se había terminado.
* * *
-¡Muy buenas noches! – ríe – soy Vanesa Hidalgo, su locutora, gracias por acompañarnos esta noche de miércoles, que bonito es estar a media semana, ya falta poco para un nuevo descanso, playa, diversión, amor… – suspira – como siempre, está con nosotros a la Doctora Patricia Nieves, buenas noches doc.
-Muy buenas noches, Vane…
-Es un gran día, ¿no lo cree?
-Si lo es…
-Bueno, recuerden, esta noche es para confesiones y problemas de corazón, no importa si sus relatos son eróticos – su voz cambio a un tono seductor – estamos en un horario nocturno precisamente para eso, y la doctora les dará sus puntos de vista. Antes de empezar, vamos con la primer canción de la noche y volvemos para nuestra primer llamada.
La música entra y Vanesa mira hacia sus compañeros.
-¿Cómo vamos, Lucas?
-No te preocupes, van casi doscientas personas en el ‘streaming’.
-Si no subimos esos números la jefa nos va a matar.
-Es una radio por internet – Paty sonrió – no va a pasar mucho, las ultimas llamadas fueron solo bromas.
-¿Así que solo por ser una radio en internet no debe importarnos? – Erika se recargó en el marco de la puerta – eso no está bien Paty.
-¡Jefa! – Vanesa la miró con nervios – no es eso, pero a veces, las cosas no son tan interesantes.
-¡Ah! pero el sexo siempre llama la atención – rió la castaña – y aunque sean mentiras, mientras uno que otro diga cosas relacionadas al sexo, habrá pervertidos que escuchen, por eso tenemos este horario – les guiño el ojo, ahora a trabajar.
-Volvemos… – Lucas les hizo señas.
-Ya tenemos la primera llamada – indicó Blanca.
-De acuerdo, ponla en cuanto entre…
Vanesa se acomodó en su lugar, colocándose los audífonos y acercando el micrófono.
-Bienvenidos de nuevo, esta noche pinta para ser hermosa, así que, pasemos la primera llamada… Buenas noches, ¿con quién tengo el gusto?
-“…Bue… Buenas noches – la voz de un chico sonaba temblorosa y nerviosa – yo… la verdad no quisiera decir mi nombre…”
-Entiendo, entonces, ¿cómo puedo decirte?
-“…Ah… ‘C’ sólo ‘C’, es la inicial del nombre que voy a usar en mi historia…”
-De acuerdo ‘C’ – sonrió – ¿qué podemos hacer por ti?
-“…La verdad, me da pena, por eso, tengo un par de días escribiendo lo que les voy a contar para que nada se me pase y, además, cambié los nombres y todo lo demás…”
-Muy bien, ¿escribiste lo que nos contaras? ¿Es muy largo?
-“…Si, espero que no les moleste…”
-¡Claro que no!, nos fascinan las historias largas… Empieza cariño…
-“…Está bien…”
* * *
Soy el menor de mi familia, nací casi diez años después que mi segunda hermana y, podemos decir que no estaba planeado, pero, aun así me acogieron con amor, especialmente mi padre, quien siempre había querido un hijo varón.
Ser el único hombre tiene sus ventajas, obtengo más libertad, mi padre no se niega a nada de lo que necesito y, disfruto del amor y cariño de mi madre y mis hermanas mayores. Aun así, no me duermo en mis laureles, trato de obtener calificaciones decentes, y tuve que acceder entrar al equipo de soccer de la escuela, aunque realmente lo detesto, pero, la buena noticia es que me toca ser portero y no tengo que andar corriendo como lunático tras un balón para, de todas maneras, jamás tocarlo.
Los últimos años de mi vida han sido un caos, mientras yo me preparaba para ingresar a la universidad, tenía que atender a mi novia, Brenda, quien a últimas fechas no salía de mi casa, más no por mí, sino por los preparativos para la boda de mi hermana mayor, Yolanda. Si, ya tenía treinta y dos años, estaba a punto de casarse y todas las mujeres de la familia estaban emocionadas por el evento.
Era extraño para mí, especialmente porque no entendía la razón de su júbilo, obviamente era un gran evento, pero no como para pensar que jamás podría casarse. Yolanda era linda, muy bonita, tenía un excelente trabajo y, precisamente porque se enfocaba en su vida profesional, había dejado su vida personal de lado, hasta que se enamoró de uno de sus colegas, Rafael, quien era dos años menor que ella y, a pesar de eso, su carácter parecía el de un hombre mucho mayor, era serio, algo tosco y poco expresivo, aunque no se miraba viejo físicamente. Apenas duraron un año de novios y fijaron fecha de la boda.
Gabriela, mi segunda hermana, tenía ya veintiocho años, también contaba con novio y, al ver a mi hermana mayor con los preparativos de la boda, amenazó con casarse después; ella también quería una gran fiesta, regalos, viaje de bodas… Pero ella si lo iba a tener más sencillo, Fabián, su pareja, es hijo de una familia acaudalada, así que, por dinero, no se preocupaban, aunque, jamás me había enterado que quisieran formalizar tan pronto, a pesar de que ya casi tenían cuatro años de noviazgo.
-Carlos – la voz de mi novia me sacó de mis pensamientos.
-¿Qué?
-¿Crees que este vestido me quede bien? – me mostró una revista con un vestido lleno de holanes y en un color rosa ‘fuchi’.
Pasé la mano por mi nuca – pues… Si… Creo…
-¿Cómo que crees? – frunció el ceño, evidentemente molesta – quiero ser la dama de honor más bonita y ¡tú no me estás ayudando!
-Calma, calma – me puse de pie y fui a abrazarla, aunque al principio intentó rechazarme – tú serás la más bonita, ya lo veras – aseguré – pero, no puedo saber si te quedará bien, a menos que te lo pongas – sonreí.
-Tonto – hizo un puchero infantil y me abrazó.
-Qué te parece si… salimos de aquí – besé su mejilla – y nos vamos a dar una vuelta por la ciudad – me acerqué a su oreja – podemos ir a comer sushi, y después… a un lugar a estar solos… hace mucho que no vamos…
-Pero estamos seleccionando los vestidos de las damas – dijo con infantilismo.
-De acuerdo – solté el aire con frustración – entonces, ese vestido te quedará bien – sonreí, tratando de que con eso, accediera a salir.
-¿Tú crees? – volvió a ver la imagen – bueno, lo separare, voy a ver cuál eligió Gaby…
Salió de mi habitación y palmee mi frente, después estruje mi cabello con desesperación. Desde la graduación de la preparatoria, no habíamos tenido relaciones y yo ya me estaba fastidiando con eso. Volví a mi escritorio y preferí entretenerme en un juego, así perdería el tiempo, aún faltaba un mes para la boda de mi hermana y un poco más para que yo entrara a la universidad.
-Carlitos – mi madre se asomó por la puerta – te buscan – anunció.
-¿A mí? – levanté el rostro, eso era extraño, mis amigos se habían ido de vacaciones, así que era imposible que alguien me buscara en esas fechas – ¿quién?
-Tus cuñados – sonrió mi madre.
Una sorpresa más para mí, normalmente no hablaba con ellos, como eran más grandes que yo, no teníamos nada que hablar, incluso, cuando me conocieron, Fabián primero, claro está, dijeron que era un niño; obviamente ellos se habían hecho amigos con rapidez, incluso, salían en citas dobles con mis hermanas o ellos se iban a tomar una copa; así que, hablar conmigo era algo completamente fuera de lo normal.
-Ya voy – dije sin interés – solo termino esta partida.
-No tardes… – ordenó mi madre y se fue.
Minutos después bajé las escaleras, abajo se escuchaba el alboroto en la sala, mis hermanas estaban con sus novios y Brenda, junto con mi madre, estaban en otro sillón.
-Buenas – saludé informal.
-Buenas tardes – Rafael me extendió la mano y tuve que aceptar el saludo de esa manera, aunque me sentía extraño.
-Buenas, Carlitos – Fabián se rió, ya sabía que detestaba que me dijeran así.
-Mi mamá me dijo que me buscaban.
-Sí, vinimos a platicar contigo – Fabián se puso de pie y besó a mi hermana en los labios – ahorita vuelvo princesa.
-¿Por qué tanto misterio? – Mi hermana entrecerró los ojos – ¿qué tramas?
-Nada – sonrió – pero esto es cosa de hombres – caminó hacia mí y luego llamó a mi otro cuñado – ven Rafael, que tú eres el más interesado.
Los tres salimos de la casa y nos quedamos en la terraza.
-¿Para que soy bueno? – pregunté sentándome en una de las sillas exteriores.
-Veras Carlitos – Fabián sonrió – vamos a hacerle a Rafa una despedida de soltero – señaló al futuro esposo – y, tienes que ir.
-Una… Despedida…
-Si – Rafael suspiró – Fabián insiste que debo despedirme de la soltería con una gran fiesta.
-Y, ¿por qué tengo que ir? – levanté una ceja – digo, no me molesta, pero, es extraño…
-Primera, porque eres el hermano de la novia – Fabián me señaló – segunda, porque eres un hombre más y no te puedes perder una fiesta para hombres y, tercera – se inclinó hacia mí y bajó el volumen de su voz – porque serás nuestro cómplice para que, tus hermanas, no se enteren de qué tipo de fiesta será.
-Y, ¿puedo saber, de que tipo será?
-Del tipo que a las futuras esposas no les agrada – soltó una carcajada.
-La verdad yo no le veo mucho caso – Rafael acomodó sus lentes – además, no me gustaría meterme en problemas con Yolanda.
Ante esas palabras entendí a lo que se referían – ya veo – asentí – pero… ¿Crees que mi padre no le diga nada? O ¿no lo piensan invitar?
-Ya le dije – Fabián se cruzó de brazos – dijo que no está en contra, pues él también tuvo una gran despedida de soltero, pero, que ya no está para esas fiestas, así que, no va a ir.
Dudé, obviamente iba a ser el más pequeño de esa reunión y no podía invitar a mis amigos porque no estaban, pero, ir a una despedida de solteros, no sonaba tan mal.
-De acuerdo – accedí.
-Bien, será el próximo sábado – Fabián miró a Rafael – o, ¿prefieres que sea el viernes?
-Sábado, el viernes tengo trabajo y no puedo salir temprano.
-Entonces, sábado – aseguró – y, recuerda – me miró con seriedad – no le puedes decir a tus hermanas de que se trata, ni lo que mirarás ahí…
-Está bien, no creo que les haga daño…
- - - - - -
El sábado, Fabián pasó por mí en su automóvil a las cinco de la tarde. Mi padre estaba enterado de lo que sucedería, mientras mi madre, hermanas y novia, pensaban que sería una simple reunión en un restaurante bar, además, Fabián también les dio la dirección, algo que me sorprendió. Pero quedé atónito cuando llegamos a otro lado y no al lugar que él había dicho.
-Pensé que la fiesta sería en otro lugar – dije mirándolo de soslayo al ver que salíamos de la ciudad.
-No – sonrió – les di esa dirección por si querían ir o llamar, probablemente llamen, el encargado del lugar ya sabe qué decir…
-Entonces, ¿a dónde vamos?
-A la finca de mis padres, el camino es de cuarenta minutos aproximadamente, todos empezaran a llegar a las siete, y ya debe estar todo preparado.
-Bueno – suspiré, no sabía que tanto dinero tenía la familia de Fabián, aunque obviamente era mucho.
- - - - - -
Llegamos al lugar casi a las seis, Era una gran extensión, la casa era enorme, con un patio para estacionar varios autos, independiente del jardín, que estaba bien cuidado, y, tenía una gran alberca; la casa era enorme, constaba de tres niveles, pues estaba en una pendiente y todo era rustico.
-¡Wow! – dije sin pensar cuando lo miré.
-Es lo mismo que dijo tu hermana la primera vez que la traje.
-¿Gabriela ya ha venido aquí?
-Solo para la fiesta de mi hermana, cuando se casó.
Descendimos del automóvil y un hombre nos recibió.
-Buenas tardes, joven…
-Buenas tardes, Felipe – sonrió – ¿ha llegado alguien?
-Aún no – negó – solo estamos la servidumbre, los cocineros y las jóvenes que van a entretener a sus amigos.
-¡Qué bien! Ven Carlitos – me hizo una seña para que lo siguiera – mejor que vayas eligiendo una, antes de que los demás las acaparen.
Al entrar a la residencia me quedé absorto ante el lujo, me sentía extraño, pero me quedé boquiabierto al ver a las mujeres que empezaron a descender por las escaleras; parecían modelos de revistas y de más estaba decir que estaban espectaculares con los pequeños y diminutos bikinis que apenas cubrían sus partes.
-No te vayas a resbalar con tu propia baba – Fabián me miró de soslayo – primero ponte cómodo, supongo que no trajiste traje de baño, pero no te preocupes, en la habitación principal debe haber ropa que envié para mí y para ti.
Corrí a cambiarme y después, empecé a conocer a las chicas y ¡por Dios!, que quería conocerlas a fondo, pero en poco tiempo, la casa se llenó de hombres y como Fabián dijo, fueron acaparadas. Claro, todos ellos tenían más edad que yo, obviamente con trabajo, ropa de marca y, se notaba que con dinero, ¿cómo conseguir atención en medio de todo eso? Difícil.
Rafael tenía a la chica rubia más exuberante de toda la fiesta a su lado, y ella se le restregaba insistente, era obvio, el festejado siempre recibe las mejores atenciones. Pero, aunque no iba a poder tener acción, al menos no temprano, podía intentar entretenerme.
-¿Aburrido? – Fabián estaba abrazado de una morena cuando se acercó a mí.
-No, no mucho.
-¿Que bebes?
-Jugo – respondí – creo que de piña o algo así.
-No, Carlitos, este día tiene que ser de ‘destrampe’ – giró el rostro y le habló al hombre que estaba preparando los tragos – dale a mi cuñadito algo suave, para empezar y después… Después lo que pida o lo que le caiga mejor – el hombre asintió y mi cuñado me palmeó la espalda – no te preocupes, en un rato, podrás tener acción – me guiñó el ojo y se retiró con la chica.
-Si tú lo dices – susurré mientras me servían un vaso alto con hielos, un líquido ligeramente amarillo con naranja y una rebanada de naranja en la boquilla.
-¿Qué es? – indagué.
-Es un coctel con naranja, señor.
Entorné mis ojos, “señor…” reproché mentalmente, como si no se diera cuenta que era el más joven de ahí. No dije más y empecé a tomar.
Comer botana y beber lo que el sujeto me preparaba, en eso se resumió mi noche, aunque no me di cuenta de cuantas copas me bebí, no me sentía mal, ni mareado, quizá un poco más alegre y desinhibido, con algo de sueño, pero aún podía controlarme.
Poco a poco, mis ojos se cerraban, necesitaba recostarme, así que, solo iría a uno de los sillones y descansaría. Me puse de pie, intenté dar unos pasos pero todo se movió a mí alrededor, sentí que el piso se hundía y me agarre lo primero que pude.
-¿Estás bien? – la voz de un sujeto me sorprendió.
-Creo… que… no…
-¡Hey! ¿Qué pasó Carlitos? – Fabián llegó con rapidez.
-Me… siento… mal – apenas terminé de decirle eso, cuando una arcada me asaltó y empecé a devolver todo lo que había comido y bebido, los que estaban alrededor se empezaron a alejar y un sirviente llegó rápidamente a colocar un bote para que cayera ahí todo lo que salía de mi boca.
-¿Cuánto bebió? – la voz de Rafael se escuchó cerca.
-No lo sé – Fabián se notaba preocupado, me movió como muñeco de tela cuando terminé y me tomó en brazos – mejor lo llevo a una habitación a que descanse, que limpien todo – ordenó mientras caminaba hacia las escaleras.
No supe más, mi cabeza daba vueltas, mi cuerpo pesaba y a la vez sentía que flotaba, cuando quería mover mi cabeza no podía y me sentía mal, pero aun así, pude sentir cuando me dejó en una cama suave.
“Enciende el aire acondicionado”
“Tal vez necesite algo para el asco”
“¿Dónde está el botiquín?”
“Hay uno en el baño”
Las voces iban y volvían a mí alrededor, pero, poco a poco, empecé a reconocerlas.
-No creo que sea tan malo – señaló Fabián cerca de mí.
-No – la voz de Rafael se escuchaba del otro lado – pero no debimos dejar que bebiera tanto.
Sentí algo húmedo en mi cara, me estaban limpiando el rostro.
-Carlitos – me sentaron en la cama – bebe y escupe – ordenó colocando un vaso cerca de mi boca y algo más abajo.
Me enjuagué la boca, sentía un sabor amargo y escupí.
-De nuevo – presionó Fabián.
Lo hice un par de veces más, pero cuando alejó el bote y el vaso, mi cuerpo se volvió a desvanecer, así que, Fabián me levantó y me abrazó para mantenerme sentado.
-Bebe esto – pidió acercando a mi boca otro vaso – te sentará bien.
-Sabe… feo… – reproché cuando di los primeros tragos.
-Sí, es una pastilla efervescente – anunció Rafael y sus dedos acariciaron mi mejilla con suavidad.
-Me… siento… mareado…
-Tranquilo… – la voz de Fabián cerca de mi ido me estremeció.
Poco a poco sentí que el sopor del sueño se apoderaba de mí, mi cuerpo se relajó pero, a pesar de eso, no estaba completamente dormido.
“Deberíamos dejarlo descansar”
“¿Seguro?”
“Escucha, no estoy tan seguro de hacer esto…”
“Pues si tu no lo aprovechas yo sí lo haré…”
“No te atreverías”
“El que no se atreverá eres tú, ¿acaso no planeamos esto para que te pudieras quitar esa obsesión y casarte tranquilamente?”
“No se… Qué tal si es peor…”
“Bueno, no lo hagas… Pero yo no voy a desaprovechar”
“No lo hagas Fabián”
“Decídete, ¿lo haces, lo hago o lo hacemos?”
“Hazlo si quieres, yo no…”
Escuché ruidos, intenté despertarme pero aun así, mi cabeza daba vueltas y mis parpados estaban tan pesados que solo moví un poco mi cuerpo sin conseguir nada. Momentos después, las manos de alguien recorrían mi cuerpo con lentitud; el roce suave en mi rostro me hizo suspirar y un gemido me asaltó al sentir besos en mi cuello. Las traviesas manos empezaron a quitar mi traje de baño largo y en un santiamén quedé completamente desnudo.
-¿Qué…? – entreabrí mis ojos y el rostro de Fabián estaba cerca, su castaño mirar estaba puesto en mí y sonreía de una forma que no comprendía.
-Carlitos, relájate – sonrió – te dije que ibas a tener acción esta noche…
Apenas terminó de hablar, su boca se unió a la mía y a pesar de que mi mente decía que estaba mal, ni cuerpo reaccionó solo, permitiéndole besarme con libertad; un gemido me asaltó mientras aún teníamos unidas nuestras bocas, su mano empezó a acariciar mi sexo, logrando que me estremeciera e intentara sostenerme de algo, sin conseguirlo.
-Bonito… – relamió sus labios cuando se separó.
¿Qué pasaba? No lo comprendía del todo, pero debía ser un sueño, era el novio de mi hermana quien me estaba acariciando y besando, aunado a eso, mi cuerpo respondía, incluso con más deseo que con mi novia.
No supe en qué momento él ya no estaba cerca de mi rostro, pues se encontraba besando y estimulando mi erección; empecé a gemir y tratar de alejarme, me gustaba, pero eso no era correcto. Mis gemidos entrecortados empezaron a mezclarse con sollozos, me sentía débil, vulnerable y, sin desearlo, completamente excitado.
Un ruido se escuchó a lo lejos y Fabián se detuvo.
-Volviste – su voz era divertida – creí que no lo harías…
-Cállate.
Esa voz, ese tono, ese no era otro que Rafael.
-Adelante, mientras tú te encargas de esto, yo, me encargo de otra cosa…
Una vez más, una tibieza envolvía mi sexo, pero era más delicada conmigo, estimulando toda la extensión, acariciando mis testículos y succionando con insistencia.
Gemí; mis gemidos aumentaron de intensidad y traté de alejarme.
-¿A dónde vas, pequeño? – Fabián me agarró de los brazos haciéndolos hacia arriba – no te muevas tanto o le harás el trabajo difícil a Rafael – sostuvo mis muñecas con una mano y con la otra me obligó a abrir la boca – ahora, tu, harás eso conmigo…
No pude replicar, introdujo su sexo en mi boca de un golpe y llegó hasta mi garganta.
-No está mal… nada mal – aseguró moviendo su cadera para penetrar mi boca.
-Dónde está el lubricante – Rafael se alejó de mi sexo.
-Está ahí… – seguía hablando sin detener sus movimientos, aunque yo trataba de alejarme, me estaba ahogando – en el buró…
Esas palabras me hicieron temblar, no podía saber con exactitud qué era lo que ellos pensaban hacer conmigo, aunque, viendo la situación y, así como me tenían, empecé a entenderlo.
Fabián se alejó de mi boca y me obligó a levantar mi torso, colocándose tras de mí, recargándome contra su pecho, sosteniendo mis brazos hacia atrás, con los suyos y abriendo mis piernas con sus manos.
-Relájate – susurró – Rafael te tratará muy bien, después de todo, eres su pequeño, hermoso, sexy y prohibido cuñadito, el niño más lindo de todos los que ha conocido… Y yo también…
Sus dientes atraparon el lóbulo de mi oreja haciéndome gemir, pero Rafael logró que casi gritara, una de sus manos empezó a masajear mi sexo mientras la otra, impregnada de un líquido viscoso, se abría paso en mi interior con un dedo.
-No… No… – gemí y mi cuerpo se onduló.
-Relájate – Rafael aún tenía sus lentes puestos y buscó mi mirada, pero a través de los cristales, pude notar la lujuria en sus ojos grises a pesar de que mantenía un semblante serio.
Mis labios se abrieron mientras gemía más alto, su dedo se movía insistente y mi sexo respondía animadamente. Rafael me besó al momento que otro dedo se introdujo en mí; fue demandante, fue rudo y posesivo, pero evitó que gritara, especialmente porque tocó algo dentro que me estremeció completamente.
-¿Quieres hacerlo terminar? – Fabián se entretenía besándome el cuello y los hombros.
-Si – sentenció mi otro cuñado.
-De acuerdo, entonces, sigue, no te interrumpo – una de sus manos soltó mi pierna y fue a estimular mi pezón – escuchaste pequeño – lamió mi oreja – Rafael va a hacerte sentir muy bien…
Un tercer dedo entró y en cuando se acompasaron a acariciarme, no pude evitar llegar al orgasmo en la mano de mi cuñado mayor; mi gemido se escuchó en la habitación y mi semilla se esparció por mi abdomen.
-Eso fue un desperdicio – Fabián llevó su mano hasta el líquido empapando sus dedos y metiéndolos después en mi boca – ¿qué tal sabes?
Mi lengua se movió, repasando los dedos largos de mi cuñado y probándome – ri… co… – respondí en un susurro.
-Bien, está más participativo…
-Voltéalo – Rafael se alejó y me agarró de mis tobillos.
-¿No lo harás así?
-Puedo romperlo, mejor en cuatro, es más sencillo.
-De acuerdo – Fabián ayudo a moverme y quedé con mi rostro entre sus piernas – ahora tú me vas a dar otra chupada, mientras Rafael te penetra…
-No… – negué y un par de lágrimas escaparon de mis ojos – no quiero…
-No llores – acarició mis mejillas…
-¿Está listo? – la voz grave de Rafael tras de mi me hizo estremecer.
-Espera, ¿no vas a usar condón?
-No, voy llenarlo de mi semen, si tú quieres usar condón después, no me importa…
-Supongo que no estará mal hacerlo así, se sentirá mucho mejor – Fabián levantó mi rostro y sonrió – ¿lo vez, pequeño? Rafael te va a tratar muy bien, ya lo verás.
Fabián me agarró del cabello, su mano bajó a mi mentón, metiendo un par de dedos a mi boca y presionando en mis dientes hacia abajo, obligándome a abrir para tragar hasta el fondo, justo en el momento en que sentía la presión en mi trasero, Rafael me empezó a penetrar.
Mi grito se ahogó, mis lágrimas fluyeron con rapidez, mi cuerpo se tensó y casi muerdo el sexo de Fabián; de no ser por la presión que él estaba ejerciendo en mi boca, lo hubiese hecho. Rafael no se contuvo, apenas estuvo completamente dentro, empezó a moverse con fuerza; su miembro era grueso, por lo que me dolía demasiado la manera en que obligaba a mi interior a acomodarse a él.
Aun así, poco a poco, empecé a disfrutarlo, algo que rozaba en mi interior me hacía gemir y no era de dolor.
-Lo está… disfrutando… – anunció Fabián y soltó mi boca para dejar que yo hiciera el trabajo.
-Sí, y lo disfrutará mucho más – sentenció Rafael, aumentando el ritmo de las embestidas.
Deje que mi cuerpo les respondiera, mi mente estaba demasiado nublada para pensar; empecé a succionar el miembro de Fabián, moviendo mi lengua, permitiéndole llegar a mi garganta, por alguna razón, su sabor había cambiado y se me hacía lo más delicioso del mundo, necesitaba probarlo completo, quería probar su sabor, así como lo hice conmigo.
-Calma… Calma… – la voz de Fabián se entrecortó – Es… bueno…
-Te dije que… lo disfrutaría… mucho más…
La mano de Rafael buscó mi sexo, estimulándolo mientras me penetraba; quise alejarme de mi trabajo con Fabián para poder gemir, pero él no me lo permitió. En medio de ese acto, Fabián terminó primero y me mantuvo con su miembro dentro de mi boca hasta que tragué todo su semen y, mientras él se relajaba, Rafael siguió penetrándome, inundando mis entrañas mucho después.
Quedé tendido en la cama, de lado, apenas recuperando el aliento. Rafael se puso de pie y no supe a dónde fue, mientras que Fabián se acomodó sobre mí, besándome, no solo los labios, sino mi cuello, hombros y moviéndome para bajar a mí pecho.
-Estás cansado… – mordió mi pezón y me quejé con debilidad – pero aún falta mucho… – aseguró – y, lo siguiente… – sus manos me tomaron de las piernas, acomodándome frente a él, su sexo empezaba a despertar de nuevo, levantándose de manera orgullosa – soy yo – la sonrisa divertida de mi cuñado me hizo estremecer.
No me dio tiempo de replicar, de un solo golpe se introdujo en mi interior. Volví a gemir, traté de empujarlo pero Rafael había vuelto y lo evitó.
-No, no seas malo – sonrió y se inclinó besándome con fuerza – Fabián es un buen cuñado, así que, trátalo bien – susurró al separarse de mis labios.
-No… – sollocé – ya no… quiero… por favor…
Fabián se detuvo al escucharme y pensé que todo se terminaría, pero no fue así, llamó a Rafael y le susurró algo al oído, después, siguió penetrándome con fuerza, mientras mi otro cuñado se inclinaba hacia mí y volvía a besarme, esta vez más suave y lento; nuestras lenguas se enredaron, y, sin que me diera cuenta, liberó mis manos, acarició mi cuerpo sin apartarse de mi boca y cuando me rendí, correspondiéndole con deseo, se alejó un poco.
-Así que, solo necesitas cariño – lamió mi mejilla – te daremos mucho cariño, peque…
Un nuevo beso y después permitió que gimiera con intensidad, mientras bajaba a succionar mi sexo. Mis gritos retumbaban en la habitación, mientras uno me penetraba, el otro chupaba insistente mi erección y, cuando estaba a punto de terminar lo evitaba presionando la base.
Estaba por volverme loco cuando Rafael se alejó de mi sexo y se acomodó para meter su enorme pene en mi boca, ladee el rostro para evitarlo.
-Tranquilo, fui a lavarme – sonrió y con su mano me mantuvo firme para meterlo.
No pude siquiera moverme, el solo lo introdujo con fuerza e hizo con mi boca lo que quiso. Fabián gemía mientras me penetraba, me lastimaba, pero por más que quería pensar que estaba mal, me gustaba, especialmente su mano que por momentos me masturbaba; gracias a eso llegué al orgasmo de nuevo, él no me lo impidió como lo había hecho Rafael.
Ellos terminaron de nuevo, primero Fabián en mi interior y Rafael lo hizo sobre mi rostro, esparciendo su semen con su pene, y después, volviendo a meterlo en mi boca para que limpiara.
-Para una segunda ronda no estuvo mal – Fabián se acercó y lamió mi rostro sucio.
-No – Rafael sonrió – aún queda mucha noche por delante.
Negué, estaba completamente exhausto y cansado, tenía que ser una broma.
-Parece que aún se resiste – Fabián se incorporó y besó los labios de Rafael
-Habrá que castigarlo mucho más… – la mano de Rafael acarició el trasero de Fabián sin pudor – Hasta que aprenda…
-¿Crees que podamos hacerlo a la vez? – su sonrisa me hizo temblar.
-No sabemos si no lo intentamos – Rafael se relamió los labios – después de todo, hay mucho lubricante aún…
Toda la noche me usaron, uno, otro, los dos, incluso, uno me penetraba mientras era penetrado por el otro, estaba envuelto en una locura absurda y no iba a poder salir de ahí. Finalmente fui yo quien suplicó por que siguieran poseyéndome, hasta el amanecer.
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Cuando amaneció, los tres estábamos en la cama, al despertar, ya sin los efectos del alcohol, ni la pasión, mucho menos la lujuria, todo se me vino encima. Mi novia y especialmente, mis hermanas, ninguna de ellas merecía lo que había pasado y menos que los dos idiotas de mis cuñados las engañaran de esa manera tan aberrante.
Intenté ponerme de pie, pero la mano de uno de ellos me detuvo.
-¿A dónde vas pequeño? – Rafael me jaló volviendo a acostarme en la cama.
-¡Ya suéltame!
-Anoche no dijiste eso – Fabián me abrazó.
-Anoche ustedes me emborracharon y ¡se aprovecharon!
-De hecho, tu solito bebiste…
-Además, ¿qué piensas hacer? Viniste con Fabián, no puedes irte de aquí solo.
-Son unos…
-Lo que sea que seamos – Fabián me miró con diversión – tú también lo eres, porque lo hiciste con nosotros anoche, así que, no estás libre de pecado…
-¡Se lo diré a mis hermanas!
-Adelante – Rafael sonrió – díselos, arruínale a Yolanda la boda que ha planeado por meses, ¿qué crees que pase? Se deprimiría y tú serías el único culpable.
-Ni que decir de Gabriela, seguramente ella te lo reprochará por el resto de su vida
-No, ellas no – negué, tenía inmensas ganas de llorar, yo no quería que mis hermanas me odiaran.
-Está en tus manos…
* * *
-“…Y ahora, después de eso, no sé qué hacer, tengo miedo de decirles personalmente, pero creo que, mis hermanas no se merecen lo que sucede, es obvio que ellos se entienden…”
Los presentes en la habitación de la radio estaban en silencio, sus mejillas estaban teñidas de rojo y por primera vez, hasta la locutora no sabía que decir.
-Ah… Ah… ‘C’… Todo eso… Es… que…
-“…Es cierto, sucedió este fin de semana pasado y ya no sé qué hacer…”
-‘C’, soy… – carraspeó – soy la doctora Paty, escucha, sé que tienes miedo, pero si lo que dices es cierto – se puso extremadamente seria – es penoso y doloroso, pero tus hermanas no merecen lo que ellos les están haciendo, es una traición y, probablemente se molesten contigo, aunque en lo personal, lo dudo – aseguró – tienes que decírselos…
-Yo estoy de acuerdo con la doc – Vanesa ya se había recuperado de la impresión – apuesto a que tus hermanas sabrán entender.
-“…Gracias…”
-No te preocupes y, si necesitas asesoría, con gusto tienes las puertas abiertas de aquí – indicó Vanesa.
-“…Tal vez la necesite, si llamé, no solo fue para pedir consejo, sino, porque sé que ellas sabrán quien soy al escucharme…”
-¿Crees que tus hermanas te escucharon con nosotros? – la locutora se sorprendió aún más.
-“…Tal vez, solo una, pero les aseguro que lo que pasó no fue mi culpa, solo eso…”
-Te creemos – aseguró la doctora.
-“…Muchas gracias…”
-Bueno, si gustas, puedes dejarnos tus datos, te pasaremos con nuestros asistentes…
-“…Gracias y que pasen buenas noche…”
-Muy bien, volveremos después de un par de canciones, espérenos con más historias y confesiones…
Salieron del aire y Vanesa gritó.
-¡No puedo creerlo!
-Lo sé – la doctora estaba también asombrada – no puedo creer qué clase de monstruos harían algo así…
-¿Monstruos? No me refiero a eso – la locutora la vio con una mueca de estupefacción en su rostro – aunque ciertamente, esos tipos son unos monstruos, pero a lo que me refiero es que lo dijo todo, ¡todo! Con lujo de detalles, es decir, ¡las novelas eróticas le quedan cortas!
-Pues sí que tuvo el valor de hacerlo…
-¿Crees que fue mentira? ¿Planeado?
-No – Paty negó – su voz, su manera de contar su arrepentimiento, es obvio que todo lo que dijo fue cierto.
-Pobre… Blanquita, ¿te dio sus datos?
-Si – asintió la chica – pero no dio nombre, solo un número de celular.
-El ‘streaming’ marcó casi los quinientos mientras el chico hablaba – indicó Lucas.
-¡Un nuevo record! – Vanesa se emocionó – la jefa debe estar feliz por eso, por cierto, ¿dónde está?
-No lo sé – Lucas se alzó de hombros – hace un rato se fue rápido…
* * *
Erika iba en su automóvil con rapidez, desde el momento que escuchó la voz del chico en la radio, supo que era su hermano, le llamó la atención y cada que daba detalles, le confirmaba sus sospechas. Iba hecha un mar de nervios, estaba furiosa, se sentía traicionada, pero sobre todo, como pudo su estúpido novio hacerle eso a su pequeño hermano.
Le había marcado a Jesica, su hermana, quien ya estaba viviendo en el departamento que compartiría con su futuro esposo para que también escuchara, ella era la que se iba a casar; después, se pusieron de acuerdo con rapidez, pues ella trabajaba hasta muy tarde por lo de la radio y su novio le decía que salía con amigos, o con Gerardo, el prometido de su hermana. Ambas quedaron de verse en un lugar específico, el departamento de Franco, ya que Erika tenía la certeza de que ahí los encontrarían, y ella tenía llave.
Las dos hermanas se encontraron en el recibidor, subieron el elevador y Erika abrió el departamento con rapidez, apenas estuvieron dentro, los gemidos empezaron a escucharse. Tal como Carlos, su hermano, porque así se llamaba en realidad, había dicho, ahí estaban los dos, teniendo relaciones. Ambas reaccionaron con agresividad, una, les lanzó una lámpara, la otra un florero y así estuvieron hasta que se calmaron un poco y empezaron los improperios, mientras ellos trataban de explicar algo que no tenía remedio.
Jesica le lanzó el anillo a su ex pareja y salió del lugar, mientras que Erika les dijo hasta de lo que se iban a morir antes de irse de ahí.
Finalmente, ambas llegaron a su casa, estaban dolidas, lastimadas y se sentían defraudadas, pero, al entrar, al único que vieron, fue a su hermano, en la sala, sus padres, obviamente estaban dormidos. El levantó el rostro y estaba llorando.
-Lo siento… – fue lo único que dijo.
El enojo de las dos pareció esfumarse al verlo ahí, sentado, llorando, cómo cuando era un niño que necesitaba de sus cuidados, él siempre había sido el más pequeño, el consentido, el que las buscaba para todo, hasta que empezó la adolescencia y decía que había cosas que no podía contarles porque eran chicas; pero ahora, ahí estaba, sufriendo, pensando que él había fallado cuando ellas sabían muy bien que él no tenía la culpa.
Las dos se sentaron con él y lo abrazaron, tal vez, el que más había sufrido con todo eso, era el mismo y ellas no iban a darle más carga para soportar, de todas maneras, lo otro, ya se había terminado.
* * *
Nota Final:
Este fic fue hecho para un desafío en la pagina de Amor Yaoi, por petición de Alexander Bold. Debido a que tenía que cumplir demasiados puntos para sobrellevar el desafío, sentí que la historia estuvo un poco forzada, pero, creo que pude conseguir el reto (y al menos si fue un one shot).
Este fic fue hecho para un desafío en la pagina de Amor Yaoi, por petición de Alexander Bold. Debido a que tenía que cumplir demasiados puntos para sobrellevar el desafío, sentí que la historia estuvo un poco forzada, pero, creo que pude conseguir el reto (y al menos si fue un one shot).
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